Gracias al Festival Internacional de Poesía de Rosario, amable lector, me encontré un lunes septiembrero 9 de la mañana aterrizando en Buenos Aires. El vuelo de 11 horas sentado en un objeto que los abusadores de American Airlines llaman ASIENTO, donde estaría incómodo un hobbit, no fue tan largo. Yo iba contento, visitaba la nación de Borges, de Arlt, orgulloso de ir a la Argentina invitado como escritor, digo, poeta.
En el aeropuerto Ezeiza la fila de los extranjeros se movía rápido. Next, next, next, se escuchaba cada cinco segundos hasta que me tocó a mí y le pasé al hombre de uniforme mi pasaporte dominicano que dejó caer como si le hubiese pasado un selenodonte sarnoso.
—¿De dónde viene usted?
—De Nueba Yor.
—¿Y por qué no tiene usted pasaporte norteamericano?
—Oh, porque no soy ciudadano gringo, tengo greencard.
—A ver. ¿Y a qué viene usted a Buenos Aires?
—Bueno, fui invitao al fetival de poesía en Rosario.
—¿Es usted poeta?
—(Respiro hondo, arrogantemente recordando el juicio de Brodsky) Bueno, me guta ecribí.
—¿Y tiene usted alguna invitación certificada?
—No, pero uté tiene una computadora ahí, googlee el fetival…
—¿Y dónde está su pasaje de regreso?
—No, si solo me enviaron el localizador por mail, en American solo me dieron el de vení, pero ya el de ida ya ta comprao…
—(Pensando) ¿Tiene usted tarjetas de crédito?
—Sí.
—Ya, bienvenido a Buenos Aires.
—(Tomando mi pasaporte y mi greencard) Oiga una cosa señor agente, ¿se tan quedando mucho lo dominicano?
—Sí.
Permítame ahora, amable lector, una digresión esteparia, pasar brevemente de la pampa a la estepa, un decir. Como mencioné el juicio a Brodsky, cito al New Yorker:
"En 1964, un poeta de 23 años fue arrestado por la KGB de Leningrado y acusado con el crimen de "parasitismo malicioso". Su nombre era Joseph Brodsky… Las autoridades le permitieron testificar en el juicio, pero pronto se arrepintieron de la decisión, y del fracaso de prevenir que una valiente mujer llamada Frida Vigdorova tomara notas de los procedimientos. Vigdorova escribió este intercambio (el intercambio legal más famoso en Rusia desde el juicio-show de Stalin) y una copia fue contrabandeada hacia el Occidente:
Juez: ¿Y cuál es su profesión?
Brodsky: Poeta. Poeta y traductor.
Juez: ¿Y quién le dijo a usted que usted era poeta? ¿Quién le asignó ese rango?
Brodsky: Nadie. ¿Quién me asignó a la raza humana?
Juez: ¿Y estudió para eso?
Brodsky: ¿Para qué?
Juez: Para convertirse en poeta. ¿Intentó usted ir a una escuela donde entrenan [poetas]… donde enseñan…
Brodsky: No creo que venga de la educación.
Juez: ¿De dónde, entonces?
Brodsky: Creo que viene… (perdido)… de Dios.
El juez sentenció a Brodsky a cinco años de exilio interno…"
Contra, amable lector, ahora siento que debo poner aunque sea un chin de un poema de Brodsky:
"El verano terminará. Septiembre vendrá. Una vez más es okey cazar
pato, becada, perdiz, codorniz. 'Has crecido largo en el diente',
una bella puede suspirar, y tú cargarás tu doble cañón,
pero para inhalar más oxígeno más bien que para poner en peligro al
urogallo. Y el afilado pulmón se contraerá al repentino soplo
de albaricoques…"
De regreso en la pampa el taxista permitía fumar adentro del taxi, un lujo inesperado y, descubriría más tarde, usual. Yo incrédulo miraba el paisaje sin montañas tantas veces imaginado. El taxista me dijo:
"No te ofendas che, pero las dominicanas aquí en Buenos Aires más que nada son prostitutas, las encontrás en la Miserere y en Constitución; las paraguayas son sirvientas y las bolivianas están en los puestos de verdulería y de flores… Eso che, que son todas esclavas".
En el hotel me bañé y pasé como una hora eligiendo el atuendo que me iba a poner. Como la calle Corrientes quedaba cerca, quería recorrerla entera, entrar a todas sus librerías, pero quería ser acompañado por un guía sabio, quería ir conversando con Arlt. Recuerdo a Sarmiento, sotto voce canturreo: '¡Sombra terrible de Arlt, yo te invoco!' Una humareda verde aroma yerba mate empezó a salir del inodoro…
—Por fin regreso a mi Buenos Aires.
