En las 245 páginas de su leído libro “Modos de producción, clases sociales y luchas políticas” Roberto Cassá no dedica ni una línea a las elecciones de 1966, pese a que, como destaca Luis Gómez en el prólogo, la obra “…nos entrega cien años de prospección, desde y hacia el presente en el proceso constitutivo de la formación social dominicana”. El retorno de Joaquín Balaguer al poder lo resuelve Cassá en los siguientes párrafos: “En otros términos, la estabilización del poder burgués debía lograrse mediante una negociación que diese como resultado un régimen de transición en el cual los constitucionalistas tuviesen cierta participación; sin embargo, ello no alteraría la esencia conservadora de ese régimen, puesto a la merced de la incidencia militar y económica norteamericana. El imperialismo manejó una solución contraria a las posiciones de los militares dominicanos de extrema derecha, que en su mayoría seguían siendo partidarios de una salida unilateralmente represiva. Así, el imperialismo pudo imponer una solución negociada, naturalmente para posibilitar la reorganización del poder reaccionario en mejores condiciones. Estaba en juego, estratégicamente, una reformulación sustantiva del esquema de poder, en lo cual se puso de acuerdo la generalidad del aparato político norteamericano, comenzando con el presidente Johnson. Este programa contrarrevolucionario decidido por el imperialismo se personificaría alrededor del objetivo de favorecer, con todos los medios posibles, el retorno de Joaquín Balaguer al poder”. Al gobierno de transición de Héctor García Godoy, sin embargo, Cassá le dedica varias páginas.

Héctor García Godoy

Entiendo en la actitud del destacado historiador la visión de que las elecciones de 1966 fueron una formalidad exigida por las circunstancias a los estadounidenses pero una causa perdida de antemano para las fuerzas populares que se enfrentaron desde el 24 de abril de 1965 a la formidable coalición formada por los factores de poder locales, cuya punta de lanza fue se concentró en el poderoso  complejo militar de San Isidro, y el poder metropolitano (EE. UU), desplegado en una aplastante flota expedicionaria invasora.

Como fuera, el caso es que nunca se han explicado suficientemente las razones por las que el candidato popular, Juan Bosch, convirtiera lo que fue una mayoría nacional capaz de derrocar en 48 horas el gobierno de facto del Triunvirato mediante un potente estallido insurreccional, en una masa derrotada por un candidato que nueve meses antes “ni se mentaba”.

Afortunadamente, dos escritores han publicado sendos libros en los que analizan el turbulento periodo que va del 3 de septiembre de 1965 al 1º de julio de 1966; o sea, de la instalación del gobierno provisional de Héctor Rafael García Godoy a la instauración del nuevo pacto de dominación surgido tras el armisticio con la juramentación del presidente neotrujillista Joaquín Antonio Balaguer. Estos escritores son Bernardo Vega Boyrie y Hamlet Hermann Pérez. Vega dio a la luz en 2004 "Cómo los americanos ayudaron a colocar a Balaguer en el poder en 1966″, mientras Hermann publicó en 2009 “Eslabón perdido: gobierno provisional 1965-1966”

Vega ofrece una recopilación exhaustiva de la trayectoria de Balaguer en su relación con el poder extranjero desde los últimos años de la dictadura trujillista hasta su instalación como Presidente en 1966. Obviamente, gran parte del texto (páginas 117-290) se centra en las maniobras de las agencias estadounidenses para garantizar el triunfo del antiguo funcionario de la burocracia trujillista en los comicios del 1º de junio de aquel año.

Durante la presentación de su obra Hermann resaltó la importancia histórica del periodo que aborda, revelando “…que tomó la iniciativa de escribir el libro, porque a su juicio existe un vacío histórico sobre un período que no debe repetirse”. La presentación estuvo a cargo del doctor Luis Scheker Ortiz, quien expresó que “se trata de un estudio profundo acerca de uno de los períodos cruciales más complejos de la vida política e institucional del país, dada su enorme trascendencia, la diversidad, intensidad y concurrencia de elementos y factores determinantes que se dieron cita en ese corto y convulsionado período tanto en el ámbito nacional como internacional”.

