Concluyó la Semana Mayor. La ciudad vuelve a sus ruidos, movimientos vehicular, comercial, eclesiástico, político, etc., y todo a una velocidad de apaga y vámonos.

El pasado día 15, y bajo el título de "Balaguer mató a todos mis amigos",  

Brunilda Amaral – víctima del gobierno de Joaquín Balaguer- con  la pluma de Vianco Martínez, nos condujo a episodios que en nuestra República Dominicana, ¡jamás deben repetirse!

Sin proponérselo, lentamente se abrió la caja de Pandora de mis recuerdos, y de ella, igual a rosas negras, asomaron vivencias jamás imaginadas, apiñadas en los laberintos de las acobardadas neuronas de estudiante y desconcertada  empleada de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, la tantas veces ultrajada Primada de América.

Ante los cercos y embestidas de las tropas uniformadas, en el período de gobierno de los mentados Doce   Años, recordé que en alguna ocasión, junto a mis compañeros nos resguardamos debajo de los escritorios, con la finalidad de protegernos de los tiros que escuchábamos sonar en los bordes de las ventanas de las oficinas del Decanato de la Facultad de Ingenieria y Arquitectura-hoy edificio Amín Abel Hasbún- mi área de trabajo. Ubicada lejos de las ventanas, las áreas de Quique y Esperanza  eran las más seguras, no así las de Yolanda y la mía.

No escaparon las remembranzas, alineadas de aquellos días, en los que mis también compañeros y yo, sentimos  imparables náuseas, necesidad imperiosa de vomitar, además de las diarreas incontrolables. Situación muy desagradable y hasta jocosa, porque corríamos por turnos hacia los baños  y nos encontrábamos en los pasillos que nos conducían a los mismos.

Días posteriores a estos episodios, nos informaron que en ese último cerco  a la UASD, los militares arrojaron bombas – traídas desde Vietnam- con las que "Los Amos del Norte" usaron contra el pueblo Vietnamita.

Otro de los recursos -más que obligatorios- consistía en conservar en gavetas  del escritorio, pequeños frascos con vinagre, el que usábamos en pañuelos de tela,  y con ello protegernos de los gases lacrimógenos que "nos regalaban" las tropas uniformadas de Joaquín Balaguer- ya que inundaban los espacios universitarios- y así evitar los efectos nocivos de las tristemente recordadas bombas lacrimógenas, ¡¡aún  tristemente en uso!!

Nunca olvidaré el valor de muchos estudiantes, que utilizando cubetas llenas de agua para refrescarse las manos, capturaban algunas  bombas, y sin medir las consecuencias, a pechos descubiertos, las devolvían a los “turbas” uniformadas. Creo que desconocían el miedo y defendían a la UASD, ¡a SU Universidad!

En momentos que sucedían estos acontecimientos, nadie se percató de las lágrimas de impotencia y desagrado que se escapaban de los ojos atónitos de la  Madre Nutricia, ¡cómo lloraba! Silente espectadora de acciones cobardes- alguna vez mortales- centinela inquebrantable de su Alma Mater y su familia universitaria.

En la Primada de América, que desfachatez y poca vergüenza, retrotraer el nombre de Joaquín Balaguer -sin importar el lugar, oficio ni beneficio- mancillando el campus de la Primerísima Universidad de la Región Latinoamericana.

Brunilda Amaral, en  tu nombre, saludo reverente la memoria de tantas víctimas acaecidas en los predios de la UASD.

En estas líneas, escritas con alegría y pinceladas no con iguales matices, recibe el reconocimiento de muchos. Por tu conducta honesta y vertical, tan honesta y vertical como la noble y leal compañera, que con su fuerte estructura y ruedas siempre prestas a servirte, a partir de aquella letal  mañana del 9 de febrero de 1966- inmersa la estudiantada en las luchas de apoyo a la Universidad Autónoma de Santo Domingo -luego de que en el transcurso de aquellas horas negras, las balas alcanzaran tu cuerpo- te acompaña, conoce de tus cuitas, expectativas sobre el futuro, y sobre todo, el deseo inquebrantable de lograr una Nación Trinitaria. Otras naciones así lo alcanzaron, ¡también nosotros lo lograremos!

Brunilda, compañera, y por que no, hermana, a ti y  los dignos que enarbolan las banderas de la Patria y de la UASD, ¡felices Pascuas de Resurrección!