Cambiar o enloquecer. No tenemos otra salida. Tomemos dos ejemplos de gran relevancia para la opinión pública dominicana: la educación y la cuestión de la seguridad.
Recuerdo que hace algunos meses el Presidente de la República pedía a los empresarios dominicanos la elaboración de productos con mayor valor agregado. Aunque no tengo especial inclinación hacia el humor negro, el titular me arrancó una carcajada. El Dr. Fernández ha sabido servirse del enigma como arma política. Su carácter poco descifrable se debe tanto a la administración del silencio como su tendencia a contar chistes con absoluta seriedad.
La cara hosca y la viva insistencia por parte del Diputado Abel Martínez para que votasen los "honorables" no bastaron. Al final, los honorables fueron los menos. Aprobado el Propuesto Nacional para el 2012, el Presidente de la Cámara de Diputados pudo partir, temprano, con el sentimiento del deber cumplido. Presidente de la Cámara de Diputados, se le vio el refajo. Sabemos de qué están hechos sus ideales, sabemos a quién se debe. El mensaje fue breve y claro: campaña y bolsillos primero.
El principal argumento del actual gobierno ha sido lo económico. El crecimiento sostenido del PIB y la estabilidad cambiaria que todo lo pueden. Es un argumento propio del gobierno de un país que ha sufrido grandes catástrofes económicas, un país en el que nunca se ha invertido 3% del PIB en educación. La actual gestión ha sido otro gran fracaso económico para la historia. Persistir en el error que han cometido nuestros gobernantes desde siempre no puede ser llamado de otro modo. Seguimos desperdiciando nuestro mejor recurso: el capital humano.
En lo que concierne a la seguridad la situación no es diferente. El gobierno, cuando le conviene (y le conviene con frecuencia), se refugia en la ilegalidad. Toda la clase política y empresarial se aprovecha de las desigualdades. Compran voluntades tomándolas por el estómago y las utilizan como perros o mulas, como animales sacrificables.
El clientelismo convierte la sociedad en una suerte de capitalocracia. Tales cambios no aparecen sin la transformación de los valores. No se nos puede ensuciar el alma y pedírsenos a la vez seamos buenos ciudadanos. Violar la ley y cumplirla.
El concepto de doble vínculo o de doble constreñimiento fue desarrollado por la Escuela de Palo Alto, en el contexto de su teoría de la comunicación humana, siguiendo la intuición del antropólogo Gregory Bateson. La situación de doble vínculo pone al sujeto en un callejón sin salida, se ve imposibilitado de satisfacer los deseos paradójicos de un otro con quien mantiene una relación de dependencia. Es el caso, por ejemplo, de la madre que quiere que su hijo tome una prueba para probarle lo incapaz que es. El hijo no tiene forma de satisfacer a su madre. No puede dejar de tomar la prueba. Tampoco puede pasarla con éxito, y no pasarla sería sólo una prueba más de que es indigno de amor.
Que se pida productos con mayor valor agregado negando mano de obra calificada (educación) es un contrasentido. Pedir que se cumpla y que se viole la ley es un absurdo. Estas, y muchas paradojas más, nos mantienen atrapados entre la sinrazón y la sensatez.
Los paloaltistas insisten en que exponerse a esas paradojas negativas durante largos periodos de tiempo puede conducir al desarrollo de la esquizofrenia. La salida: corregir la lógica errada y circular.
Reducir las incoherencias es el trabajo, como única interesada, de la ciudadanía. Cambiar o enloquecer.