Como humanidad hemos pasado por acelerados y violentos procesos históricos que nos han orillado a tomar una decisión: pactar y ceder parte de nuestras libertades a ciertas autoridades con el fin de construir un sistema jurídico que nos brinde un Estado de derecho donde la certeza, la certidumbre y la seguridad sea la norma. Thomas Hobbes hablaba sobre la necesariedad de los ciudadanos a someterse a las leyes, a someterse a las normas y a ciertos ordenamientos sociales. Esto desde la perspectiva de que sólo bajo el sometimiento de estás, sería posible la convivencia humana. Pero este sometimiento sólo es aceptable bajo el supuesto de que las leyes que obedecemos son justas, legales y legítimas; que los líderes que seguimos son éticos, respetuosos de los derechos humanos y honestos. Que al Estado que pertenecemos es de “derecho, social, plural y democrático”.

Pero si las leyes que nos piden cumplir son irrazonables, injustas, azarosas, ilegítimas e inaceptables; es nuestro deber y nuestra responsabilidad desobedecer, infringir, quebrantar y oponerse como Rosa Parks se negó a cederle su asiento a un hombre blanco por ser blanco, como Martin Luther King se opuso a aceptar la discriminación racial y segregacionista en los años 60s en los Estados Unidos, como Nelson Mandela se negó a aceptar el régimen de Apartheid en Sudáfrica y como Mahatma Gandhi  se reusó a levantar las armas y luchó por sólo utilizar paz. Frente a regímenes autoritarios es nuestra responsabilidad ciudadana quebrantar la ley.

La coacción, el constreñimiento de parte de dictadores, el abuso de la fuerza por autoridades, la crueldad utilizada como mano de hierro por presidentes, la profanación encarnada por instituciones de gobierno y el ensañamiento por parte de estructuras sociales afincadas en nuestras localidades, y traducidas en ideologías tan enfermas como el machismo, el racismo, el patriarcado, el fascismo y los nacionalismos extremos radicales, han provocado que nuestro inicial sistema de derecho, basado en el imperio de la ley y la obediencia, sea obsoleto y profundamente incensario frente los galopantes  cambios que estamos experimento como sociedad. En un mundo donde un hombre xenófobo, racista y segregacionista llega ser presidente, es un mundo donde es necesario desobedecer. En un país como República Dominicana donde se destapa un escáldalo de corrupción como Odebrecht y no pasa nada, es un país donde hay que desobedecer. Mientras vivamos en un mundo donde el hambre afecta a 795 millones de personas, es necesario desobedecer. Mientras estemos en un mundo donde la violencia machista, las migraciones involuntarias y forzadas, donde los refugiados cada día están en aumento, donde la violación a la libertad de expresión y la discriminación por razones de orientación sexual o género sea la nota de todas las mañanas, es fundamentalmente un ejercicio ciudadano y obligado desobedecer. En un mundo donde 1 de cada 3 mujeres sigue padeciendo violencia física y sexual es un mundo donde hay que desobedecer. En un mundo donde 120 millones de niñas han sufrido coito forzado u otro tipo de relaciones sexuales forzadas, es un mundo donde hay que desobedecer. En un país como México donde hay más de 28 mil desaparecidos según Amnistía Internacional México, es un deber desobedecer. En un país donde es peligroso ser periodista es un deber desobedecer.

Hoy resulta que vivimos un momento de la historia donde ejercer la incidencia pública y la participación ciudadana, alzar la voz, criticar, señalar y desacatar es tarea del demonio. Hoy parece que ser ciudadano o ciudadana es callarse, es cumplir sin replicar, es seguir sin mirar, es caminar sin andar, es tocar sin sentir. La ciudadanía dejó de ser un ejercicio democrático para convertirse en un ejercicio inerte y complaciente. Sumiso y callado, latente pero muerto.

Hoy en día muchos de nosotros y nosotras somos dirigidos hacia caminos peliagudos, hacia calles astilladas y valles oscurecidos. Hoy no tomamos la decisión de ser políticos, sino de ser agachados. El 98% de la población mexicana recibe su información política a través de la televisión. Es decir, es a través de Televisa o TV Azteca, es que somos “educados políticamente”, de la misma Televisa que trasmite la Rosa de Guadalupe y la Familia Peluche como programas estelares. A través de una televisora quien pone presidentes, a través de un medio quien cobra favores, coapta movimientos ciudadanos (Yo soy 132), a través de una empresa que no cubre hechos trascendentales para el país, que prefiere no mencionar a Ayopzinapa, Apatzingán Tlatlaya; para hablar sobre los 15 de Rubí. Un país que tiene medios de comunicación tan maleables y lambe botas, es un país donde hay que desobedecer.

Un país como República Dominicana, donde hay un fulano llamado Feliz Bautista que roba, roba y roba, y no pasa nada, la justicia no hace nada, y el presiente no hace nada; es un país donde hay que desobedecer.

Hoy despertemos, hoy desobedezcamos las leyes que nos parecen injustas. Hoy marchemos contra lo ilegal, hoy marchemos contra la corrupción y la impunidad. Hoy alcemos la voz contra la discriminación en cualquiera de sus formas, hoy caminemos por el cumplimento real de los derechos humanos. Hoy defendamos los derechos de los migrantes, de las personas LGBTI, de las poblaciones indígenas, de las mujeres, de las personas con discapacidad. Hoy rehusémonos rotundamente a acatar la ley abusadora, violencia y parcial. Hoy es un buen momento para ser Rosa Parks, Martin Luther King, Mandela; hoy es un buen momento para ser simplemente ciudadanas y ciudadanos. Hoy es un buen momento para desobedecer.