“En los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento” Albert Einstein.

“Cambia tus pensamientos y cambiarás el Mundo” Norman Vincent Peale.

Un paradigma es un concepto, modelo o esquema, que utilizas como marco de referencia para tus acciones.   Un perro criado entre humanos, siempre será perro. Un humano criado entre monos, será mono, no humano (caso de John Ssabunnya).

El Homo Sapiens a diferencia de los demás animales, no actúa sólo de forma instintiva. Sin nuestros paradigmas, casi no podemos movernos.  Incluso las personas que se consideran liberados, rebeldes, no convencionales, etc., los utilizan. Aunque no con el mismo rigor que los muy tradicionalistas (neofobia). Podemos ver excepciones muy anárquicas  en casos patológicos, como en algunas esquizofrenias.

Los paradigmas deben ser flexibles y deben ser adaptables a la existencia humana. La ley está hecha para el Hombre, no el Hombre para la ley (Marcos 2, 23-28).

Nuestros paradigmas deben crecer con nosotros, adecuarse a nuestra existencia y ser marcos seguros para nuestras sociedades. Si este no es el caso, deben indiscutiblemente ser revisados.

Vivimos una crisis de valores, lo que afecta nuestro marco referencial. Las crisis pueden ser positivas o negativas, dependiendo de nuestra actitud. Necesitamos reinventarnos.

Nuestra especie ha podido crear agrupaciones incluso de millones de personas, por nuestra espiritualidad y habilidad para comunicarnos (Yuval N. Harari). Actualmente tenemos una crisis a nivel de nuestros valores espirituales y nuestra comunicación ha aumentado mucho en cantidad, pero no necesariamente en calidad.

Un parásito se beneficia de aquello con lo que se asocia, pero lo perjudica. Debemos dejar de ser parásitos. Hemos creído que debemos competir con los demás hasta que logremos imponernos, eliminándolos. Estamos comprendiendo nuestro error, pero muy lentamente. Mi meta de: “yo ganar y tú perder” debo cambiarla por: “ambos ganemos”.

Nuestra especie solamente subsistirá, si podemos replantear nuestros padigmas.

Los humanos tenemos tantas divisiones y estamos tan especializados en las sociedades, que se nos dificulta pensar de forma global. Necesitamos pensar como un solo grupo: la Humanidad.

La buena conducta  antes se fundamentaba exclusivamente en el temor al castigo divino. Ahora la ciencia nos ha explicado por qué debemos portarnos bien. Los pecados contra tu cuerpo: como excesos sexuales, alcohol, pereza y gula, la Medicina te ha demostrado que son castigados duramente, con enfermedades. Los pecados del pensamiento: como envidia, rencor, egoísmo, odio o falta de fe, la Psicología te indica que te impiden ser feliz. Los pecados contra el prójimo: violencia, mentira, traición, robo o crímenes, las ciencias sociales te muestran que tarde o temprano, la vida te pasa factura, de una u otra forma. Los pecados contra la Naturaleza: han provocado tales daños al Medio Ambiente, que el castigo divino podría ser tan terrible, como la exterminación de la especie humana. Como ves, aun si no crees en el infierno, no puedes confiar en la impunidad. No necesitamos que Dios se enoje con nosotros, para que sus leyes nos aplasten si las violamos.

La vida del humano cambia solamente cuando el humano cambia su vida. El resto es demagogia. Si no nos transformamos nosotros, cualquier medida social que tomemos, será insuficiente.

Sigue estando vigente el llamado de: “conviértete”.

Somos energía y todo lo que conocemos es realmente energía, aunque pueda manifestarse temporalmente como materia. Tenemos un conocimiento muy deformado de la realidad, que no nos permite realizarnos de forma plena. En la medida en que ampliemos nuestro marco conceptual, se expandirán nuestros horizontes y posibilidades. Estamos teniendo una existencia mediocre, en relación a la que debiéramos desarrollar. Es hora de priorizar el desarrollo del control consciente de nuestra existencia, en armonía con las leyes y orientaciones que guardamos en nuestro interior, a veces sin saberlo.

Se nos enseñan la mayoría de los paradigmas en la niñez y asumimos que ya no es necesario revisarlos. Es preciso que cada individuo, institución pública o privada, contribuya a esta reeducación de adultos. Lo que sabes, evidentemente no ha sido suficiente. Quienes te educaron hicieron lo mejor que pudieron. Ahora es tu turno.