La verdad es que la política de nuestro patio, gracias a la peculiar manera de ser de sus principales protagonistas, y del pueblo nuestro, tan alegre, tan dicharachero y tan cogeloqueteden cuando hay oportunidad, han convertido el proceso de las elecciones  que debería ser lo más serio del país, en un tremendo espectáculo popular, lleno de algarabía, caravanas festivas, agitadores de masas a sueldo, mamis y papis bailando por las calles, espectáculos de todas índoles, música ensordecedora, canciones politiqueras alienantes, bandereos, compra de votos al por mayor y al detalle, abrazos y besos a viejas desdentadas, machacones eslogan sin pies ni cabeza, carteles feos de gente fea, pan y circo para los participantes, es decir, romo, sancocho y gasolina, falta de transparencia, quejas, rifirrafes, y reclamaciones  antes, en, y después del parto de los resultados, y mil patochadas más.

A nuestro entender, toda esta singular parafernalia podría sustituir al Carnaval Dominicano, al menos una vez cada cuatro años, o  mejor aún, en cualquier tipo de justas electorales. Al paso que vamos, sobre la banalización de las elecciones nacionales, estamos seguros que el espectáculo a logra dejaría chiquito al famoso e internacionalmente conocido Carnaval de Río de Janeiro.

Veamos un ejemplo de cómo podría ser el asunto. Los vestidos o disfraces lucirían llamativos colores morados, blancos, colorados, amarillos, verdes según los partidos a los que pertenezcan. Los personajes principales representarían al presidente, otros a senadores, diputados, alcaldes, regidores y cualquier otro cargo.

El Rey del Carnaval electoral Dominicano sería el famoso Califé, y recaería sobre el político con más posibilidades de ganar, según las encuestas, el cual daría la apertura solemne de las fiestas y sería el primero en desfilar por el malecón, rodeado de acólitos y lambones, lanzando al público billetes de a quinientos, y tarjetas de solidaridad desde lo alto de su carroza.

Otros aspirantes podrían encarnar los Diablos Cojuelos de San Pedro, puesto que son mucho más diablos que cojuelos, balanceándose a cada paso para caer cualquier lado político, y llevan a cuestas cientos y miles de espejitos, con la intención de cambiarlos por votos a los muchos electores-indios que aún quedan por aquí.

Tenemos también el singular  personaje de corte rural, el roba la gallina, que ahora  ya opera en las ciudades y en lugar de llevarse estas jugosas aves,  se meten bajo el brazo con la misma habilidad cientos y miles de millones de erario público, que proviene de los impuestos.

El Se me Muere Rebeca, con sus grandes pechos y nalgas simbolizaría las tetas infinitas y las reservas traseras de “grasa” del Estado, de los que tantos se aferran y prosperan, y el muñeco de vapuleada Rebeca reflejaría a los pobres marginados que, de tanto halarlos de aquí para allá, se mueren de hambre.

Los vistosos Lechones de Santiago y los Diablos de la Vega estarían representados por aquellos aspirantes que disfrutan de dar tremendos vejigazos a diestra y siniestra entre sus posibles electores, solo para mostrar que ellos tienen la fuerza y el  poder de hacer lo que quieran.

Las carrozas de los que quieren alcanzar el puesto de alcaldes estarían decoradas con montones de fundas y tanques de basura, para estar perfectamente en armonía con la realidad, y los Papeluses, en lugar de llevar tiras de papel colgando  podrían lucir papeletas de a mil o dos mil, y podrán llamarse así los Papeletuses, nombre bastante parecido pero con mucha más riqueza semántica.

Los políticos más duros, los que se enfrentan entre sí en luchas intestinas por el poder, al estilo de los  Toros  de Montecristi, enfrentándose a puros fuetazos,  y los más rabiosos en este sentido, fungirían de Cachúas sureños, que colocan cuchillas en las puntas de los látigos para mayor castigo.

La Muerte en Jeep, simbolizaría el desastre de nuestro tránsito vial, el segundo en proporción de accidentes en el mundo. También serían muy vistosas las Caravanas de los Ricos con cientos de lujosos vehículos, y contrastarían con las Caravanas de los Pobres, montados de a dos, tres o cuatro personas en desvencijados anafes, llamados motores, en los “tricículos”, o en los vehículos que más abundan a nivel popular, los coches de San Fernando, unos ratos a pie, y otros andando.

Y así, muchísimas más  representaciones posibles de nuestro rico y variado vivir. Como vemos, tenemos material  de caliidad suficiente para hacer el Carnaval de las Elecciones Dominicanas, sin duda alguna, uno de los show más variados, pintorescos y atractivos del mundo. Aprovechemos la ocasión. Nos traería dinero, fama y mucha alegría que siempre hace falta. Total, los resultados son lo de menos, gane quien gane, todo va a seguir igual.