—(Abrumado por la admiración) Querido Don Roberto, qué emoción.
—¿Y vos quién sos?
—Me llamo Juan Dicent, o Dino Bonao, soy un ecritor dominicano.
—(Obviamente decepcionado) ¿Y vos me invocaste?
—Bueno Arlt, bájele algo, e cierto que yo no soy Dante, pero uté no e el latoso Virgilio tampoco.
—¿Qué querés sapo?
—Bueno, quiero que caminemo por la calle Corriente, pa ve si su epíritu ha cambiao con el ensanche.
Caminamos mucho, mucho. Después de gastar, bajo protesta rotunda de Arlt, casi cien dólares en escritores que me hicieran recuperar el placer del español, entramos a un café para yo comerme un omelet.
—Los argentinos de mozo no tenemos vocación. Miralo al cejijunto este, clientes esperando, él hipnotizado con la caja esta con la novela del meteorito que se transforma en tanque de gas en Monte Grande y, naturalmente, mata una peruana llevándose de carambola dos casas, un almacén, un comedor infantil y un centro de asistencia social, seguido por un pillete que construyó una pista de aterrizaje para ovnis en Salta, y va preso por robarles a una pareja alemana. Posiblemente se queja en la noche con su damnificada sobre la tacañería de los turistas. Un caso digno de observación frenopática. Atenti nene, ¡que el tiempo pasa!, soltá esa fiaca, dijo Arlt.
—Buenas, ¿quée una suprema de pollo?, pregunto al mozo.
—Pollllo, contesta el mozo.
—No es más que una pechuga deshuesada, me dice Arlt.
—Ajá, pero, ¿cómo viene prepará?, pregunto al mozo.
—Pollllo, con papas, contesta el mozo.
—Las pechugas se rebanan finamente para convertirlas en milanesas, se pasan por huevo, me dice Arlt.
—¿No tienen menú con foto de la comida?, pregunto al mozo.
—No tenemos no, contesta el mozo.
—Qué ganas de macanear, me dice Arlt.
—Bueno, traela, debe se buena esa vaina, le digo al mozo.
A las 2 y 20 estábamos sentados en una banqueta para nosotros puesta en una vereda. Arlt me dijo que le gustaba escuchar a los transeúntes, enterarse qué interesaba a la ciudadanía.
A las 2:30
Un viejo le dijo a un niño
Que vestía uniforme militar con sable
’Sabés, en la Argentina tenemos
4 generaciones perdidas
Los Mitre
Los Alzaga
Los Anchorena
Los Martínez de Hoz'.
A las 2:40
Una mujer le dijo a un hombre
’¿Por qué te enojás?
Si los peluches los compro yo'
El Barney en la mano de la niña
Lucía avergonzado.
A las 2:55
Un hombre le dijo a otro hombre
’¿Y viste lo de Fito che?
El 70% de los porteños
Le damos asco al boludo'.
Me hubiese gustado escuchar
El motivo del asco de Fito
Pero a las 2:59
Arlt se paró tirando un chuípiti.
Caminamos mucho, ni tanto. Asistimos al piquete de la hora en el obelisco, protestadores diarios con pancartas en blanco para completarlas in situ; ya en la calle Florida, en el medio del río YoTengoUnTrabajoMuyBienRemunerado, Arlt desapareció, sin haberle preguntado sobre Onetti. En una sombrita, detrás de una mesita full de anillos de algún mineral que produce hongos al contacto con el agua, noto en el vendedor ambulante rasgos quisqueyanos.
—Hey, ¿tú ere dominicano?
—¿Y tú?
—Claro, yo soy de Bonao.
—Mi hermano qué alegría, claro que soy dominicano, soy de LomæCabrera, pero vivía en La Caoballá.
—¿Y cuánto tiempo tú tiene aquí?
—Voy pa 5 año.
—¿Y tú ta ilegal?
—Claro, la sargentina no tan en eso de casase yo ni novia consigo.
—Por ti me pararon en el aeropuerto mamañema.
Contra, amable lector, ahora no quiero terminar esta sentida nota con esa malapalabrota, mejor la termino con Arlt mismo.
"Sin embargo, aún pasará mucho tiempo antes que la gente se de cuenta de la utilidad de darse unos baños de multitud y de callejeo. Pero el día que lo aprendan serán más sabios, y más perfectos y más indulgentes, sobre todo. Sí, indulgentes. Porque más de una vez he pensado que la magnífica indulgencia que ha hecho eterno a Jesús, derivaba de su continua vida en la calle. Y de su comunión con los hombres buenos y malos, y con las mujeres honestas y también con las que no lo eran".