Andreas Schleicher ha vuelto a centrar la preocupación por la educación en la calidad. Los problemas del desayuno escolar, el modelo pedagógico centrado en la convergencia de medios y los textos integrados hicieron que se desviara la atención. Sólo los "paraguas amarillos" reclamando el 4% nos seguían recordando lo que debía ser el centro del debate.

El creador del sistema de evaluación de las competencias de los estudiantes, conocido como PISA (Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes), adoptado por la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico) como estándar internacional de la calidad de la educación, fue traído al país por la Fundación Friedrich Ebert. En varias conferencias y presentaciones se encargó de reiterar todo lo que es necesario para lograr una educación de calidad, para todos.

Con la claridad y la sencillez de quien domina a profundidad el tema, hizo señalamientos extremadamente importantes. Unos fueron reiteración de lo conocido y reclamado, pero otros representaron importantes llamadas de atención si queremos dejar de ser "los primeros de los últimos" en materia de educación. A continuación algunos de esos señalamientos.

A su juicio, dos condiciones son esenciales para que se produzca la "revolución" que conduzca a una educación de calidad para todos: una es el compromiso de la sociedad por una educación de calidad y otra es la voluntad política de los gobernantes para que la educación no sea solo prioridad en los discursos, sino que se manifieste en decisiones y hechos.  

La experiencia indica, nos señaló, que lo determinante para lograr un sistema educativo de calidad no es la disponibilidad de recursos económicos, pues hay países ricos que invierten poco en la educación y países pobres que invierten mucho. La inversión en la educación es cuestión de voluntad política y de priorizar el futuro. Como se sabe, los "estadistas se preocupan por las próximas generaciones y los políticos por las próximas elecciones".

Con relación a la inversión afirmó que la calidad depende, no sólo de cuánto se invierte, sino en qué se invierte. Por los déficits acumulados y el Plan Decenal vigente, sabemos  dónde hay que invertir.

Una de las afirmaciones más contundentes del distinguido visitante fue que la calidad de la educación no puede ser superior a la calidad de los maestros. Así de simple, impactante y desafiante. Nadie puede dar lo que no tiene, y mucho menos en un aula. Y aquí hay mucho por hacer. Muchísimo.

Un estudio de hace algunos años nos indicaba que la mayoría de los maestros (as) provienen de hogares con un horizonte cultural muy limitado. A esto se agrega que no hemos establecido una prueba de admisión para quienes quieran dedicarse a formar a nuestros hijos y nietos. De igual manera, ese estudio evidenció   que muchos maestros lo son más por necesidad que por vocación. Lamentablemente esto ha permitido que terminen siendo maestros personas que no pudieron cursar otra carrera universitaria. Completamos el panorama si agregamos que el formato extendido para la formación de estos educadores es asistiendo a las aulas universitarias uno o dos días a la semana.

Sólo para señalar una pequeña diferencia, el Dr. Schleicher indicó que en Finlandia son maestros (as) los bachilleres que han obtenido las mejores calificaciones y reciben luego un entrenamiento en el que tienen que demostrar que, además de inteligentes y disponer de conocimientos, tienen la capacidad y vocación de enseñar. En vez de ser ingenieros, abogados o economistas, prefieren ser maestros.

Nos advirtió también que la solución no está sólo en el ingreso de nuevos maestros, reclutados de la manera adecuada, con capacidad y vocación. Hay que mejorar a los actuales y producir una reforma profunda en el sistema educativo que haga atractiva y gratificante la profesión de enseñar. Un sistema diseñado para el ingreso y permanencia de los menos capaces y sin vocación, dificulta o termina por anular a los que llegan con intenciones de mejoras y transformación. El sistema simplemente se los traga.

Nuevamente se nos recuerda lo que tenemos que hacer. ¿Seremos capaces de hacerlo?