Jurisprudencia carente de prudencia, desigual, nefasta y sin esencia la que utiliza el togado para dictar sentencias en función de tráfico de influencia; en función de un sucio soborno . . . ¡qué bochorno!
Con frecuencia se ejecutan tales setencias debajo de nuestras propias narices mientras el problema se expande en cadena y echa sus raíces en la presente y subsiguiente generación de juristas, empresarios, letrados y un sin número de ciudadanos que viven subyugados a un sistema que da pena y mucha vergüenza.
El derecho en nuestro país anda torcido; tiene escoliosis lumbar aguda y aquí le lanzo una dosis de verdad a ver si de algo ayuda.
Invertebrada es la justicia en Dominicana que procede como le da la gana; que no tiene columna; que vive de calumnias e ignora las injurias.
De nada vale apelar las sentencias infundadas cuando las mismas han sido patrocinadas por uno que quita y pone jueces.
De nada vale casar una sentencia divorciada de la verdad; una sentencia herodiana que por la plata sirve la cabeza del bautista en bandeja de plata . . . por una simple danza; sentencia concubina del que tiró la justicia al horno, del afamado Don Soborno.
Sepa el que ha tenido u ose tener la audacia de tirar la justicia al horno que será echado, más temprano que tarde, en el horno de la justicia.
Ay del hombre que se cree superhombre y busca renombre a costas de la ley pues su pericia será hecha trizas por el ineludible peso de la justicia. Pues, como dice el refrán, “a dónde irá el buey que no are, sino al matadero.”
Con esto no busco lanzar la primera piedra. Compongo, empero, estas humildes letras para hacer un llamado a la conciencia de todos los que nos hacemos llamar Quisqueyanos para que seamos valientes y “alcemos nuestro canto con viva emoción y del mundo a la faz ostentemos nuestro invicto glorioso pendón.”
Don Soborno no tiene perdón pues su traición a la patria no tiene parangón. Hoy lo echamos al horno y escribimos sobre su tumba su nombre verdadero:
Don Bochorno
Descanse en paz o, mejor dicho ¡déjenos en paz!
Arrivederci
¡Sentencias a la venta! ¡Qué indecencia! Condenémoslas a diestra y a siniestra sin importar su apariencia ya sean blancas, moradas o coloradas; ya sean ricas, pobres o subsidiadas. Las rechazamos todas de plano y así avanzamos juntos hacia un futuro preñado de verdades libres de edulcorantes y sabores artificiales.