Campaña de 1966

Una excelente reseña del libro de Hamlet escrita por Ángela Peña resume la situación nacional del periodo: “…Hamlet Hermann relata con pormenores la violenta situación política que debió enfrentar Héctor García Godoy Cáceres, prácticamente impotente, desamparado, al mando de una nación en permanente crisis. En “Eslabón perdido, Gobierno Provisional 1965-1966” se detallan las interioridades del sabotaje a la revista ¡Ahora!, asesinatos como del líder ultraderechista Ángel Severo Cabral, de Miled Haddad, gobernador de Mao; Leyba Matos, funcionario de la Corporación del Azúcar; el secuestro y asesinato del mayor Luis Andrócles Arias Collado; del doctor Nelson Díaz Montaño, del estudiante Pedro Tirado Calcaño y las heridas a Josefa Antonia Féliz frente al Palacio Nacional.

Se denuncian el inminente Golpe de Estado contra García Godoy, trama encabezada, según Hamlet, por el ultraderechista (Tomás) Alcibíades Espinosa Acosta; el ametrallamiento a la residencia de Silvestre de Moya Ureña y la ocupación de la fortaleza Ozama que el autor afirma estuvo bajo la dirección de Enrique Pérez y Pérez: aunque el que daría la cara sería el mayor Humberto Trifilio Estévez. Las conspiraciones de los jefes militares figuran documentadas, como el secuestro de la emisora oficial, ordenado supuestamente por el general Jacinto Martínez Arana para impedir que el Presidente se dirigiera al país en momentos en que la ciudad era un solo tiroteo, o los llamados de Radio San Isidro al derrocamiento del “pro-comunista” García Godoy. Martínez Arana, escribe Hermann, telefoneaba a Wessin a Miami, asegurándole que tenía un avión especial que lo iría a buscar cuando el momento estuviera maduro.

Pero de todos los jefes militares ninguno se comportó con mayor crueldad e irrespeto hacia el gobernante que Francisco Rivera Caminero, según las actuaciones que se consignan en el ejemplar. Patrocinó todos los crímenes contra civiles de los grupos paramilitares de San Isidro, el exterminio de militares constitucionalistas, ordenó los sabotajes contra los medios de comunicación escritos y radiales, autorizó el criminal ataque contra el hotel Matum (al que dedica un extenso capítulo), y puso en marcha la “Operación Honor” sin respetar, siquiera, a la iglesia católica, porque él que se las daba de muy religioso.

Ordenó a José de Jesús Morillo López que apostara un francotirador en el aeropuerto para que disparara a Bosch al descender del avión que lo traería desde Puerto Rico y fue al Palacio  a advertirle al primer mandatario que si el ex Presidente,  derrocado en 1963, retornaba a Santo Domingo, será hombre muerto en el mismo aeropuerto. Llegó al punto de amagar con un arma al mandatario, para golpearlo físicamente  y hasta llegó a decirle que no era más que un mojón vestido de blanco”.

En aquel entorno que Hermann describe magistralmente tuvo lugar la campaña para las elecciones del 1º de junio de 1966. Debido a la desarticulación de mi familia, parte de la cual, incluida mi madre, se habían trasladado a Estados Unidos en medio del conflicto bélico, yo tuve que vivir en varios lugares de Santo Domingo entre mayo de 1965 y octubre de 1966. Alma Rosa, Los Mina, Simón Bolívar, Villa Consuelo, fueron algunos de los barrios donde pasé meses, a  veces solamente semanas. El más tétrico fue el Simón Bolívar, donde viví en la calle Jesús de Galíndez. Allí permanecí entre septiembre y diciembre de 1965 y no recuerdo una mañana en que no se encontrara por lo menos un cadáver en las cercanías; durante toda la noche se escuchaban disparos, cercanos o lejanos.

Joaquín Balaguer y Lindon B. Jonhson

Estuve en el recibimiento a Juan Bosch el 25 de septiembre, que ya relaté en esta columna. Viví los momentos más tensos que recuerdo, mientras soldados histéricos nos apuntaban con sus ametralladoras y se temía que asesinaran al líder en cualquier momento.

