Vivimos en una sociedad que se caracteriza por su conservadurismo,  situación que no favorece cambios políticos, sociales o económicos razonables. Este carácter conservador se ha afianzado en el país a la par con el neoliberalismo y, de manera irónica, a la sombra de los gobiernos del PLD. Los alumnos predilectos del profesor Juan Bosch se tragaron en pocos bocados las prédicas políticas y éticas del maestro.

Consciente que los miembros de su partido eran parte de lo que él mismo definió de manera magistral como pequeña burguesía trepadora, Don Juan trató de crear un nuevo ser político a base de cursos, cursillos, talleres, círculos de estudios, publicaciones, periódicos, o sea toda la gama de instrumentos que un ser culto e íntegro pudo concebir para formar una nueva élite política. Su propósito no prosperó  y vivimos cada día el resultado del fracaso de este intento único en la historia dominicana.

No sólo el PLD no se encarriló por el sendero de un cambio de modelo, sino se lanzó en delirios de grandeza, corrupción y seudonacionalismo.

Al acercarse de nuevo el tiempo de elecciones, el cambio de modelo estará de nuevo en boca de todos los candidatos, que prometerán encausarnos hacia un nuevo rumbo, luchar contra la pobreza, realizar el pacto fiscal,  mejorar los salarios,  aprobar la ley de partidos, seguir con la revolución educativa y, ¿por qué no?, producir la  revolución del sector salud, garantizar la seguridad ciudadana y un largo etcétera de promesas que nunca se cumplirán.

Cada uno pichará  su juego en un partido costoso, aparatoso, en función de sus intereses corporativos partidistas. La política es asunto de inversión donde se combinan patrimonialismo, clientelismo, populismo y asistencialismo y donde mansos y  cimarrones de todos los colores bailan juntos para aprovecharse de la repartidera de los beneficios provenientes de sus aportes de fondos.

Es por eso  que no hay motivaciones para cambiar el modelo. Bastará con unos retoques cosméticos. Ya unas oportunas encuestas y la propaganda demuestran que la mayoría de la población está feliz de tener como candidato a la reelección al presidente de mayor popularidad en América.

El conservadurismo que reina en el ambiente es una intoxicación grave. Con tal de mantener el estatus se aceptan la corrupción, el sistema de  prebendas, la iniquidad, las manipulaciones y las mentiras en todos los niveles.

¿Cómo desenredar esta maraña si de nuevo la oferta electoral nos promete más de lo mismo? A todos y a todas nos convendría un verdadero cambio de modelo. Nos merecemos todos luz, agua, educación para el siglo XXI, seguridad ciudadana, planificación, protección del medio ambiente y del patrimonio cultural.