El viernes pasado el semanario Veja, dio a conocer lo inesperado para segmentos deprimidos e indignados del 5to. país más grande en territorio del mundo y con más de 200 millones de habitantes, y en especial a su principal contendor el ex presidente (de los pobres) Luiz Ignacio da Silva, de que según la publicación de la encuesta da puntero en las preferencias y en primera vuelta para las elecciones presidenciales del año 2022 a Jair Bolsonaro con una escala de intención de voto de 27.5% a 30.7%
Por nuestras limitaciones para desarrollar un análisis crítico sobre el estudio de campo realizado por la empresa que dio a conocer los datos predictivos, quiero observar el estudio con desconfianza y cautela. Estamos frente a un político que sabe toda clase de argucias, y que sus ideas y ejecutorias en el gobierno han sido escuálidas. Por lo que prefiero seguir esperando hasta ver otras firmas encuestadoras que me revele escenarios más comprometidos con la verdad. De entrada sospecho que todo esto es una estratagema y maniobra más del Presidente. Ya lo había hecho antes, enviar noticias subliminales para desviar la atención de la clase civil y de los principales políticos de la oposición, por eso y otras razones no creo en él.
Esta vez no veo coincidencia, ni obra de la mala suerte el por qué incluyen preguntas capciosas relacionadas a la reelección de Bolsonaro. Casi siempre la finalidad de una propuesta comunicacional que sale de Palacio, es de tipo sospechoso. Lo usan los populistas con el entramado de fecundar la duda razonable en las mentes de los ciudadanos y terminar confundiéndolos. En este caso pandémico, esa es la principal razón: distorsionar la realidad de la mala administración y total responsabilidad negativa en la crisis sanitaria a raíz del Covid-19 que lleva casi cien mil muertes y más 2.3 millones de contagios. Y peor aún, ante esta realidad la actitud del presidente empeora, haciéndose autorretrato fotográfico riéndose y mostrándole a un ñandú una caja hidroxicloroquina. ¡Es una burla!
El presidente ha tratado en múltiples ocasiones de cubrir bajo el dintel de la fe todas las incongruencias de su gobierno, de las falsedades y estafas detectadas públicamente. Por más esfuerzo que hace para ocultarlas están saliendo a la luz una a una todos los días. Es un lastre de mentiras. Soportar las obras de un balandrón y el carácter malcriado de su personalidad, es el camino del infierno.
El futuro de Brasil cada día es más oscuro (solo se puede percibir la luz centellando del miedo que sale por los ojos de la gente buena, que de seguir ese rumbo su final sería estrepitosamente cochambroso. Bolsonaro se hace pasar por cristiano, pero sus hechos dicen que no lo es (y nunca lo ha sido), tampoco es amigo de la iglesia. El solamente persigue y vela sus propios intereses. Intereses que claramente se definen en sus ideas. Bolsonaro es un frustrado militar disfrazado de político que esconde grandes y enormes complejos de inferioridad, de ego y odios. Tiene una actitud resentida, reticente y expresa su enojo contra quienes los critican públicamente. Es un arrogante presidente que no mide sus pensamientos, ni el mismo sabe a dónde se dirige, ni tiene idea del tamaño del daño que con su prepotencia le ocasionaría a todas las clases sociales que componen la población brasileña.