La modificación de nuestras creencias no se realiza por una simple argumentación racional, especialmente si las mismas están cargadas de estereotipos y prejuicios.
No es de extrañar por qué muchas veces resulta estéril intentar convencer al xenófobo de que no hay evidencia a favor de su perspectiva, ni contrarrestar con información científica el planteamiento populista de un líder político irresponsable.
Nuestras creencias, prejuicios y estereotipos tienen una base emocional muy importante que no puede ser abandonada repentinamente a riesgo de dejar al individuo arrojado a un estado de ansiedad, desolación e incertidumbre. Y del mismo modo en que las cosmovisiones del mundo se construyen de manera paulatina, es de un modo gradual como pueden ser modificadas.
Distintos estudios muestran que la exposición a situaciones concretas donde se ponen en cuestionamiento nuestras ideas sobre el mundo ayudan a modificar nuestros puntos de vista. Por ejemplo, los estereotipos y prejuicios raciales, así como los estigmas y conceptos discriminatorios han experimentado cambios cuando las personas que los poseen entran en contacto y viven experiencias comunes con individuos que son objeto del rechazo social por su etnia, enfermedad o lugar de nacimiento.
Por tanto, debemos saber que la exposición muy temprana de los niños a escenarios caracterizados por la diversidad cultural pueden ayudar a la erradicación de muchos de los estereotipos, prejuicios raciales y falsas creencias sobre determinados grupos humanos. En todo caso, se trata de una tarea a largo plazo y requiere del ingente y coordinado esfuerzo del Estado, organizaciones sociales no gubernabentales, educadores y ciudadanos en general.