Ahora se usa mucho que los candidatos tengan un director de campaña. Pero, ¿Quién dirigió la campaña del PRD en 1966? Para mí que nadie la dirigió o la dirigió un demente o ignorante. Solo así se explica que un pequeño grupo en un jeep Willis recorriera kilómetros y kilómetros de polvorientos caminos rurales no muy lejos al este de la base aérea de San Isidro lanzando la temeraria consigna ¡Si Juan Bó no coge el mando volveremo a lo comando! Yo formaba parte de ese grupito en el jeep que partió de San Antonio de Guerra, una media mañana  próximo a las elecciones, dirigido por el líder local del PRD Ramón Antonio Rijo (Rubilito) a hacer campaña con nuestra parada principal en La Joya, un caserío situado a seis kilómetros al que se llegaba  través de un camino de tierra.  Otros dirigentes que de seguro nos acompañaron porque eran los principales, aunque no puedo precisarlo, fueron el excombatiente Ezequiel López (quien luego caería asesinado), Bienvenido Peguero (Memé), Marinón, Antonio Berroa (Güinga)  y Néstor Castillo (Tito). Se produjo una situación muy tensa al llegar el grupo de manifestantes a La Joya ya que como una hora antes había arribado al lugar un contingente del comité municipal del Partido Reformista. En san Antonio de Guerra existía la particularidad de que los reformistas locales no eran como los del resto del país sino remanentes neotrujillistas vinculados a los militares de San Isidro y, por lo tanto, no dados a contemplaciones de ninguna índole, siguiendo los parámetros  con que  ellos entendían el ejercicio de la política.  Los habitantes de La Joya, en su gran mayoría simpatizantes del PRD,  mantenían casi todos las puertas de sus casas cerradas y las iban  abriendo mientras el aguerrido grupito de manifestantes pro-Bosch se desplazaba por las  tres o cuatro calles del poblado, lo cual enardeció a los partidarios de Balaguer, según supimos luego. No ocurrió nada que lamentar, tal vez debido en parte a la existencia de lazos familiares entre ambos grupos partidarios pero, según narraciones posteriores, aquel día afloraron intenciones lúgubres.

Aunque para esas elecciones yo no tendría  la edad de votar, participé en aquella caravana como militante de la Juventud Revolucionaria Cristiana (JRC), representando al Partido Revolucionario Social Cristiano (PRSC), integrante de la coalición que respaldaba la candidatura de Bosch. No recuerdo nada de lo que dije, que fue poco, durante mi turno en el breve mitin que escenificamos.

Rivera Caminera

Mientras aquel pequeño destacamento amenazaba ¡en la soñolienta zona rural! con “volver a los comandos” Joaquín Balaguer recorría el país de un lado a otro enarbolando el lógico y acertado lema de “El candidato de la paz”. Esto me conduce al  polémico tema de si Bosch hizo campaña con la premeditada intención de no ganar aquellas elecciones. El doctor Luis Scheker Ortiz, conocedor de interioridades de la política dominicana gracias a su desenvolvimiento en las altas esferas durante décadas, compara en un artículo publicado en el diario Hoy el 27 de marzo de 2012 las actitudes de los candidatos Hipólito Mejía y Juan Bosch. Dijo Scheker: “Y  vino a la mente unas declaraciones, guardando distancia, atribuidas al Profesor Bosch a raíz de las elecciones del 66, cuando, estando el país ocupado por tropas invasoras, recomendó a sus electores ir con palos y con piedras; lo que muchos aún califican como una insensatez, causante de su derrota electoral.

Pienso que uno y otro, en distintos escenarios, no estarían pensando en ese momento en  ganar las elecciones, sino en   lo improbable que les sería subir al poder y  gobernar como Dios manda. Bosch lo repetiría cientos de veces: Lo que los Yankees nos arrebataron con las armas, no lo van a dar por los votos. Tenía absoluta razón y conciencia de lo que hacía y por qué lo hacía. Sólo su derrota permitiría la evacuación de las tropas norteamericanas y creía que Joaquín Balaguer bailaría al son de su diapasón”.

