Un reciente viaje nuestro a Haití, aunque breve, bastó para evidenciar algunos cambios positivos que han tenido lugar allí.
Gracias a la ayuda de la comunidad internacional, sobre todo la europea, las carreteras han mejorado muchísimo. Desde Dajabón a Cabo Haitiano se transita en dos horas por una muy buena autopista sin baches y desde Elías Piña se puede ir en automóvil a Puerto Príncipe, a través de Veladero y Las Caobas, antiguo territorio español durante la colonia, por excelente carretera en tres horas y media. Esta última fue trabajada por la empresa del dominicano Manuel Estrella, quien ha ganado varios concursos internacionales financiados por la ayuda internacional, en contraste con las obras de Felix Bautista, contratadas con recursos del gobierno haitiano provenientes de financiamientos de Petrocaribe, muchas de las cuales han quedado inconclusas y todas cuestionadas. En guaguas con aire acondicionado se puede transitar por excelentes carreteras desde Santo Domingo a Aux Cayes, en la muy distante Península de Tiburón, frente a Jamaica, en nueve horas. Ahora se puede ir de Cabo Haitiano a Puerto Príncipe por una ruta alterna, a través de Hincha y San Rafael , antiguo territorio español en tiempos coloniales, por otra excelente vía. Se mantiene, sin embargo, el inexplicable corto tramo a la salida de Jimaní lleno de polvo y baches.
Un reciente, serio y objetivo estudio internacional evidencia, para indudable sorpresa de los dominicanos, que en nuestro país hay más violencia y crimen que en Haití. Los secuestros de ricos ya son allí cosa del pasado. En Puerto Príncipe el alumbrado público se nutre de paneles solares cuando en Santo Domingo en la Autopista de Las Américas se siguen robando los cables. Hasta dónde esa diferencia se debe a mejores controles tecnológicos o al civismo no pudimos determinarlo.
Haití sigue siendo, por mucho, el país más pobre del nuevo continente, pero observamos bastante menos miseria en comparación con la percibida durante otros viajes en los últimos 45 años. No por eso, sin embargo, se han reducido las presiones migratorias.
Se notan pocos vestigios del desastre del terremoto y menos presencia de la Minustah. La ayuda externa se ha reducido sustancialmente, así como el papel de las ONGS. Algunas de las obras financiadas fueron grandes errores, como el lujoso campo deportivo ubicado al lado de una muy triste favela. La universidad donada por el gobierno dominicano, al oeste de Cabo Haitiano, funciona bien.
Como resultado del menor volumen de ayuda internacional el gourde se ha devaluado un 50% en tiempos recientes. Ni el turismo ni las zonas francas crecen en volúmenes significativos y parte de los grandes empresarios y de la clase media siguen residiendo en el exterior. El ambiente para la inversión es muy frágil. Los apagones son mucho más frecuentes que en la República Dominicana, aunque se ha establecido una compañía privada de generación y distribución entre cuyos accionistas está Rolando González Bunster, accionista también de la generadora y distribuidora de electricidad de la zona de Macao-Bávaro. Luce que en octubre tendrán lugar elecciones. Aristide y Martelly han perdido fuerzas pero el Congreso sigue anárquico.
A pesar de todos los problemas que se citan en la prensa dominicana, Haití sigue siendo el segundo mayor mercado en el mundo para las exportaciones dominicanas. Las oficinas de las aduanas haitianas en Jimaní cuentan ahora con mejores edificaciones.
Es triste ver cómo sigue floreciendo el negocio del carbón. Dominicanos residentes en la frontera, con el apoyo de militares y funcionarios del gobierno dominicano, se benefician de la tala de los bosques y su conversión en carbón, el cual es trasladado en yolas por el lago Azuei para llegar a un pueblo a pocos metros al oeste de Jimaní. Desde allí es llevado en camiones a Puerto Príncipe, donde, dado el muy grave problema de desforestación, prácticamente no hay carbón y los pobres lo demandan mucho. Es un negocio binacional entre pobres. Ahora ha surgido una nueva vertiente, pues ese carbón es de tan buena calidad que los haitianos lo están exportando para las barbacoas de los ricos de la Florida. Cada vez que paso por el "poblado del carbón" noto que deviene más grande, pues el negocio lamentablemente aumenta de volumen.