Luce que el objetivo del proyecto de cambio de régimen actualmente en marcha en Brasil no es tanto el derrocamiento de la presidenta Dilma Roussef cuanto el de frenar el regreso a la presidencia del líder Luiz Inácio Lula da Silva.

Debido a los esfuerzos por desestabilizar la gestión de Dilma, Brasil se halla sumido ahora mismo en un escenario institucional incierto. Los juristas discuten las posibles salidas de la crisis planteada, mientras la economía nacional es víctima de la incertidumbre.

Hay quienes piensan que “la conducción coercitiva del ex-presidente Lula el 4 de marzo a Congonhas por una exagerada fuerza de 200 policías armados a guerra liderados por cuatro oficiales de la policía federal y cuatro fiscales -procuradores- del Ministerio Público de São Paulo, se trató de una operación para evaluar el nivel de apoyo con que cuenta aún el PT y el “lulismo”. Y quizá un ensayo para medir cual sería el grado de resistencia popular que encontrarían en un escenario de destitución presidencial”. Esto así, porque la mayoría de expertos en derecho estiman que hubo una grosera violación de la ley en el caso. La misma Presidenta así lo expresó, resaltando el innecesario despliegue de fuerza.

Como sea, lo cierto es que tanto la superpotencia como los sectores que conforman el bloque de poder de Brasil quieren recortar la permanencia  del Partido de los Trabajadores (PT) en el gobierno del gigante sudamericano.

Puede afirmarse  que no son agradecidos. Porque Lula, Dilma y el PT les han servido con eficiencia por 14  años, conduciendo a Brasil al periodo de mayor prosperidad y estabilidad de su historia.

La era de Lula

La trayectoria de Luiz Inácio Lula da Silva, nacido el 27 de octubre de 1945,  es la de la lucha contra la dictadura militar y la transición de Brasil a la democracia.   obrero metalúrgico desde muy joven, se convirtió en sindicalista y a mediados de los 80 ocupó la presidencia de la federación del sector. Fue el máximo dirigente de las potentes huelgas que estremecieron la dictadura militar (1964-85) y finalmente aceleraron su caída.

Convertido en líder político fue candidato a la presidencia en 1989, 1994 y 1998 por el Partido de los Trabajadores. Este partido, fundado en Sao Paulo el 10 de febrero de 1980,  tuvo su origen  en una coalición heterogénea  de dirigentes sindicales, intelectuales de izquierda y católicos radicales  ligados a la Iglesia Popular, en auge en Brasil durante los años 70.

Electo Presidente en 2002, durante sus ocho años como Jefe de Estado de Brasil, Lula impulsó políticas  que produjeron la transformación social y económica de Brasil, al punto de proyectar la República al rango de potencia mundial.

La revista colombiana Semana publicó un resumen de cómo se inició la gestión de Lula. Titulado Así sacó el gobierno de Lula da Silva a 28 millones de brasileros de la pobreza. El expresidente de Brasil contó durante su visita a Colombia detalles de la política social que hoy es ejemplo en el mundo, dice: “A Luiz Inácio Lula da Silva no se le olvida que lo que hizo el primer día de su gestión como presidente de Brasil fue reunir a todos sus ministros, subirlos a un avión y llevarlos a los lugares más pobres del país. Quería que el presidente del Banco Central o su ministro de Hacienda “vieran a ese país que no se queja, que no hace manifestaciones, pero que está ahí, que es real y verdadero. Eso quizá haya ayudado a cambiar las cosas”. Da Silva conocía muy bien esos sectores. Salió de una de esas zonas donde es común que los niños vayan a la cama sin comer o pasen un domingo sin almuerzo. “Conocí el pan por primera vez a los 7 años –recordó el exmandatario–. Hasta esa edad, el café que me tomaba por la mañana era con harina de yuca. Sé que es la desesperación de una madre que está delante de un fogón sin gas y sin lo más elemental para hacer una comida para sus hijos”.

Protestas del 13 de marzo del 2016

Los resultados de la gestión de Lula en breves cifras:

Entre marzo de 2002 y diciembre de 2014 el número de personas desempleadas en las seis regiones metropolitanas de Recife, Salvador, Belo Horizonte, Rio de Janeiro, São Paulo y Porto Alegre cayó de 2.6 millones a 1,1 millón.  En esos años el empleo formal se duplicó en esas regiones pasando de 22.8 millones en 2002 a 41.2 millones en 2014.

Se mueven los engranajes del golpe institucional

Un detalle oculto en las estadísticas inquietaría a las clases medias. Lo explica Juan Luis Berterretche  “Pero lo más significativo es que rompiendo con una tendencia histórica, el desempleo cayó más entre la población menos escolarizada y cayó menos entre la población con once años o más de estudio. El diploma no fue una garantía contra el desempleo y eso fue en detrimento de una clase media que empezaba a inquietarse. En esas regiones en diciembre de 2014 el 64,2% de los desempleados tenían 11 años o más de estudio. Es decir hubo una pérdida de dinamismo del mercado de trabajo a partir del inicio de 2013. Lo que explica las manifestaciones de protesta de los jóvenes en las principales ciudades brasileñas en junio de 2013”.

Es así que los factores de poder de Brasil, aliados a Estados Unidos, cada cual con su propia agenda, ponen en marcha los engranajes del golpe institucional que de una manera o de otra cortarán el mandato de Dilma o lo retrogradarán aún más, subyugando al PT y tornando inviable una candidatura de Lula para las elecciones de 2018.

