El Plan Social de la Presidencia gastó, en este diciembre 2015, más de mil millones de pesos en entrega de canastas navideñas. En diciembre 2013 se gastaron 1,050 millones. Aquí, no se está sumado el gasto de los ayuntamientos, el Congreso Nacional (más de 100 millones), diversas instituciones públicas que la entregan directamente a sus empleados. Además, los millones que gastan los partidos políticos, con fondos públicos provenientes del financiamiento a través de la Junta Central Electoral.

Cabe preguntarse ¿Cuál es el déficit social que va a cubrir con los cientos de millones gastados por todas estas instituciones? Hasta cuánto se reduciría el déficit de viviendas en las comunidades fronterizas? ¿Hasta cuánto se reduciría el desempleo en Hato Mayor, El Seybo, Monte Plata, Jimaní y Elías Piña? ¿En qué proporción disminuirá la pobreza?. ¿Y el aporte a la reducción de la brecha digital? ¿Y el hambre será cero por un día?. ¿Hasta qué nivel se alcanza bienestar material?. ¿Cuál es el aporte al combate a la pobreza?

Con el dinero por gastar, estimado en más de 1,300 millones, se podrían crear más de 5 mil microempresas, con capital cada una de 200 mil pesos, las cuales crearían 20 mil empleos directos y 20 mil indirectos. En las cinco provincias anteriormente mencionadas se podrían construir más de 2 mil 500 viviendas y reparar un estimado de 15 mil soluciones habitacionales. A cuatro años de gobierno se construirían más 10 mil viviendas de interés social, la más grande de toda la historia, y se haría un aporte significativo a la reducción de desempleo.

Pero, para alcanzar estos indicadores hay que tener un proyecto integral de desarrollo del país, desde una perspectiva de descentralización de las finanzas públicas, una estrategia de desmonte de la cultura del clientelismo y del patrimonialismo. Una visión que apunte hacia la cohesión social y territorial, al fomento de políticas públicas para fortalecer el esquema de inversión en proyectos que permitan alcanzar mejoría en la igualdad de oportunidades y aplicar la Estrategia Nacional de Desarrollo.

Sin embargo, el legado balaguerista y de la casa No. 25 de la avenida Máximo Gómez, sigue operando en el sistema político dominicano. Un legado que apenas sirve para profundizar las prácticas clientelistas, las cuales en estas navidades preelectorales serán ampliadas.

Los candidatos y candidatas a cargos presidenciales, municipales y congresuales observan erróneamente la coyuntura navideña como una oportunidad para influir en el mercado electoral. Pero no entienden que el porcentaje de fidelidad a los partidos ha bajado. La gente está cogiéndole a quien le dé lo suyo. Las primarias de los partidos, donde se hicieron, así lo han confirmado.

Todavía, la política dominicana opera con la lógica de hacer ahora para cobrar clientelarmente ahora,  y no para producir mañana cambios sociales y mejorar las condiciones de vida de la gente. Una canasta navideña solo sirve para producir un gozo momentáneo, el cual se disuelve al día siguiente. Y el político la entrega para ganar fidelidad. Pero, los partidos seguirán compitiendo en el mercado electoral, el cual está caracterizado por poca fidelidad por parte de la población pobre de votante.

Superar esta forma de derroche de los fondos públicos, es un gran desafío. El dinero fácil de obtener es el más fácil de botar.