Cada individuo es único y trascendental.
Es en uno que radica la energía de vida y el cambio, y el camino que recorremos puede estar marcado por luz o por sombra.
Tenemos que recorrer ese camino apegado a algunos principios elementales de compasión, solidaridad y amor, en el aquí y ahora de nuestra existencia.
Hay que entender que todo pasa; que nada es imperecedero, y que la mente le asigna valor a todo aquello que nos puede traer felicidad o sufrimiento, y esto, al final, depende de uno. Uno decide.
Rememora alguna experiencia que haya sido tu pensamiento, tu percepción, algo que te haya generado el sufrimiento, no la realidad misma o el fenómeno en cuestión.
Algo que haya sido una representación inadecuada de la realidad: por ejemplo, un acto de celo hacia un ser querido.
La mente es muy poderosa.