¿Habrá cambio en el comportamiento humano después que pase la pandemia?. Ya los comportamientos comenzaron a cambiar. Hoy actuamos de una manera diferente. Hay una actitud de protección individual. El distanciamiento físico, el aislamiento social, las medidas de higiene, el pasar más tiempo en familia y las mil maneras de sobrevivencia económica son parte de la estela de comportamientos. Estas actitudes o comportamientos acompañarán a la persona por mucho tiempo.

La cultura del lavado de las manos, desarrollada con la pandemia de la gripe española en 1918 y otras posteriores, se profundizará y debería tener un impacto significativo en la salud colectiva de la población y en la disminución de enfermedades respiratorias, dérmicas e intestinales. La gripe estacional produce cada año más de 650 mil muertes en el mundo. En investigaciones de la OMS se registra que el 95% de la población mundial no se lava las manos. Esto provoca la muerte de 3.5 millones de infantes por diarrea y neumonía. Ahora, una cultura de higiene sin medios para la limpieza mantiene los comportamientos tradicionales. La gran mayoría de la población de países empobrecidos carece de acceso a servicios de agua potable.

Hay que decir que el miedo a la infección por coronavirus continuará en fase inicial de clausura de la pandemia. Volverán los abrazos, los besos, los encuentros y los espectáculos, pero se mantendrán actitudes de distancia física ante las personas desconocidas e incluso podrían surgir actitudes racistas, nacionalista y aporofobia o rechazo a los pobres. Las personas con más de 60 años, las más conscientes sobre su estado de vulnerabilidad, y las que están afectadas por diabetes, hipertensión, asma, Etc. estarían desafiadas a comportarse con cautela. La duda sobre la eliminación de la pandemia se sostendrá por muchos tiempos.

Las empresas privadas jugarían roles en el comportamiento social. Para construir el comportamiento humano debe haber un proceso de socialización e interacción social. La gente comparte en espacios públicos y privados. Las empresas privadas y de servicios públicos deberán aplicar normas más radicales para la higiene, o en contrario la gente la reclamará o priorizará aquellos mercados más protectores, especialmente aquellos de consumo masivo. La cultura preventiva en salud debería insertarse en las estructuras públicas y privadas.

Por su parte, gran parte del mundo cerró sus puertas para la entrada de periódicos a las viviendas.  El miedo a la cadena de contagios ha producido millones de pérdidas a las empresas de comunicación. La opción de lectura digital abre un nuevo capítulo para aquellas personas con pocas costumbres de acceder a información mediante páginas web y la Internet. La comunicación, sea digital o impresa, siempre será una necesidad humana y parte del proceso de socialización ideológica de las sociedades. Es parte de la supraestructura de dominación.

Por otro lado, hay que comprender que el teletrabajo ha sido una modalidad que ha tomado mucho cuerpo desde inicio de este siglo XXI; más en Europa, China, Hong Kong,  Estados Unidos y en parte de los países localizados en la semiperiferia, algunos de América Latina. Es una nueva modalidad de relaciones sociales de producción capitalista. Si los trabajadores lograron jornadas laborales de 8 horas, con el teletrabajo se pueden trabajar muchas horas más y las posibilidades de organización colectiva se disuelven. Los autónomos o profesionales liberales que trabajan desde el mundo de la virtualidad están quedando desprotegidos de la seguridad social. Su oficina particular, mayoría de veces en su residencia u hoteles, ocupa los espacios físicos de la empresa y los costos fijos terminan siendo cubiertos por el contratado. No hay espacios para la interacción social ni para ocio, porque el flujo termina tragándose las relaciones familiares. La cultura del teletrabajo apenas está en desarrollo, con una media de 5% en Europa.

Actualmente el confinamiento ha forzado a los propietarios de los medios de producción para que acudan a modalidades de trabajo que le garanticen parte de su sobrevivencia. Aunque no toda la empleomanía que entra en cadena de la división social del trabajo se ajusta al teletrabajo, como los empleos operativos y que predominan en la base de la pirámide de grandes empresas y quienes trabajan en las calles y en la informalidad. Una camarera, cajero o cajera, mesero, jardinero, electricidad, taxista, plomero, trabajadora doméstica, Etc. no pueden teletrabajar. Por lo tanto, en el confinamiento la pasan bastante mal.

Laboralmente no hay no hay una única opción para los pobres aislarse socialmente. Un aporte a la distancia social y física para los pobres es el trabajo endógeno en el barrio, lo cual limitaría los desplazamientos laborales hacia los grandes centros urbanos de proximidad residencial de la clase media. Pero esta opción se construye a mediano y largo plazo, y tendrían un extraordinario impacto en los sistemas de movilidad urbana y en los bolsillos de trabajadores y trabajadoras. 

¿Se sostendrán estos comportamientos? Un comportamiento se sostiene en la medida que se construye socialmente. Se sostiene por coerción o por consecuencia que derivan en cuestionamientos a las actitudes personales. La coerción a los comportamientos irregulares o “anormales” se produce cuando las acciones sociales externas o de los otros individuos semejantes van por un camino diferente. Si las prácticas de higiene adquieren carácter socialmente institucionalizado se podrían mantener. La familia deberá jugar un rol esencial, y lo está jugando, en el comportamiento de los niños y niñas sobre las reglas de higiene. También la escuela, espacio donde se produce la segunda socialización de construcción de conducta y de imaginario social, después de la familia.

Los comportamientos no son lineales. La gente se comporta de modo diferente. Depende de grupo social. Fijémonos que el confinamiento, o encerramiento para algunos, ha sido asumido de modo desigual. La clase media y quienes trabajan en la Administración Pública, los gerentes de empresas privadas y profesionales liberales, por razones del ingreso económico, son los que más condiciones tienen para mantenerse en confinamiento. Los comportamientos colectivos para que se sostengan tienen que integrarse en la conciencia individual. La resistencia al toque de queda en los sectores populares es muy visible tanto en los países desarrollo como aquellos que tienen menos desarrollo. El toque de queda es un medio de monopolio de la violencia por parte del Estado, asumido como autoritarismo por una parte y como legítimo por otra parte. Esta última parte, la clase media, lo asume con más alto grado de conciencia.

El sistema educativo ha comenzado a balbucear algunos cambios. Muchas universidades, escuelas, empresas y gobiernos que se resistían al trabajo y la enseñanza virtual han aprendido la lección con coronavirus. Están más conscientes de que es posible otra manera de trabajar y estudiar. Un gran desafío es provocar la separación entre el trabajo con flujos o nodos digitales y la inversión de tiempo en redes sociales (Facebook, Twitter, Youtube, Instagram, Whatsapp, Etc.), tiempo, este último, muchas veces inútil y de poca eficiencia para el alcance de resultados. El coronavirus ayudaría a observar esta nueva manera. Aunque las estructuras organizativas de las instituciones educativas no necesariamente están adaptadas para dar respuestas técnicas ni la sociedad con baja desarrollo tiene la capacidad para dar respuesta a la igualdad social del acceso a tecnología.