Lo mejor de nuestro país y su mayor riqueza, además de sus paisajes entrañables, su tierra generosa y sus riquezas naturales, es su gente. Alegres, sonrientes, generosos, solidarios, hospitalarios, capaces de disciplinarse y de triunfar en cualquier parte del mundo como lo demuestra una diáspora vibrante que nos llena de orgullo, así son los dominicanos y dominicanas.
Sin embargo, a pesar de tener tanta gente buena y valiosa que muchos nos envidian, todos están de acuerdo sobre un punto: algo anda mal en la sociedad dominicana. La cuestión es saber por qué los dominicanos que aquí rechazan las leyes y el orden, se encarrilan, sintonizan y cambian el chip cuando son confrontados a otras sociedades, más organizadas. Esto demostraría que las muertes violentas, los feminicidios, así como las ejecuciones extrajudiciales y otros males no son inherentes a nuestros hombres y mujeres.
Entonces, lo que nos hace falta es cambiar el chip. Debemos reflexionar sobre cómo hacerlo al iniciar un nuevo año que se anuncia intenso. Cómo no poner todos nuestros huevos en la misma canasta creyendo o fingiendo todavía creer que un partido o un hombre providencial va a cambiar la suerte del país. No es tal, o cual candidato que va a proveer de los millones necesarios para la reparación de esta o aquélla cancha deportiva o complejo habitacional como ya rumoran los politiquitos de turno en los barrios.
Un primer paso seria no dejarnos abrumar por los malos, por los políticos baratos, la violencia, las manipulaciones, el clientelismo y resistir al conformismo cultural que nos han impuesto.
Mientras la dirigencia política nos ha ofrecido en los últimos meses un desastroso cuadro de manipulaciones, traiciones, perjurios y vergonzosas y reiteradas canastas para los pobres con el dinero del contribuyente, hay gente, hay juventud que trabaja, ayuda, coopera. Muchos de ellos entienden que el cambio solo puede llegar con el empoderamiento y la educación y con el fortalecimiento de una ciudadanía sujeto de derecho que conozca sus obligaciones y sus deberes.
Debemos fortalecer la sociedad civil en todos los sectores, pero favoreciendo a quienes trabajan con la gente sin banderías partidarias, dando voz a tanta gente buena que está actuando de manera callada y desinteresada sin llamar la atención
En estas Navidades aparecieron muchas señales alentadoras de nuevas instituciones, personas, empresas que ya han cambiado su chip contribuyendo económicamente, e involucrándose de manera directa en hermosos gestos de desprendimiento, hermandad y solidaridad a favor de la educación integral y de la alegría de los niños, niñas y adolescentes, de los discapacitados y de los ancianos de los sectores más desfavorecidos.
Cambiemos, pues, el chip. Cambiar el chip es no ver a las personas como meras estadísticas, es prestar atención al ser humano, a sus condiciones reales de vida, a su núcleo familiar, es acompañarlo en su desarrollo integral.