Efectivamente, como se ha relatado cientos de veces, la población se acostó con Bosch ganando aquel 1º de junio de 1966 ya que las primeras mesas que se contabilizaron fueron las de la zona urbana del Distrito Nacional, mayoritariamente seguidora de la candidatura de Bosch. Al levantarnos, nos encontramos con el shock de  que Balaguer había arrasado en los conteos. Un alabardero (miembro de la claque) de Balaguer, Rafael Vidal Martínez, lo relata al estilo de un cuento de hadas, en un artículo que publicara el 27 de mayo de 2005: “Las elecciones se realizaron el 1º  de junio de 1966, y Balaguer superó a Juan Bosch por más de 200,000 votos, o sea más de 15 por ciento de la votación. Esta gran diferencia no era posible obtenerla a base del supuesto apoyo de los americanos, por el contrario, la embajada americana estuvo hasta el día antes de las elecciones informando al presidente Johnson de la posibilidad de que Bosch ganara las elecciones”.

Bernardo Vega se hace la pregunta obligada ¿El fraude y la intimidación le dieron la victoria a Balaguer? Y responde: “La verdadera pregunta es cuál hubiese sido el resultado electoral si los norteamericanos, incluyendo sus agencias de inteligencia, se hubiesen mantenido verdaderamente neutrales desde abril de 1965 en cuanto a las elecciones, no tan sólo durante la campaña electoral y si hubiesen presionado a las Fuerzas Armadas dominicanas para que realmente también actuasen con neutralidad. Es probable que los familiares de los militares en esa época representaran un 10% de los votantes, existiendo 45,000 militares y policías y calculando tres familiares por cada uno de ellos. Según el conservador analista político norteamericano y experto en asuntos dominicanos Howard Wiarda: "especialmente en el campo y en los pueblos del interior, donde los puestos militares locales constituían casi la única autoridad local y donde los compromisos bien intencionados de García Godoy podrían ser fácilmente ignorados, miles de organizadores perredeístas, líderes locales y miembros fueron asesinados, encarcelados y/o golpeados. Al mismo tiempo, la población rural en términos generales fue presionada hacia la sumisión". Aun así, nuestra opinión es que la diferencia electoral fue tan grande (56.3% contra 39.2%, una diferencia de 17.1 %, más de 200,000 votos) que aun con una verdadera neutralidad americana Balaguer hubiese ganado, con menor margen ciertamente, pero hubiese ganado”. Inmediatamente antes, en la misma página, Vega escribe: “En 1975 Eduardo Latorre declararía: "si hubo un fraude real o no probablemente nunca se sabrá". Ahora se sabe que lo hubo. Un ex alto funcionario del Departamento de Estado difiere de nuestras conclusiones: "fue sorprendente enterarme a través de ti que la administración (de Johnson) persistió con tanta constancia y cohesión en el propósito único de poner a Balaguer en la presidencia. Esas eran cualidades que no recuerdo distinguieran la implementación de políticas en otros campos".

Por mi parte, luego de enterarme de los sorprendentes resultados electorales la mañana del 2 de junio de 1966, me junté con mi amigo de la adolescencia Edgar Ricardo Matos Polanco, y nos fuimos tranquilamente a tumbar mangos en la finca que fuera del general del ejército Miguel F. Rodríguez Reyes (asesinado en Palma Sola en 1962), a dos kilómetros de San Antonio de Guerra. Después de todo, para unos muchachos, también era tiempo de mangos.

1. Roberto Cassá: “Modos de producción, clases sociales y luchas políticas” Republica Dominicana siglo XX. Punto y Aparte Editores, Santo Domingo, 1984, página 7.

2.Ídem, página 185

3.Fundación Cultural Dominicana. Santo Domingo, 2004, 321 páginas

4.Publicaciones de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.  Santo Domingo, 2009, 331 paginas

5. http://www.diariolibre.com/revista/hamlet-hermann-pone-en-circulacin-un-nuevo-libro-NLDL218566

6.  http://visionuasdiana.blogspot.com/2009/10/libro-publica-hamlet-hermann-en-uasd.html

7. http://hoy.com.do/lo-que-no-se-sabia-del-gobierno-de-garcia-godoy/

8. http://hoy.com.do/el-voto-secuestrado/

9. http://hoy.com.do/balaguer-y-los-americanos/

10. Bernardo Vega: óp. Cit., página 289