"Así como de la noche nace el claro del día, de la opresión nace la libertad"
(Benito Pérez Galdós)
De la animalidad policial y los contribuyentes en manifestación
Pareciera que las escenas de fuerza bruta en las manifestaciones pacíficas que ahora se llevan a cabo en Santo Domingo no afectaran la imagen turística del país, pero resulta que sí la afectan.
A decir verdad, no es un problema de imagen turística, es un neto asunto de derechos ciudadanos que se supone que algún texto de amparo institucional debe consignar y establecer de modo inmutable con el fin de que la intolerancia no se imponga a derechos previamente adquiridos.
Si yo tuviera que viajar a un país donde un empecinado oficial de la policía, como si fuera el gran acto heroico de su vida, se abalanza a mansalva contra las pupilas de un simple ciudadano para dañarlas con gas pimienta, la verdad es que lo pensaría dos veces: porque nadie quiere estar en un espacio donde el trogloditismo uniformado sea la respuesta a una acción pacífica de ciudadanos y ciudadanas.
Además, estas agresiones filmadas y subidas a las redes hoy día tienen mayor impacto en los análisis individuales de las personas cuando deciden ir en masas a manifestaciones donde apenas unos días, había más policías que manifestantes.
Los organismos que velan por el llamado Orden Público no terminan de aprender. Y-claro- no hay vocación de aprender jamás, porque los métodos de represión y agresión, abusos uniformados les llaman, vienen de lejos, siguen siendo antinormas vetustas que Trujillo y Balaguer, desde una disciplina unipersonal, dejaron de herencia a una democracia que quiere juego democrático, pero al mismo tiempo, bifrontral, reprime con formas de dictaduras encarnizadas.
Cuando Alain Badiou advierte sobre la violencia social más la violencia de Estado, lo hace desde la óptica de que las dos combinadas, obligan a la autodefensa y a la no credibilidad de un Estado que aspire a llamarse democrático
Pero eso, poco a poco tiene respuestas y frutos, por la lógica de la indignación humana frente al abuso y la opresión. Mientras se reprime como método común de control, más gente se sentirá en el deber de ir en socorro y apoyo de los ex cuatro gatos (afirmación que es común decir cuando no hay mucha gente) de la manifestación.
Una revisión visual o un paseo in situs, donde la gente hace las famosas cadenas humanas, permite mirar sus componentes. Hay mezclas sociales atendibles y visibles.
No hay lógica de contención y reordenamiento de Orden Público donde el rol de los uniformados sea la maldad, a falta del respeto, el abuso, la falta del decoro de portar un uniforme y unas botas pagados con los impuestos de los mismos manifestantes. Ese es el contrasentido de todo esto.
En cada gota incidental que llena el vaso, lo que luego miraremos con tranquilidad pavorosa en las redes, es como la Policía Dominicana vive aún tiempos remotos de control de motines y queda dibujada en los testimonios audiovisuales de modo temible, trasladada en el tiempo histórico, hacia las peores épocas represivas del país.
Una población consciente y en sus cabales jamás podría pensar que los planes de acercamiento entre policía & comunidad pudieran ser creíbles: porque por instinto humano nadie quiere convivir con su futuro verdugo, de gas pimienta a mansalva, nadie.
Redes, luchas contra corrupción o el disparate de una estrategia
Por otro lado, hace 30 años las comunicaciones eran lentas y frías. Eso iba en favor del abuso y la represión. Hoy día la comunicación inmediata, el uso de celulares, las grabaciones ocultas, las fotos inmediatas y los vehículos que la difunden, son un triunfo testimonial contra la barbarie y la animalidad que vemos hacia manifestantes pacíficos, provocados por la fuerza y el castigo de vocación torturadora, de los uniformados.
Todo este espectáculo visto en estos días, incluso políticamente mal manejado, solo contribuye a crear un raro clima social pre elecciones, con pronósticos de tregua de navidad cero, si la gente provocada se empecina en seguir reclamando.
Ahora bien, ¿No hay contradicción flagrante entre decir discursos oficiales contra la corrupción y al mismo tiempo castigar como bandidos a ciudadanos y ciudadanas pacificas que solo expresan un criterio con el que el mismo gobierno debería estar de acuerdo porque avala sus declaraciones de intenciones sobre el tema?…
Es muy odioso en un país de pasado autoritario, ofrecer un discurso de democracia aparente y al mismo tiempo vejar con saña manifestaciones legítimas, avaladas incluso con sentencia de justicia…
Cuando Alain Badiou advierte sobre la violencia social más la violencia de Estado, lo hace desde la óptica de que las dos combinadas, obligan a la autodefensa y a la no credibilidad de un Estado que aspire a llamarse democrático.
La denuncia sistemática en las redes, con sus imágenes explícitas, forman parte de esa autodefensa.
Ese espacio público mediático es un desafío permanente, el último rincón del ejercicio de la libre expresión, demonizado por esas mismas autoridades, que en tiempo real gobiernan en las calles con gases pimientas hacia las pupilas y a mansalva, bajo el signo de la vileza y la cobardía.
Cuando se persigue una manifestación pacífica contra la corrupción, ¿Es que nadie puede pensar algo tan simple entre quienes nos dirigen?… Sencillamente lo que la población advierte como aserto posible es lo siguiente: a mayor represión, mayor complicidad. Elemental.
En este punto han logrado victimar a los manifestantes creando un sentimiento colectivo de solidaridad que crece en la propia calle, espacio que no es de guerra campal, aún…
La estrategia de reprimir, abusar con el dominio de las armas y los uniformes, no ayudará al gobierno en nada, todo lo contrario: le despierta al manifestante potencial unas ganas terribles de estar en el lugar del hecho y gritar de modo desaforado contra el abuso ciudadano. Yerran las autoridades de modo grave y hacia la población entera venden esa imagen bifrontal de una Policía que, de este modo, jamás podrá cumplir ningún deber de Orden Público, solo ganará el color de esos uniformes como símbolo, el repudio y el escarnio, bien merecido además. (CFE)