A una policía que usa su poder represivo de manera arbitraria y selectiva es preferible asignarle pocos recursos públicos.  Su radio de acción para actuar contra los ciudadanos es proporcional al número de agentes que pueda contratar y a los medios disponibles para desplazarlos.

En su momento, el patrullaje acosador en lentos cepillos pangola era, por fortuna, poco y focalizado. Congelar en los presupuestos la partida destinada para su mantenimiento y reparación fue una medida que logró salvar muchas vidas de su barbarie. En una época donde un suboficial tenía potestad de torturar, trancar e incriminar  a un ciudadano común, era una dicha que el presupuesto no diera para añadir tantos. Cuando en las calles operaban como peajes, cortes informales, centros de extorsión y fuentes de beneficios compensatorios compulsivos,  el énfasis en la construcción permitía la gracia, al estilo de Alberto Cortez, de que cada albañil fuera un policía menos.

Para ser bien recibida por la población, en consecuencia, la mayor inversión pública en la policía requiere cambiar el fondo y forma de interactuar con los ciudadanos.

Hoy, en la seguridad ciudadana, es notable el esfuerzo. Hay más patrullaje, en motores y camionetas, de la Policía Nacional y AMET, con intermitente apoyo de las Fuerzas Armadas, desde el principio de la actual gestión gubernamental.  Con el 911 se sella un compromiso con la atención integrada de emergencias, donde la administración muestra valor de someterse a un efectivo escrutinio diario.

El aporte sustancial en recursos que hace la actual administración, sin embargo, va más rápido que las transformaciones en esa institución. Las tres conductas que más rechazo reciben en la opinión pública son: el exceso en el uso de fuerza letal, no aplicar leyes de tránsito a quienes operan el transporte público y detener a los ciudadanos sin tener causa probable.  Este segmento de  Breaking Bad, adornado con imágenes, muestra problemas y soluciones que no requieren aumentarles un peso más.

Walter White se cruza en una carretera poco transitada con una patrulla policial. Abrumado por la amenaza de un divorcio, la prohibición de ver sus hijos y  el espanto reciente de su casa bombardeada por escombros de accidente aéreo, lleva la música alta y tararea una balada de rock.  Por el retrovisor observa que la patrulla se devuelve y enciende las luces para llamar su atención.  Desde estos primeros segundos, se empiezan a notar diferencias entre Alburquerque y Santo Domingo.  Allá, las luces se encienden cuando lo amerita una situación especial o de emergencia.  Aquí, se está imponiendo una etiqueta tropical. Se patrulla de manera normal con las centellas encendidas y, peor aún, se  tienen prendidas con los vehículos parados en las avenidas.  Como allá el mensaje es uno y claro, Walter cumple su deber y se detiene.

porqueLa imagen adjunta es mi propuesta para el concurso de Marca País, el día que así se comporte la Policía Nacional. Siguiendo el protocolo de una nación donde los ciudadanos impusieron constitucionalmente a los gobiernos el respeto a los derechos humanos, el policía pregunta si conoce la razón por la que ha sido detenido.  De esta manera, la autoridad está informando que existe una causa objetiva y verificable para entorpecer su libertad de tránsito. El conductor así descarta que es porque él pertenecer a una minoría étnica que desagrada al policía, por un interés de origen morboso del agente o porque le tocó el “fué” del método “Tin-Marín” con que éste busca pescar infractores de la ley.

licenciaWalter responde al patrullero que por velocidad no es.  La tenía controlada con el botón crucero. Este le señala el vidrio delantero cuarteado y una vez consciente de su falta es que el patrullero solicita ver la licencia y el registro del vehículo.  Turbado por el detalle que se le escapó a su cerebro tan metódico, Walter busca una salida explicando que fue provocado por la tragedia aérea, que a todos tiene de luto y en shock en la comunidad.  La empatía no le evita la citación, porque el policía explica que es peligroso conducir en esa situación sin importar la causa.

Se infiere entonces que si aquí fuera como en Alburquerque, se estuviera multando sin preferencias a conductores privados  y a choferes del concho; al carro con placa privada y con placa oficial; al delivery que sube por el elevado y al policía sin casco, con chaleco que lo identifica, en motor sin placa; a las guaguas privadas de transporte colegial del Dominico Americano y a las rebeldes voladoras del transporte público, que toman la vía contraria frente a ese colegio.  Lamentablemente, estas escenas discriminatorias en la aplicación de la ley, de arraigo ancestral en la institución,  ahora las percibe y sufre más la población como resultado de contar con más agentes y equipos.  El gobierno está entregando esos recursos con la esperanza de que la ley se aplique igual para todos, para que entre por la casa.  Se merece mejores resultados.

secuenciaEl desenlace de esta escena de Breaking Bad es una gema educativa.  Mr. White, como le dice Pinkman, pierde los estribos, desobedece la orden de permanecer en el vehículo, sale y camina gesticulando y vociferando hacia el agente.  Este sube el brazo y le señala que vuelva al auto. En vez de frenar, se acelera. Policía le hace nueva advertencia, le indica que será la última y  quita el botón de la cartuchera, para que entienda que está dispuesto a usar su….botellita de gas pimienta. De esto se mofa Walter, quien termina en el asiento trasero de la patrulla, con los ojos llorosos cubiertos con una sombra roja tipo mapache.  Entrenamiento para controlar la situación y preservar la vida del ciudadano alterado, sin incurrir en el uso de fuerza letal.  ¡Un rociador picante, con el efecto del piquete en los ojos o limón jugoso que aplicaban Relámpago y sus luchadores rudos!  Nada de bala asesina que lleve al perjurio de otro expediente por intercambio de disparos; o argumentos inválidos de legítima defensa al estilo “Me mentó la madre, Señor Juez, y tuve que volarle los sesos.”

Hay que unir esfuerzos para parar que nos traten con la presunción de delincuentes, que conduce a detener ciudadanos, a pie o en auto, sin causa probable y solicitar presentar documentos de vehículos que no han cometido infracción.  El ciudadano también debe poder grabar sin coacción, en voz o video, cualquier interacción con la fuerza pública en que se sienta amenazado y hasta solicitar que la misma quede grabada en el sistema 911. Por ahí es que hay que encausar a la Policía para que cumpla su función sin pisotear derechos. El gobierno no debe respaldar iniciativas para aumentar su poder autoritario.  Algunos aspiran a volver a establecer prisión preventiva como única coerción para ciertos delitos;  cárcel, antes de iniciar cualquier trámite, para quien digan ellos, con su fé pública anacrónica, que violó una luz roja;  mayor poder para incautar vehículos;  y legalizar las charlas-secuestros educativas y automáticas por un giro ilegal a la izquierda.  No es así que cumplirán con las expectativas que tiene el gobierno y la población.