Hay quién pregunta que quién/es financia/n las marchas verdes. Les respondo, no en nombre mío, que no soy quién para responder nada, sino tomando una libertad que nadie me ha dado y en nombre y resumiendo los sentimientos y las repuestas de todos/as los que participan en esas marchas: Esto lo financio Yo.
Voy a las marchas con mis dientes, con mis uñas, con mis ojos, con mi sexo, con mis extremidades, con mis intestinos, con mi cabeza, con mi corazón, con mi conciencia, con mis temores y, sobre todo, con mis certidumbres.
Voy con mis sentimientos, con mi historia, con mis afectos, con mis deberes, con mis responsabilidades ideológicas, con mis reflexiones políticas, con mis deudas afectivas. Voy con mi alma.
Voy a las marchas con los zapatos que he comprado por mi cuenta, si los tengo; no con los cogidos, ni con los regalados con los bienes públicos: pero si alguna vez carezco de ellos, de todas formas, iré descalzo…Cuando falten los zapatos, me sobrarán los pies y bajo ellos, estará mi tierra, mi patria, mi continente, mi planeta, mi galaxia, mi universo…
No necesito que ningún político ladrón me regale potes de romo, ni me recrea un disco light para sicópatas, que paga el erario, ni ver culos de mujeres (tampoco de hombres) alquilados como cosas que ni siquiera he elegido; ni que me prometan botellas, ni que me alquilen como bocina.
Me moriría, si en alguna ocasión se probara mi pertenencia a cualquier podrida lista de parásitos, barrilitos, nominillas, encomendados para defender negocios e intereses ajenos al legítimo bien público, que no siempre tiene que ser popular…
No quiero que sean dádivas mi medicina, mi ropa, mi comida, mi escuela, mi desarrollo, mi supervivencia.
No moldeo, ni doblego, mi pensamiento, mi razón, mi creatividad, mi sentido de bondad, decencia y justicia, a la sumisión o docilidad a un único partido, dirigido por una insaciable pandilla de ladrones, sin ley y sin frenos.
Quiero leyes equitativas, institucionalidad, razón, bondad, justicia, transparencia, equidad.
No, yo no necesito que gente anguriosa y obtusa como Leonel Fernández, me diga para dónde tengo que ir.
No me inspira, ni me representa, ni me convence, un insignificante mediocre, ignorante y enfangado, como Danilo.
Detesto a las alcancías y a los testaferros y desprecio la melcochosa incondicionalidad de los asalariados acríticos y sin más oficio que el aplauso a lo establecido o, peor aún, la agresión y el acoso hacia quienes no se han integrado a su sórdido corifeísmo
No quiero -ni necesito- que un Félix Bautista me pague ningún pasaje a parte alguna. Yo no soy Quirino. No anhelo las maletas de cuartos, ni las manutenciones que los Félix Bautista les llevan como parte de los mensajes a los Quirinos. O a los Del Tiempo. Ni las migajas para los menesterosos mantenidos como clientes de quinta, ni las de los alquilados para los bandereos de campañas electorales, ni las raciones repartidas como bocinas perpetuas.
A mí no me paga la Odebrecht -ni ninguna de sus equivalencias- la participación en una manifestación pública. No he acordado con esa multinacional, ni con cualquier otra, que financie campaña alguna como soborno, a cambio de concesiones sobrevaluadas.
Voy a donde sé que me corresponde ir. Y no cobro para ir a parte alguna. Me muevo gratis a donde me parece. Y no ruego por favores. Exijo derechos.