Una amiga me llamó un día asustada a preguntarme si en el Parque Eugenio María de Hostos había cámaras de video. A pesar de lo mucho que disfrutaba el parque le confesé que la realidad era que no tenía idea, pero ¿por qué le interesaba saberlo? Me contó que había pasado una noche allí con su ex novio y no le había dicho a su jefe, quien parece se había enterado.
Su jefe resultaba ser un miembro del Comité Central del PLD, y ella además de empleada, era una amante de éste. No sé si temía que la despidieran de la relación o del trabajo, pero el hecho es que me hablaba con temor. Le dije, desde mi ingenuidad, que en cualquier caso no era posible de obtener con facilidad los videos. Me dijo que ya él le había dicho que pediría las fílmicas de ese día a los organismos de seguridad, que era capaz de obtenerlas y que lo que ella dudaba en todo caso era si había cámaras o era un bluf, para ver si ella confesaba lo que había sucedido. Al final creo que confesó, no le volví a poner el tema ni sé que fue de la relación. Esto no lo menciono como una denuncia ni un cuento, lo cito como un ejemplo.
En un país como el nuestro de institucionalidad precaria, un país presidencialista, de anillos, de verticalidad autoritaria, de comités políticos y comités centrales, este tipo de escenarios no sorprenden. El poder tiende a la arbitrariedad y pone en riesgo derechos y libertades, razón por la cual hay que mantenerlo siempre a raya.
Recientemente Roberto Salcedo, alcalde que aspira con su reelección completar 18 años en el Distrito Nacional, propuso como medida de seguridad que cada edificio que se construyera en la ciudad posea cámaras de videos y que estas estuvieran conectadas al 911. De esa manera estaríamos protegidos, vigilados y supuestamente la delincuencia aminoraría. El problema y los temores con la delincuencia son tan grandes en la actualidad que estamos dispuestos a sacrificar cualquier libertad que tengamos a los fines de que sea grabado nuestro atacante o asesino.
Pero ¿quién vigila, que vigila y quién vigila a los que vigilan? Son las preguntas más importantes que tenemos que hacernos. Edward Snowden comprobó que esta actitud amenazante del miembro del Comité Central ante mi amiga, no se reduce a una situación local. Snowden ha dicho en reiteradas ocasiones que era usual ver a los miembros de la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos (NSA) captando datos, abriendo correos y gastos de sus parejas o relacionados, con el uso del aparato del Estado.
Y “bajo observación actuamos menos libres, lo que quiere decir que somos menos libres” dice Snowden. Como en la idea del Panopticon de Jeremy Bentham no es siquiera necesario que te estén viendo para que tú actúes diferente, con sólo que creas que te están viendo, pasas a actuar diferente.
Dice también Snowden que el hecho de “Argumentar que no te interesa el derecho a la privacidad porque no tienes nada que esconder, es lo mismo que decir que no te interesa la libertad de expresión porque no tienes nada que decir”. Ambos te superan como individuo y son mejor comprendidos cuando nos faltan.
Personalmente, le temo a un sistema de vigilancia central controlado por el Gobierno de turno en un país sin institucionalidad. Más partiendo del ejemplo de temor con que me habló mi amiga. Si algo, instalar cámaras debería ser prerrogativa de cada edificio y disponible ante la solicitud de un juez o de un policía, no a la libre idea de control Estatal.
La imposición del Estado vigilante puede afectar varios derechos fundamentales y sociales. El enfoque no debe ser desde la minoría que delinque sino desde el ciudadano común que no desea verse controlado ni ver violada su privacidad, y que está en su derecho. Todos tenemos el derecho de movernos sin ser asediados, fotografiados ni grabados.
Del internet podemos salir, cada día mas difícil cierto, el teléfono lo podemos apagar, pero de las calles es casi imposible. El temor es real y comprobable cuando vemos este tipo de propuesta que hace Roberto Salcedo. Un Estado totalitario es cada vez más cercano y más fácil de obtener, sobre todo con estos avances tecnológicos y este tipo de autoridades.
Y el Estado puede cometer errores no sólo por maldad sino por ineficiencia y torpeza. Ejemplo de esto puede darse en la fragilidad de un sistema interconectado nacional, todas estas videocámaras de edificios son presa fácil de un pirata cibernético de bajo rango si están conectadas al internet. Imaginen entonces lo fácil que podría caer toda esta vigilancia en manos de ¡cualquiera! Urge establecer los límites y garantías de estos sistemas para proteger la libertad y privacidad de todos, para evitar más sumisión y conformidad de los dominicanos ¡Que sólo por eso, al Parque Eugenio María de Hostos ni siquiera yo he vuelto!