En nuestros días, el lenguaje no define con exactitud los actos mediatos o inmediatos de la gente y  de ahí que los de corrupción han sido llamados desde “indelicadezas” hasta “bellaquerías”, el atraso social, la condición de los “desfavorecidos,” la independencia de criterios expresada con sinceridad “resentimiento social,” la libertad irrestricta, “inclinación a la peligrosa conducta anárquica”, la felicidad “locura incurable”, la incitación a esa libertad “libertinaje”, el robo por los pudientes “cleptomanía”, la mediocridad, “ausencia temprana de oportunidades”, las preocupaciones legítimas “depresión”, el ruido “música moderna”, el delirio “novedad” y hasta “posmodernidad”, la vulgaridad “adaptación a los nuevos tiempos”, la pobreza creativa “farándula” , la mitificación de personajes célebres, “iconocidad”, la riqueza mal habida “privilegio de unos pocos”, el robo de poca monta “chiquitismo”, el robo a gran escala “genialidad”, la presencia constante e injustificado en los medios obsequiosos, “liderazgo,” el absurdo, “exotismo,” la sumisión “lealtad”, la compasión “sentimentalismo”,  el cuidado al caminar en un mundo conflictivo “cobardía”, la indiferencia ante los problemas de la gente “sensatez,” la búsqueda de soluciones “entrometimiento”, el disparate político injustificable fask news, la inadaptación a una sociedad excluyente, “rebeldía sin causa”, la imposición, “razón de Estado,” la honradez a toda costa “pendejismo”.