Este sería un golpe al estilo de las revoluciones de colores, la primavera árabe, todo con un fuerte componente mediático que hace innecesaria la participación de los militares.

La integración del Congreso en 2015, explica Berterretche, dio el puntapié definitivo al proceso que hoy presenciamos en sus momentos culminantes. Colocó como mayoría parlamentaria a una bancada retrógrada (BBB) integrada por ruralistas, represores y evangélicos, que eligió como presidentes en diputados a Eduardo Cunha, un lobista de candidatos electorales financiados por empresas y con un largo recorrido de corrupción de casi tres décadas; y en el senado a Renan Calheiros también otro personaje político con extensa trayectoria confirmada de improbidad. Ya en las primeras movidas parlamentarias se podía leer un proceso de desmonte de los limitados avances sociales y políticos de las tres primeras presidencias del PT. Es esa integración del Congreso que garantizó todos los retrocesos institucionales en 2015-16, incluida una Ley anti-terrorista, que amenaza las movilizaciones sociales. Muchos de ellos con el propio apoyo de un gobierno “petista” debilitado y sin rumbo.

Pero esa composición del Congreso con mayoría delictiva le da poca credibilidad popular para una campaña anti-corrupción y fue el momento de crear un “personaje judicial” de “moralidad incuestionable”, un juez joven, sin pasado político, ambicioso y manipulable. El juez federal Sergio Moro, producto legítimo de una Justicia brasileña oligárquica, racista, defensora de privilegios y sostén del capital.

Protestas en Sao Paulo

Correlación de fuerzas se inclina contra Dilma

El 13 de este mes los gestores del proyecto de derrocamiento de la Presidenta Dilma movilizaron a tres millones de personas en todo el país, entre ellos 450 mil que acudieron al centro de Sao Paulo, principal ciudad de Brasil. Es de notar que esta última manifestación estuvo compuesta de gente blanca y de clase media, siendo Brasil un país con 53% de negros y mulatos y una inmensa mayoría de   pobres. Raul Zibecchi cita este detalle en el portal uruguayo Brecha: Una encuesta realizada a los manifestantes de la avenida Paulista de San Pablo en los actos del domingo 13 revela algo de esto. El 77 por ciento eran titulados superiores y un porcentaje idéntico son blancos, 63 por ciento perciben ingresos equivalentes al menos a cinco salarios mínimos y tienen un promedio de 45 años, según Datafolha (Carta Capital, viernes 18)”.

El gobierno de Dilma, prácticamente a la defensiva, no pudo movilizar su base social de apoyo. Factores decisivos de la debilidad del gobierno son las secuelas del reciente   “ajuste fiscal” que golpeó a los trabajadores y sectores populares y la burocratización, debido al clientelismo, de los movimientos sociales que le permitieron ganar cuatro elecciones nacionales sucesivas. Puede agregarse que, en general, el gobierno entró en una cadena de concesiones y retrocesos políticos que le ha hecho perder toda credibilidad.

A lo anterior se agrega que el gobierno de Dilma se ha concentrado en garantizar los eventos futbolísticos de la FIFA, entidad vista en gran parte del mundo, incluso por la justicia de EEUU,  como una rama del crimen organizado.

No es de extrañar la pérdida de 1.5 millones de empleos en 2015, mientras se prevé que se pierdan más dos millones este año. El siguiente comentario es consecuente: “El panorama entonces es de empeoramiento de la situación social y de pérdida en crecimiento acelerado del apoyo al gobierno petista. Es muy posible entonces que la caída del gobierno se concrete con rapidez”.

Fracaso de la Socialdemocracia

Si, como afirma Emir Sader, Lula realizó el mejor gobierno que haya tenido Brasil, ¿Por qué quieren derrocarlo?

La clave se halla en los límites de la Socialdemocracia. Desde Juan Bosch, quien  hizo lo mejor que pudo en República Dominicana en 1963 para complacer a los poderes locales y extranjeros , pasando por Arturo Frondizi en Argentina, Ramón Villeda Morales y Manuel Zelaya en Honduras; Jacobo Arbenz en Guatemala; Omar Torrijos en Panamá; y muchos otros, fueron derrocados, en algunos casos violentamente. En total ya van 33 golpes de Estado  en el mundo en lo que va de este siglo. No es que todos tengan que ver con la gestión económica, aunque la mayoría sí.

La Socialdemocracia, termino que tiene 160 años pero que en la actualidad se entiende como “una ideología política que procura un Estado de bienestar universal y la negociación colectiva dentro del marco de una economía capitalista”. Aunque la definición del diccionario de la Real Academia es más precisa, menos vaga: “Movimiento político que propugna un socialismo democrático y reformista”.

¿Es posible un socialismo democrático y reformista? Si le preguntan a los empresarios de Brasil dirán que no. Como ya dijeron en Grecia.

A las concesiones que ya le ha hecho Dilma a los poderes locales y extranjeros Lula tendría que agregarle tantas para regresar en 2018 que ya no sería el mismo Lula.

Un detalle significativo que expone el pensamiento de Lula sobre el ejercicio del poder estatal supuestamente en beneficio del capital y el trabajo fue algo que expresó en su visita a Colombia en 2011. “Le recomendó a Colombia no dejar en manos de intermediarios la administración de los recursos públicos”.  En consonancia con este pensamiento, Entre 2011 y 2012 Lula visitó 30 países, de los cuales 20 están en África y América Latina. Las empresas constructoras pagaron 13 de esos viajes, la casi totalidad Odebrecht, OAS y Camargo Correa.