Es lamentable que la soga siempre rompa por el lado más débil, no reconocemos que las Fuerzas Armadas son el reflejo de la sociedad dominicana, y que los militares no son los únicos responsables del desorden institucional que vive la nación.
De golpe y porrazo se quiere transmitir que el principal problema de nuestra Fuerzas Armadas es que contamos en la actualidad con más de 150 Generales y muchos militares se encuentran realizando labores fuera de sus instituciones; buscando razones como si ellos fueran agentes libres y no existieran controles y supervisión. El patriotismo, el sacrificio y el honor, pilares fundamentales que sostienen la integridad de los ciudadanos, han sido lanzados al retrete, si escapar a ello nuestros Institutos Armados.
Debemos reconocer que el clientelismo ha invadido nuestras instituciones públicas y privadas, y por vía de consecuencia, está llevando al país al borde del abismo. Hemos olvidado que existen miles de funcionarios del gobierno de tercera y cuarta categoría, periodistas, faranduleros, amigos, familiares, queridas, compañeritos, etc. , pegados de “la teta” del Estado, ostentando unos salarios cuyo valor supera varias veces el sueldo de estos militares, quienes le han entregado a la Patria los mejores años de sus vidas.
Los contratos grado a grado y los acuerdos políticos de aposentos no ha sido implementado por los militares y mucho menos las nominillas, barrilitos y los cientos de miles de botellas, tampoco han participado en la confección de un traje a la medida para favorecer a algunos grupos con la puesta en vigencia de la nueva Constitución.
Endilgarle la culpa del desorden en nuestras instituciones a oficiales de carrera y de alta graduación exclusivamente, es desconocer la realidad, muchos de ellos con carreras universitarias, maestrías y doctorados, que han aportado como el que más al desarrollo de nuestro país y a la “democracia” en que vivimos.
Otro aspecto que vale la pena destacar es el desorden institucional establecido en nuestro país y debe cambiar, pero debemos ser justos y no cargarle el dado solamente a las Fuerzas Armadas. Es innegable que para un país de 48,400 kilómetros cuadrados hay muchos Generales, pero también es cierto que para esta misma demarcación territorial tenemos en demasía; muchas Provincias, Ministros, Viceministro, Ministros Consejeros, Cónsul, Vicecónsul, Alcaldes, Regidores, Suplentes, Directores, Subdirectores, Gobernadores, Vicegobernadores, Supervisores, Intendentes, Superintendentes, Presidentes Ejecutivos, Vicepresidentes Ejecutivos, Asesores, Ayudantes Civiles etc.
De la manera que se pretende controlar por ley la cantidad de Generales en los Institutos Castrenses, de esa misma forma debería controlarse la cantidad de personal en todos los organismos centralizados y no centralizados de la Administración Pública, con el agravante que estas personas generalmente son designadas en estos cargos para “complacer” compañeros de partido, lo mismo que a tránsfugas producto de alianzas electorales.
Si los poderes del Estado, en especial el Poder Ejecutivo deciden realizar los cambios a los fines de: gobernar, legislar y administrar justicia a favor de los mejores intereses de la Patria y los más necesitados, tendríamos distintas consecuencias.
Estamos seguros que los miembros de ninguna familia en nuestra sociedad pudieran estar organizados y muchos menos actuar con la ética y la moral debida, dentro de las normas sociales reguladas por el control social, si los abuelos, el padre y la madre no dan el ejemplo, enseñando y exigiendo a sus hijos un comportamiento austero, cívico, ético y responsable en su vida pública y privada en el día a día, con su ejemplo vivo.
Dejémonos de buscar chivos expiatorios, es hora de realizar los cambios para que las presentes y futuras generaciones no nos juzguen por lo que hicimos o dejamos de hacer.
Martin Luther King, el gran defensor de los derechos civiles dijo: “No me duelen los actos de la gente mala, me duele la indiferencia de la gente buena”.