Desde que Obama irrumpió en la escena mundial con un estilo jovial, poéticos y asertivos discursos y maneras conciliadoras, no tardaron en aparecer en cada país, seducidos por su éxito y el impacto de una audaz e innovadora campaña, los intentos por copiarle bajo la premisa de que la suya era una imagen de laboratorio.
Lógicamente, pasado el tiempo Latinoamérica, Europa, Asia, África y Australia se quedaron esperando la llegada de su respectivo Obama, pues la multiplicidad de imitadores que surgieron en la década pasada perdieron de vista que una candidatura presidencial es mucho más que quitarse la corbata, arremangarse la camisa, leer bien el teleprompter y sonreír bonito.
Liderazgos como el de Obama, Fidel, Felipe Gonzalez o Den Xiao Ping solo pueden materializarse cuando en el mismo tiempo histórico coinciden una voluntad social, un proyecto de poder y una figura con el talento y la profundidad de miras suficientes para interpretarlos. Y eso es imposible que surja desde el laboratorio.
Como la vida es pendular, en esta década, las figuras que han surgido como outsiders de la política están a años luz del brillo de Obama. Mauricio Macri, Rodrigo Duterte, Donald Trump y Nayib Bukele, cada uno montado en un discurso binario, son los underdogs por excelencia en la política mundial.
Así, motivados por los aplausos de la grada, en muchos países aparecen los imitadores de sus estilos, sobretodo de Macri y Bukele, cuya forma de gobernar evitando en la forma los convencionalismos, pero repitiendo en cuanto al fondo todos y cada uno de los vicios de la política tradicional, los convierte en tendencia permanente en las redes sociales.
República Dominicana no es la excepción a esta fiebre por los perfiles mediáticos del presidente salvadoreño y el expresidente argentino. El Presidente Luis Abinader intenta hacer una extraña fusión entre ambos estilos: de Macri copia las múltiples apariciones en cadena nacional de radio y televisión, de Bukele imita su afición por los tuits, llegando incluso a designar a todo su gabinete a través de esa red social.
Declaraciones efectistas, medidas que al analizarlas con un rigor mínimo nos damos cuenta que son puro humo, son la tónica de cada cosa que dice o tuitea el Presidente Abinader, para muestra un botón: cuando el jefe de Estado anunció que donaría su salario, argumentando que tomaba esas decisiones por la necesidad de sacrificio que tenemos que hacer todos los dominicanos en este tiempo de crisis, la gente de grada y bleachers ovacionaron, pero cuando los de palco sacamos la calculadora vimos que el líder de los popis nos estaba vendiendo humo: El salario del presidente es cien mil dólares al año, en un país cuyo déficit fiscal ronda el 9% del PIB a consecuencia de la crisis Covid, esas medidas anunciadas por Abinader son como una gota en un océano.
Nos habría gustado ver al Presidente proponerle al país una revisión de las exenciones tributarias para llevarlas gradualmente del 6% del PIB que son ahora (la más alta de la región) a un 4% (el promedio en Latinoamérica), pero claro, puerco no se rasca en javilla.
Hay quien ya empieza a llamarle #BuCri (si, con hashtag incluido) a Luis Abinader por su fascinación a la pirotecnia tuitera y la línea claramente privatizadora de su novel viejo gobierno.
Aún está a tiempo de enderezar el rumbo, de afinar la marcha.