“Hasta mis sueños de infancia de ser astronauta hubiesen parecido más realistas.” – Hillary Clinton rememorando impresiones al momento de decidir aceptar la cartera de relaciones exteriores de los Estados Unidos.

Leyendo las recién publicadas memorias de Hillary Clinton, Hard Choices, me encuentro reflexionando sobre la controversia detrás de la designación del nuevo Canciller, Andrés Navarro. Confieso seguir sin entender el por qué de la controversia, si es más que evidente que el Sr. Navarro no califica para el cargo que hoy ocupa. Esta afirmación no debe verse como un ataque a la persona del recién nombrado Ministro, sino como un planteamiento basado en los propósitos de la institución que pasa a dirigir y su preparación para el avance de dichos propósitos.

Cuenta la ex – Secretaria de Estado (2009-2013) y futura candidata presidencial de los Estados Unidos que una de las decisiones más difíciles que ha tenido que tomar en su carrera política fue precisamente aceptarle el cargo de Secretaria de Estado a su rival electoral y actual Presidente Barack Obama. Hillary, quien había sido Senadora del estado de Nueva York, pretendía regresar al Senado. La razón, sin embargo, no sólo se relacionaba con su derrota en las primarias. Al igual que el Sr. Navarro, ella no había trabajado en el Departamento de Estado previo a su nombramiento, lo que no quiere decir que no calificara para el puesto.

A diferencia del dominicano, las experiencias de Clinton como primera dama durante ocho años (1993-2001), Senadora ocho años (2001-2009) habiendo formado parte importante de las comisiones de las Fuerzas Armadas y de la Comisión de Seguridad y Cooperación en Europa, su cabildeo por el retiro de las tropas de Iraq, no menos importante, el haberse expuesto ante la opinión pública sobre temas de política exterior como precandidata presidencial de su partido, la ayudaron a prepararse para el cargo. La graduada de la Facultad de Derecho de la Universidad de Yale simplemente se sentía más cómoda con las tareas de una legisladora en un estado que conocía al dedillo.

De las tantas lecciones compartidas en su libro, rescato lo siguiente:

“Aprendí rápidamente que el ser Secretario de Estado es realmente ocupar tres cargos en uno: ser el principal diplomático del país, el consejero principal del Presidente en material de política exterior, y el CEO de una enorme organización.”

Partiendo de esa óptica pregunto:

1. ¿Puede el nuevo Canciller convertirse en el principal diplomático del país?

2. ¿Podrá desempeñarse como el principal asesor del Presidente en materia de política exterior? Sí, dije política exterior, no urbanismo.

3. ¿Tiene la capacidad gerencial para ser el CEO de esa gran organización?

Las respuestas se caen de la mata. Es evidente que el recién designado no está formado para dar cara a los grandes desafíos que hoy dan razón de ser a las relaciones internacionales. Intentar responderlas es, además, burlarse de todos aquellas personas que sí tienen condiciones para representar al país dignamente en el exterior. Créanme cuando les digo que esas personas existen.

Graciosamente, el ex–Canciller Carlos Morales Troncoso tenía mejor perfil para ocupar la posición. A la hora de su designación en el 2004, Carlos Morales había sido CEO de una gran corporación como lo fue la Gulf and Western, Vicepresidente de la República (1986 – 1994) e incluso Canciller (1994 – 1996).

Tenía “relaciones internacionales.” Suele contar un ex mandatario dominicano de Morales Troncoso que manejaba tan bien las relaciones exteriores que cuando llamaba a Condoleezza Rice para invitarla al país, ella le contestaba el teléfono personalmente (y no vayan a creer que se comunicaban en español).

El argumento de la mala gestión de Morales Troncoso no justifica el nombramiento del Sr. Navarro. El argumento se invalida solo pues se supone que los principales funcionarios del gobierno deben ser personas integras y de una conducta intachable. El test de seriedad es otro y de haberse hecho, posiblemente no hubiese logrado ocupar la posición.

De nuevo, este artículo no pretende ser una crítica a la persona del Canciller, sino al Presidente de la República, por el aparente poco respeto que le tiene a la institucionalidad y al Estado dominicano.

Samuel Bonilla | @sbonillabogaert | se.bonilla@gmail.com