El camaleón es un reptil que disfruta del poder de transformarse, según requiera la circunstancia que le requiera, para poder sobrevivir. “En el ser humano, puede utilizarse esta aptitud, como alegoría en cuanto a la capacidad de cambiar de opinión, actitud o imagen con facilidad y según sus conveniencias”.   ¿Puede ésta ser una virtud o una falsedad?

Nunca antes, el ser humano, en este caso el dominicano, había sentido la necesidad de tomar prestado al camaleón, su afortunado recurso de simulación o disfraz. Esto así, porque las deformadas circunstancias que nos envuelven en este panorama de incertidumbre y falsedades descaradas que se nos enrostran e imponen, no le dejan la posibilidad de ser honestos y demostrar libremente, sus verdaderas y auténticas personalidades.

Luego del discurso pronunciado en el Almuerzo de la Cámara Americana de Comercio, por el Embajador norteamericano, James (Wally) Brewster, donde con licencia diplomática o no, denunció todas las verdades que nos duele admitir sobre la corrupción que ahora nos limita en el mundo como gran país, todos ciframos de nuevo las frustradas esperanzas en una respuesta idónea y sin recurrentes medias tintas de parte del Presidente Danilo Medina, en su discurso enunciado en el mismo lugar.

Mientras aumentaba el delirio de una audiencia robotizada y expectante, de igual manera, seguían fluyendo tanto las palabras de nuestro presidente, tratando temas alejados de lo concerniente al asunto,cuanto más ensayaba su indiscutible recurso de apología en defensa de lo indefendible, y sentenciando al mismo tiempo sus teorías que cual camaleón, intenta inútilmente convencer a una audiencia ya adiestrada a la falacia.

Armado de valor, muy bien podría el incumbente del Ejecutivo ayudar a cambiar el curso actual de nuestro destino con la total transformación del Poder Judicial, indudable y medularmente prostituido en todas, repito todas, sus instancias

Pero resulta ser que desde todo punto de vista, tanto el locutor como el oyente, se han visto en la imperiosa necesidad de utilizar el mismo recurso “camaleónico”, que caracteriza al afortunado animal.   Esto así, porque ya el dominicano no dispone de tabla de salvación alguna, para recurrir a los derechos que le otorga un triste papel, que lleva el Respetable Título de Constitución.   Papel que faculta a nuestro presidente y su Poder Ejecutivo, a reformarlo antojadizamente para la Reelección, mientras le prohíbe intervenir en la reforma de los “derechos inalienables” destruidos, de los otros Poderes: Legislativo y Judicial.

Armado de valor, muy bien podría el incumbente del Ejecutivo ayudar a cambiar el curso actual de nuestro destino con la total transformación del Poder Judicial, indudable y medularmente prostituido en todas, repito todas, sus instancias.

Señores actores; poderosos genios del populismo que corrompe todo lo que toca, como bien ha sido históricamente demostrado por los valientes países que han logrado sobrevivirlo e intentar sustituirlo; no somos ya, al menos los muchos seres pensantes que aún sobrevivimos en la República Dominicana, insisto, no somos un pueblo de ingenuos imbéciles, aunque bien pudiéramos parecerlo ante sus mentes obnubiladas por la adulonería de quienes los rodean.

Estamos asqueados frente al descaro de ciertos “politiquitos” que, aunque disfrutan ya de algunos “carguitos”,  gastan descaradas fortunas en su propaganda agobiante y repetitiva, para engañar a los conformistas y así seguir escalando otras categorías más remunerativas.   Dicha propaganda horroriza y hastía a la población indefensa ante la demostración de despilfarro de recursos obtenidos con sudor de tantos años de trabajo honesto.

La política se ha convertido en el único oficio, que no profesión, que puede regalar a los ineptos e incapacitados “homo erectus” actuales de la dominicanidad y otros pueblos, una muy fácil y comodísima forma de vivir sin prejuicio alguno, con el mero recurso de la astucia para transformarse en el “camaleón” que habita nuestro nostálgico país. Amén