Los últimos veinte años han sido suficientes para demostrar que las inversiones que se limitan a mejorar los desplazamientos individuales a través de una mayor fluidez del transporte privado no han mejorado el caos y el desorden que imperan en la capital de la nación, ya que en la medida en que se aumentan los kilómetros de vía, el tránsito tiende a utilizar estas nuevas rutas provocando el efecto conocido como “tráfico inducido”.

El registro levantado por la Dirección General de Impuestos Internos (DGII) indican que al 31 de diciembre del 2017 el parque vehicular ascendió a un total de 4,097,338 unidades, con un incremento de 243,300 vehículos en relación con el 2016, lo cual corresponde a un 6.3%. En el Gran Santo Domingo se localizan un 40.0% del total registrado a nivel nacional y es importante destacar que en esta zona metropolitana se encuentra el 60.2% de los automóviles registrados y el 49.7% de los jeeps para un total de 729,305 unidades correspondiente al 56.7% de las unidades vehiculares (automóviles y jeeps) de todo el país, las cuales contribuyen con la saturación de una estructura vial que a pesar del aumento en la generación de nuevos kilómetros lineales, no ha podido dar una respuesta definitiva a los problemas troncales que producen la congestión de sus principales arterias.

Esta primacía del parque vehicular se produce por la condición de la capital, caracterizada por ser el centro político, económico, social y cultural del país, con una superficie de 91.58 Kms², una población ascendente al millón de personas y una población flotante de un millón de personas adicional que diariamente ingresa al perímetro capitalino por alguno de sus diecisiete (17) puntos de acceso. Por lo tanto, se requiere transformar la cultura de movilidad que ha primado en la metrópolis, cambiando el sistema que prioriza los desplazamientos individuales en vehículos privados, por un sistema donde se incentiven los desplazamientos colectivos.

Para estos fines no es necesario construir a lo interno de la ciudad, más elevados ni viaductos, no se requiere ampliar las vías, no es necesario incrementar la demanda de las avenidas troncales generando pares viales de un solo sentido y mucho menos se requiere aumentar la velocidad a lo interno de la ciudad, en definitiva, no es necesario incentivar el uso del vehículo privado. Para solucionar el caos histórico se requiere fomentar los desplazamientos colectivos, priorizando la inversión en un sistema que invite a los usuarios a migrar hacia los medios masivos y así estimule un menor uso del transporte privado, incidiendo en una reducción del número de unidades vehiculares en nuestras calles. Este estímulo requiere tres acciones prioritarias: i) ordenar la oferta de transporte colectivo, ii) limitar a su mínima expresión el parqueo en las calles y iii) regular el acceso de vehículos privados a la ciudad y a ciertas zonas estratégicas.

La solución definitiva inicia por el cambio en el modelo de desplazamientos, el cual será efectivo si priorizamos recursos humanos, financieros e institucionales en garantizar la consolidación de un nuevo modelo orientado a lo colectivo.

Erick Dorrejo M. / @erickdorrejo