¿Tiene sentido, en los días que corren, el arrebato intelectual y fórmula vital que conocemos como filosofía. Los griegos nos dirían que sí, que en todo momento de la humanidad, las ideas mantienen un valor constante, variable y permanente.

La filosofía es ideas en ebullición, en permanente evolución como los mismos procesos de la Naturaleza. La filosofía talvez no sea imprescindible para sobrevivir. Pero entiéndase que ella ha sido precursora de los grandes descubrimientos de la ciencia. Los ha enunciado, los ha intuido y entregado noblemente a la humanidad.

Un mundo sin pensamiento, incluso pensamiento complejo, es impensable.

No tiene todas las respuestas, no conoce los secretos del universo (para el cual éstos no existen, ciertamente), no se halla en el poder, pero tiene certezas, tiene la capacidad de aportar genuina y positivamente a mejorar el mundo, digno de ello.

Hay convulsión en el mundo, hay confusión y disolución. Pero el caos no ha llegado todavía. Y no podrá controlar la tierra. Existe la necesidad de mantener el correlato de los idealismos, la búsqueda de utopías nuevas, de ser necesario, la razón como principio alternante.

El esquema mercadológico que intenta sustituir los sentimientos no corre para larga vida. Tampoco habrá de mantenerse el creciente dogmatismo, los asedios religiosos, el sectarismo apocalíptico, los criterios finalistas perturbadores, la superficialidad cultural.

La visión oscura de la imposición de la fuerza bruta por encima del ideal de mejorar el mundo no prevalecerá, como nada tiene asegurada la eternidad. Un mundo sin pensamiento, incluso pensamiento complejo, es impensable.

Un mundo clánico, dominado por el sentimiento caníbal, por el ideario selvático, es altamente peligroso.