La eficiencia energética, como hemos dicho antes, es aplicable a la mayoría de las acciones que llevamos a cabo diariamente y es, generalmente, enfocada desde cinco perspectivas distintas (la industria, la agricultura, el transporte, los servicios públicos y la construcción/edificación).

Esa eficiencia energética a la que nos referimos, también consta de tres grandes campos de acción para su implementación plena: la oferta de energía, la demanda de energía y el ahorro de la energía.

Con relación a la oferta, el punto básico  radica en que los suministradores de energía desarrollen acciones para convertir en eficientes sus fuentes de generación. Lo suyo sería que estos generadores puedan mejorar su eficacia en el funcionamiento y mantenimiento,  implementando nuevas tecnologías y racionalizando parte de la inversión que se pueda hacer, en cuanto a  infraestructuras de suministro de energía se refiere; esto así para que la combinación de generación + suministro signifique un menor coste ambiental, y no tan sólo económico.

Cuando hablamos de la demanda se deben llevar a cabo una serie de acciones y movimientos  que ayuden a reducir la demanda energética. De acuerdo a la Agencia Internacional de la Energía, y como parte importante de la solución, el hecho de racionalizar la demanda (horas punta, demandas pico,  clasificación de actividades, etc.) puede ayudar significativamente a equilibrar la relación oferta y la demanda, ayudando a contener -y equilibrar a su vez- de alguna manera la volatilidad de los precios de los mercados energéticos y haciendo  crecer la confianza  y la seguridad que se pueda tener sobre el sistema.

En referencia al  ahorro de la energía, el asunto radica en llevar a cabo  actividades dirigidas a reducir el consumo de energía con un uso más eficaz de la misma….

Un diseño eficaz

Del lado de los proyectistas está la parte que contar con todos estos factores para hacer el trabajo que les corresponde.

Al proyectar un edificio, una instalación, etc.,  estas condicionantes de demanda (consumo) y ahorro, son los puntos de partida para el conjunto de decisiones de diseño.

Una manera de plantear el tema es decir que el objetivo es dotar al elemento de diseño (edificio, conjunto urbanísticos, sistema de instalaciones, etc.) de la doble condición de eficiente (energéticamente) y útil (confortable y funcional).

Si los arquitectos logramos combinar ambos conceptos (por resumir el asunto solo en dos), estaríamos en el camino arquitectónico y sostenible adecuado.