Cuando un país se ve en una situación en la que sus instituciones parecen desplomarse, que la corrupción acogota al pueblo, que la criminalidad campea por sus fueros, que la transparencia está detrás de la opacidad, y donde la política exhibe su más baja expresión, por lo que reina el desasosiego, y la indignación se apodera de los ciudadanos; ha llegado el momento de hacer un alto y plantearse una transformación que lleve a la nación hacia “El Buen Gobierno”. La República Dominicana se encuentra en el umbral de una situación como la descrita por lo que se hace menester los reajustes necesarios.
El concepto “Buen Gobierno”, ha encontrado significación a partir de los años 90 en muchos sectores en los que destacan los organismos internacionales de cooperación e instituciones educativas. El Banco Mundial fue el primero en utilizarla en su estudio Sobre la Crisis y el Crecimiento Sostenido en el África Subsahariana y la Importancia del Buen Gobierno en el Desarrollo Económico (1992).
Jokin Alberdi, investigador-politólogo en la Universidad del País Vasco, define el término en el Diccionario de Acción Comunitaria y Cooperación al Desarrollo, de la siguiente manera: “El buen gobierno es aquella forma de ejercicio del Poder en un país, caracterizada por rasgos como la eficiencia, la transparencia, la rendición de cuentas, la participación de la sociedad civil y el estado de derecho, que revela la determinación del gobierno de utilizar los recursos disponibles a favor del desarrollo económico y social”.
En el mencionado estudio, se establecía que en muchos países sus políticas de ajuste estructural habían fracasado por la falta de un buen gobierno, evidenciándose allí todas las características antagónicas de aquel, por lo que se puede decir que en ellos reinaba el mal gobierno. Este se caracteriza por las señales que veíamos al inicio, lo que dificulta la inversión y la cooperación extranjera, de modo que cada vez es más socorrido considerar a este último como una de las principales razones de los males de las sociedades de hoy en día.
La Comisión Económica y Social para Asia y el Pacífico, de las Naciones Unidas, ha identificado 8 características principales del buen gobierno, estas son:
- Participación: directa o por medio de representantes. Esta participación implica la buena información y organización, libertad de expresión y organización de la sociedad civil.
- Legalidad: con un marco justo e imparcial, con protección de los Derechos Humanos, especialmente de las minorías; lo que implica un Poder Judicial independiente e imparcial.
- Sensibilidad: plazos razonables para que las instituciones y procesos cumplan con los servicios a los interesados.
- Consenso: implica mediación en los diferentes intereses. Perspectiva amplia tras el logro del Desarrollo Humano Sostenible.
- Equidad: consideración de todos los miembros de la sociedad, eliminando la exclusión.
- Eficiencia y Eficacia: En el buen gobierno se da un uso a los recursos disponibles de manera que cubra las necesidades de toda la sociedad. Incluye el uso sostenible de los recursos naturales y la protección del Medio Ambiente.
- Responsabilidad: pone como requisito primordial, la rendición de cuentas, no sólo el sector público sino también en el sector privado. Aquí se incluye como obligaciones la transparencia y el imperio de la ley.
En los últimos años se ha puesto gran atención al tema de la corrupción y su relación con el buen y mal gobiernos. Se ha hecho hincapié en este punto, por la gran incidencia negativa que tiene este mal para el desarrollo de los países, incidencia que puede ser variable; por ejemplo, la corrupción puede influir de manera normal, extendida o sistémica (La Corrupción en América Latina, Parker, Berthin De Michelle, Mizrahi; 2004). Estos grados de corrupción determinan las posibilidades relativas de resolución del fenómeno, siendo la sistémica aquella en que las instituciones, las reglas y las normas de comportamiento ya se han adaptado a un modus operandi corrupto, y a menudo es el ejemplo seguido por funcionarios y empleados del sector público, a todos los niveles.
Pongamos frente a frente a los dos tipos de gobierno a los que nos estamos refiriendo, para tener una idea más o menos clara de sus características:
En el buen gobierno se colocan en el ejercicio de la función pública a los mejores exponentes técnicos y profesionales de la nación, con excelentes niveles de preparación académica o con vasta experiencia profesional. Así, no es posible que a los cargos de gran importancia para el desarrollo nacional se llegue simplemente porque se pertenece al partido ganador de las elecciones, sin evidenciarse en ellos un alto grado de capacidad y conocimiento del objeto a que habrá de dedicarse. En cambio, en el mal gobierno las únicas credenciales son sólo políticas, y mediante estas consigue el ascenso económico y social.
Pero ni siquiera convocando funcionarios altamente capaces puede hacerse un buen gobierno si todas las decisiones deben ser tomadas por el ejecutivo; de donde se desprende que el buen gobierno se caracteriza por la descentralización y delegación de la toma de decisiones.
El buen gobierno se plantea las metas necesarias, con la visión, como premisa, de cómo debe estar el país en el corto, mediano, y largo plazo. Pero en aquellos países que se dan un mal gobierno, este sólo se plantea como meta la permanencia, por todos los medios, en el poder.
En fin, la corrupción en el buen gobierno es disminuida a una expresión cada vez más descendente, de manera que se gobierna teniendo en cuenta a los más desprotegidos, a las minorías, y sopesando los requerimientos presentes y futuros.
En la República Dominicana, debemos aunar voluntades poniéndose al frente el propio gobierno, y buscar fórmulas que nos enrumben por el camino del buen gobierno. Recordemos aquella frase lapidaria que reza que “El poder absoluto corrompe absolutamente”, pues no existe contrapeso ni fiscalización cuando una sola parcela política controla los tres poderes; es decir no se verifica una democracia saludable.