Desde que se hizo nación independiente de Inglaterra, los ciudadanos de los Estados Unidos pusieron restricciones a la fuerza pública para evitar los abusos que sufrieron de soldados ingleses.  Para cumplir las órdenes de recaudar impuestos para la Corona, los soldados podían entrar a cualquier casa  a su discreción y en cualquier momento.  En calles y caminos también eran los amos. Paraban al que se le antojara,  desmontaban a los colonos de las carretas o el caballo y podían manosear para buscar armas en los hombres o chequear atributos físicos en las mujeres.  Las alforjas, las carretas y cualquier bulto o maleta tenían que abrirse si así lo ordenaban.

Contra esos abusos se aprobó la Cuarta Enmienda en la Declaración de los Derechos.  Hace casi  dos siglos y medio, se dispuso que para la policía entrar a revisar la casa de una persona que suponen vinculada a una actividad ilegal, tienen que haber convencido a un juez de las razones que justifican su sospecha o los hechos que apunten a una causa probable.  Una orden otorgada a la ligera puede ser cuestionada en el juicio y anular así las pruebas obtenidas en la pesquisa.  Las órdenes de allanamiento, además, deben especificar los lugares y las personas que van a ser requisadas.  No son carta blanca para buscar en cada rincón de la propiedad o realizar registros de cavidades a todo el que se encuentre en ella.

Por la Cuarta Enmienda es que un turista americano no entiende el patrullaje motorizado de nuestros policías.  Carro recién alquilado, todas las luces funcionando,  vidrios intactos y manejando como los pocos que van a velocidad prudente, en su carril y sin violar señal alguna de tránsito: ¿Por qué me persiguen y me mandan a parar? Su agencia de viajes y alquiler vehículos fallaron en informarle que tenemos una ley de tránsito que permite a la policía actuar como los soldados ingleses cuando ellos eran colonia.  Orgullosamente eso es lo que manifiestan a todo el que les pregunta lo mismo.  La ley aquí obliga al conductor a detenerse ante cualquier agente del orden público, a presentar sus documentos y aceptar el registro personal y del auto.  Por eso ellos ordenan con naturalidad que se abra el baúl de los autos, algo que para un americano es inaudito: allá es un cateo que debe ser autorizado por juez.

Breaking Bad me permitió comparar esas situaciones en el tránsito en mi artículo anterior.  Acudo nuevamente a esa serie para comparar los allanamientos de morada.  Esta escena que les contaré coincide con el oprobioso acto de plantar evidencia por un fiscal y el despido de agentes por, “entre otras cosas” requisar personas y allanar sin la debida autorización.

breakinhank1La tenaz investigación de Hank Schrader para encontrar en una casa rodante el laboratorio de metanfetamina, estuvo a punto de ser más exitosa de lo que imaginaba. Cuando la DEA se cansó de seguir esa pista y ordenó cambiar el rumbo, él siguió investigando por su cuenta. Encontró un vínculo entre Jesse Pinkman y la casa que faltaba por ubicar, tal vez suficiente para volver a interesar a sus colegas, pero prefirió montar vigilancia personal y esperar paciente el momento en que éste volviera a su laboratorio de drogas.  En la secuencia se ve su vehículo estacionado detrás de la casa rodante, como se acerca husmeando y tratando de abrir ventanas.  Amenaza a Jesse con incluir resistencia al arresto a los cargos que le vendrán, busca una llave de tuercas y empieza abrir la puerta.

hank2Hank es sorprendido por el dueño de la propiedad, que es un taller para convertir en chatarras vehículos viejos.  Este le pregunta, de forma calmada, si tiene una orden de un juez para lo que está haciendo. Le recuerda también que está en propiedad privada, donde su presencia no ha sido solicitada, lo que lo convierte en un invasor.  Con respecto a la casa rodante, respetuosamente también le recuerda que es un domicilio, que la encontró cerrada y que, en consecuencia, la Cuarta Enmienda lo obliga a tener una orden para proceder a un allanamiento.

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La respuesta del oficial ante este afable testarudo que le viene a dar cátedra de derechos humanos, es que no necesita de una orden si está ante una causa probable, que requiera su intervención como agente del orden y lo llama con desdén "abogado".  La causa que apela Hank es unos agujeros de bala que descubre al quitar de la puerta pedazos de cinta pegante gris.  Busca confundir al señor diciendo que ahí hubo un tiroteo y que lo que debe hacer es llamar a la policía para que venga a investigar.

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Walter White, el genio detrás del laboratorio de metanfetaminas y cuñado de Hank, está en la casa junto a Jesse y da con la solución de este problema.  Susurra a Jesse, para que su presencia no se note, que le responda  cómo pudo saber que los agujeros estaban ahí antes de quitar las cintas.  Esto salva la situación porque el chatarratero explica que la causa probable debe ser evidente, no descubierta por una acción durante el allanamiento irregular.  Hank acepta a regañadientes la derrota. "Si quieres la orden, la tendrás.  Voy a llamar para que mis agentes la traigan. He esperado mucho, una hora más no importa." Cortándole los ojos y arrastrando la llave de tuercas sobre la casa rodante,  mientras Jesse le grita que está en su domicilio privado y no permitirá que lo acosen, se dirige humillado a su carro. Ahí empieza hacer las cosas de la forma que le impusieron sus ancestros de hace 238 años.

Al final Walt se la ingenia para que Hank abandone la propiedad y no se produzca el arresto. La casa rodante con el laboratorio de metanfetamina se convierte en planchas de hierro y se pierde toda la evidencia de la actividad ilegal.  Los malhechores aquí se aprovecharon de los derechos que también a ellos los amparan y pudieron evadir, por el momento, a los policías.  Esto podría llevar un mensaje subliminal de que a las autoridades hay que permitirles discrecionalidad y tener un poco de fe en sus instintos. Pero no. Esos son derechos impuestos hace siglos para ponerle freno a los abusos de la fuerza pública. Lo que hay que hacer es honrarlos tratando de imitar lo que hubiesen escrito los federalistas de tener los medios con los que hoy contamos. El fiscal de Ocoa, por ejemplo, me lleva a pensar que ellos hubiesen acordado la obligatoriedad de grabar en videos  y/o audio, toda interacción con un agente del orden público. En este caso se le puede aplicar un poco de su misma lógica. Ellos justifican sus detenciones caprichosas diciendo que el que nada tiene que ocultar, no importa que lo paren por unos minutos. Entonces, el que sabe que no va a cometer un acoso contra el ciudadano, no le debe importar que lo graben haciendo sus chequeos de rutina y sin motivo aparente.