Uno de los pocos campamentos de verano para niños que aquí no se anuncian en inglés y con costo o inversión en dólares, concluyó hace dos semanas en El Caliche de Villa Duarte.  Los padres de la comunidad se enteraron por un volante en su idioma que sería gratis hasta llenar los cupos y en dos tandas de acuerdo a las edades. También que habría actividades en inglés porque los instructores venían de los Estados Unidos.  Phil y Ella Morgan decidieron que aquí fuera su bautizo como misioneros siguiendo los consejos de Fray Roberto Pérez, su párroco franciscano en Carolina del Norte.  Este le habló de Fray José María Guerrero y sus obras para llevar a ese sector humilde educación, comida, medicinas, viviendas y orientación religiosa y ahora también, gracias a su labor misionera, un verano divertido para los niños.

Con el campamento se estrena la primera planta del local que poco a poco se ha ido convirtiendo en un modesto multiuso para actividades comunitarias.  Expliqué en un artículo anterior que la segunda planta se usa para los cursos de inglés y los entrenamientos de formación laboral que imparten profesores del INFOTEP.  La primera se utilizó para un proyecto de repartir botellones de agua potable, importante pero complicado de poner en marcha.   De ahí que se acordara con los mismos colaboradores de la iniciativa, dedicar los esfuerzos y recursos a otras actividades más favorables a la comunidad, como ésta de un campamento en las vacaciones escolares de los niños del Caliche.

Phil y Ella coordinaron por correo electrónico con Fray José, a grandes rasgos, la visita; de los detalles, donde está el paraíso, se encargó su red de generosos colaboradores. Para el transporte, alojamiento y apoyo logístico a los misioneros no faltaron esas manos amigas que se conectan de forma milagrosa, sin previo aviso y en tiempo real, para que un proyecto de solidaridad sea posible. En las de Vanessa Perdomo, tan ocupadas por su consagración en las principales obras por la comunidad, siempre hay un espacio reservado porque el “¡hermanita!, ¿te había dicho que es mañana que llega la parejita nos ayudara con los niños del campamento…” no es eventualidad extraña cuando se colabora con Fray José.

El campamento alegró el verano a unos 150 niños. Se organizó en dos tandas, de 9 a 12 de la mañana para los de cinco a diez años; de 2 a 5 de la tarde para los de once a catorce años.  Phil y Ella, profesores de educación media en Carolina del Norte, diseñaron un programa con un buen balance entre actividades educativas, deportivas y recreación.  Ensayos de actuación con historias bíblicas, aprender expresiones y palabras en inglés con canciones infantiles, entender baloncesto como juego de equipo, con técnicas enseñó Phil, quien es entrenador en su escuela, expresar creatividad en dibujos libres y descubrir, en fin, que es más divertido jugar entre compañeros que poner a brincar sobre vagones a personaje virtual en pantalla de celular ajeno.  En la gran final del campamento, se hizo una rifa de juguetes y otros regalos, donde probablemente todos los niños rezaron por sacarse una de las bicicletas.  Para el próximo año vendrán donaciones suficientes para organizar actividad en grupo.

Dos amigos del colegio, Alberto Veloz y Fernando Santos, ciclistas de toda la vida, ya se comprometieron a organizar el Rally Infantil Caliche 2017.  Como Futuro Cierto, ya los veo junto a Phil, Ella y Fray José entregando los trofeos, en tarima al lado de la escalera de caracol que sube a la capilla donde los residentes pueden siempre adorar El Santísimo.

Entrevisté a la pareja de misioneros en la casita del dispensario médico, el día antes de marcharse del país y del barrio donde fui testigo del cariño que le tienen los residentes.  Entre “adiós Phil” y “vuelvan, Ella” dieron su último recorrido de su bautismo misionero visitando a los enfermos, rezando con y por ellos y dejando a todos admirados y agradecidos de su amor y obras por algunos de los que más necesitan en esta tierra.