Los peledeistas ya no saben a qué recurrir para salvar su trasero. Ahora hablan de retomar los principios de su mentor y creador, Juan Bosch, cuando en 20 años ejerciendo el poder escupieron sobre su tumba.

Se imaginan a Juan Bosch viendo desde el cielo a su partido, encabezado por caudillos, oportunistas y ladrones, contradiciendo los principios básicos que el diseñó y que establecían lo siguiente: “El PLD es abanderado y portavoz de los intereses generales de los ciudadanos que aspiran a una sociedad basada en los valores de libertad, tolerancia, justicia y progreso. No debe, en modo alguno, representar intereses particulares o grupales que entren en contradicción con el proyecto colectivo”

El proyecto colectivo se transformó en una corporación financiera de gran escala que desfalcó las arcas públicas, la justicia fue el instrumento para garantizar sus fechorías sin temor a persecución y la tolerancia y libertad se convirtieron en caudillismo y abuso de poder.

El nepotismo invadió la administración pública y los familiares más cercanos al presidente (como el caso de Danilo Medina) se hicieron dueños de casi todos los contratos del Estado a través de una telaraña de empresas privadas creadas para encubrir sus artimañas corruptivas. Los logros del PLD se convirtieron en una masacre al erario público.

Fue un verdadero saqueo que duró demasiado tiempo gracias a los miles de millones que se pagaron a voceros y medios de comunicación para encubrir toda esa maquinaria desfalcadora. La mentira se institucionalizó a tal grado que cualquier cuestionamiento al poder erigido era triturado de inmediato por esos voceros, cuya perorata se escuchaba desde la madrugada hasta bien caída la noche. Tenían el control de casi todos los medios para difundir sus mentiras.

Pero todo tiene un principio y un fin. Y el fin del PLD está a la vuelta de la esquina. Después que se destapen todos los actos de corrupción del gobierno pasado no habrá un solo dominicano que se anime a echar un voto por el PLD. Pueden cambiar sus directivos y hacer malabares para enjuagarse la cara, pero la suciedad viene de muy adentro y para quitarla hay que extirpar muchos órganos internos.

Se acostumbraron a robar y convirtieron esa practica en algo rutinario, en un derecho, en una necesidad imperiosa, como alimentarse o beber agua.

Adecentar un gobierno heredado que estaba totalmente infectado por la corrupción, el nepotismo, las malas prácticas administrativas, el tráfico de influencia y el populismo aberrante, es una tarea gigantesca que beneficiará a casi todos los dominicanos y perjudicará a unos pocos que se enriquecieron desde las gradas.

Me refiero a algunos empresarios que cerraron los ojos, se sellaron la boca y se entaponaron los oídos para disfrutar de todas esas fechorías y que a ahora se lavan las manos y hablan de transparencia, justicia y reformas. El silencio es complicidad.

La tarea del presidente Abinader, de adecentar el gobierno y extirpar sus órganos cancerosos, es realmente la única vía de salvar el país, sin importar cuándo superemos la pandemia o el tiempo que durará la crisis económica. Para crecer enfermos es mejor no vivir.