Las risas y algarabía infantiles me motivaron para acercarme  al balcón, desde donde podía ver la procedencia de esos agradables y cascabeleros bullicios.

Con edades comprendidas  entre los siete y nueves años, en el área de parqueo del  edificio ubicado justo frente a donde resido. vi a tres niñas que muy alegres   saltaban y coreaban lo que no pude descifrar. Me sorprendió gratamente ver a dos de ellas, mover la cuerda, como quien dibuja círculos aéreos, a la vez que  la tercera daba repetidos y alocados brincos.

Mientras contemplaba  el espectáculo -que me llegó tal cual  regalo del Cielo- con detenimiento, y muy relajada,   disfruté por minutos con el divertido trío infantil. Brincar o saltar  la cuerda -que en mis años infantiles era cuestión de "brincar La tarea"- era un pasatiempo  muy entretenido. Los años pasan y algunos juegos infantiles desaparecen. ¡Lástima!

Aunque observé sus puños cerrados, con los que me parecía  sujetaban la "comba",

transcurridos unos minutos. descubrí  que sus manos estaban vacías, ¡que no tenían  nada entre ellas! Sin salir de mi asombro, me pregunté,  ¿y entonces, qué y cómo jugaban a brincar la cuerda? Reflexioné y en minutos despejé la interrogante. No había entendido, no cabían dudas, ¡y resultaba  tan sencillo! Es que a veces, los adultos, no comprendemos las ocurrencias infantiles. Por un Intruso -cuyo nombre prefiero no mencionar- las niñas también tuvieron que permanecer   "en casa". ¡Y qué difícil, para ellas, resulta asimilar a la inhibidora de libertades, nombrada "La Cuarentena".

La ausencia del juego y el  disfrute en sus acostumbrados espacios libres, les permitía dejar volar la imaginación  y sin pérdida de tiempo, recurrieron a lo que en sus manos poseían: ¡El Silencio! Para ellas – y a los niños del mundo- tan difícil e incomprensible  les resulta comprenderlo. No obstante, sin proponérselo, con el recurso de la infantil fantasía, dejaron volar los sueños que sus edades les permiten.

Las niñas necesitaban salir de las  paredes, hacer un stop a la tableta, celulares y demás herramientas útiles para caminar por el mundo cibernético.  Era preciso respirar libremente, rodeadas de flores, árboles, el trinar de los pajaritos, muy lejanas al encierro de  las paredes. Y así pudieron saltar y jugar a "La Cuerda", sin mayores opciones que brincar y saltar sobre las mismísimas calles desvestidas,  de aquel que tantas veces resultó inolvidable, triste y perturbador, al que le nombraron El Silencio.

Al comprenderlas, con gestos afirmativos de mi cabeza, sonreí, porque yo también, alguna vez, en la quietud  de mi hogar, he podido caminar sobre las huellas indelebles del silencio.

Brincando con "la cuerda",  podemos continuar el  juego, y en solidaridad al  bienestar de todos, por favor  ¡QUÉDATE EN CASA!