Didáctica
Calma pueblo
Padres y madres, docentes y equipos de gestión de centros educativos, sabemos que es difícil enfrentar la incertidumbre, pero unidos somos más fuertes. No hay atajos. Se necesita tiempo para repensar la práctica educativa ante esta nueva realidad.
La pregunta del momento es cómo y cuándo volverán a abrir los centros educativos. Se siente el estrés de la comunidad educativa, de los docentes y las familias a medida que se acerca el 24 de agosto, fecha establecida para iniciar el año escolar por el Consejo Nacional de Educación antes del aumento de casos que ahora tenemos en nuestro país. “La prioridad absoluta es proteger la vida y el bienestar de las comunidades, incluidos los niños y los docentes” (UNESCO).
En la actualidad muchos están compartiendo sus opiniones, algunos inclinados a regresar a la presencialidad y otros solicitando no iniciar el año escolar hasta que mejore el panorama o hasta estar listos y poder garantizar la seguridad de todos. No es una decisión fácil de tomar, pero no logramos nada generando preocupación. Toca esperar el tiempo preciso, sabiendo que es una posibilidad que no comencemos en agosto.
Este momento requiere de calma, paciencia y flexibilidad. La forma de canalizar nuestras opiniones e ideas debe ser adecuada. No entiendo por qué algunas personas abordan este tema con agresividad o con amenazas cuando realmente cada uno vive una realidad única en contextos con necesidades distintas. Es importante comprender que todos tenemos el interés de asegurar el bienestar y el aprendizaje de nuestros niños y jóvenes. Al final, la última palabra la tienen nuestras entidades reguladoras, quienes están en un proceso de consulta, análisis, evaluación y reflexión minuciosa.
Toca confiar en nuestras autoridades actuales y entrantes, quienes han estado consultando y trabajando de forma permanente para determinar la situación y tomar el mejor curso de acción. El panorama podrá cambiar de acuerdo con la evolución de la pandemia. Lo importante es que cuando se inicie el año escolar, estemos listos, nos hayamos preparado y organizado para los posibles escenarios. La capacidad de adaptación será nuestra aliada.
Es necesaria la colaboración de todos para evitar sacrificar a nuestros niños y jóvenes que son los que se han visto más afectados, junto a sus familias, por el cierre de nuestros centros educativos. Son ellos nuestra prioridad y por quienes debemos evaluar bien los riesgos y las implicaciones que tienen cada una de las opciones: presencial, semipresencial, híbrida o virtual. Acompañarles de manera apropiada en este proceso es de suma importancia. Nos necesitan ahora más que nunca.
Padres y madres, docentes y equipos de gestión de centros educativos, sabemos que es difícil enfrentar la incertidumbre, pero unidos somos más fuertes. No hay atajos. Se necesita tiempo para repensar la práctica educativa ante esta nueva realidad. No podemos darnos el lujo de responder a estos nuevos retos sin las condiciones, los recursos y la formación que faciliten y promuevan el desarrollo y aprendizaje de todos y cada uno de nuestros estudiantes. Es nuestra responsabilidad y nuestro deber garantizar el derecho a la salud y a la educación.
Calmados y enfocados estaremos en capacidad de aportar a la causa a través de la búsqueda de soluciones en nuestras comunidades y en nuestro país. En vez de atacar o criticar, acojámonos a las disposiciones de los Ministerios de Salud y de Educación y hagamos que este sea el mejor año escolar posible, apuntando a lo verdaderamente importante, nuestros estudiantes, quienes necesitan que les modelemos esa capacidad de adaptación y respuesta al cambio, de reinvención y resiliencia, con la mejor actitud posible.
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