En 1981 Juan Bosch y otros participantes de la Expedición de Cayo Confites fueron reunidos para hablar de sus testimonios. Bosch narra los hechos más significativos tal como los vivió. Un hecho que había ocurrido 34 años antes. La salida de Cayo Confites ocurrió de noche y con premura, debido a los potenciales conflictos entres los cubanos y dominicanos, y los entre sí. Esa misma noche Bosch descubre que en lugar de ir hacia el este se movían hacia el oeste y que Masferrer pretendía desembarcar en La Habana para dar un golpe de Estado. “Nos reunimos con el barco de Masferrer al día siguiente a media mañana, en la costa norte de la que entonces era la provincia de Las Villas (…)   Se le comunicó a Masferrer que seguiríamos navegando hacia el este y no recuerdo si ese mismo día o el siguiente llegamos a Cayo Wincho (…) En Cayo Wincho nos alcanzó un barco de la Marina de Guerra cubana en el que viajaba don Juan Rodríguez (…) Algunos de los expedicionarios aprovecharon la escala forzosa que hicimos en Cayo Wincho para abandonar nuestras filas. Nunca se supo si ese abandono fue obra de un acuerdo entre ellos que hubiera sido tomado con anticipación, si el acuerdo fue hecho en el mismo Cayo Wincho o si cada uno decidió por sí mismo quedarse en ese peñón” (Vol. IX, pp. 261-262). La expedición fracasaba por segmentos cuando todavía estaban en aguas cubanas. Todas las expectativas de triunfo se iban difuminando y eso que estaba justo al inicio.

Justo antes de que fueran detenidos por las autoridades cubanas el plan de entrar por Haití comenzó a tomar forma precisa. “A la altura de la costa de Camagüey, antes de que entráramos en aguas de la provincia de Oriente, pedimos una reunión del Estado Mayor en la cual no podría participar don Juan Rodríguez porque estaba quebrantado (…) Habíamos convocado la reunión de jefes porque ya estábamos acercándonos al Canal de Los Vientos que separa a Haití de Cuba y en la situación en que se hallaban los expedicionarios habría sido una locura meterlos de sopetón en territorio dominicano donde debían enfrentarse, desde el primer momento, con un ejército que estaba preparado para combatir hasta el último hombre (…) En esa última reunión todos los oficiales eran conscientes de que nuestra gente necesitaba algún sitio donde pudiera descansar y comer y dormir aunque fuera una noche nada más (…) Si nos presentamos como militares yanquis los militares haitianos no van a hacernos frente (…) La idea fue aprobada y Miguel Ángel Ramírez Alcántara elaboró el plan que debíamos seguir para cruzar por Haití y penetrar en territorio dominicano; una columna se dirigiría a San Juan de la Maguana, no a la ciudad sino a sus campos, y la otra tenía la misión de penetrar hasta más allá de Azua en dirección hacia la bahía de las Calderas” (Vol. IX, pp. 262-264). Era un plan desesperado, casi insensato, pero las circunstancias de la fragilidad de la expedición los hacía pensar más emotiva que racionalmente. Las consecuencias de semejante acción hubiese sido posiblemente una guerra entre República Dominicana y Haití, porque Trujillo hubiese aprovechado la ocasión para ejecutar una expedición punitiva contra el territorio vecino y por supuesto a nivel internacional el gobierno de Grau hubiese sido sancionado dramáticamente por patrocinar semejante acción. Sin contar que Trujillo tenia suficiente capacidad para diezmar la expedición en pocos días.

El final llegó rápidamente. “Después de esa reunión, sin que podamos ahora recordar si fue inmediatamente o algunas o varias horas después, nos mandó llamar don Juan Rodríguez quien nos dijo que había llegado un mensaje de Rolando Masferrer en el que decía que estaba a 13 millas al este de Cayo Moa y que necesitaba ayuda (…) se dio la orden de dirigirnos hacia Cayo Moa, pero al llegar a unas 20 millas de ese punto lo que nos salió al paso no fue el barco de Masferrer sino tres fragatas de la Marina de Guerra cubana” (Vol. IX, p. 264). La expedición de Cayo Confites había concluido.

Lo que pudo ser el golpe militar más fuerte que sufriera la dictadura de Trujillo, sin pronosticar si hubiesen derrocado la tiranía o derrotados por el sátrapa, fue detenida en aguas territoriales cubanas y detenidos todos sus integrantes, salvo uno que otro (incluido Fidel Castro) que saltaron al agua, llegaron a tierra y huyeron de las autoridades cubanas. Bosch cita una anécdota curiosa sobre un arma de fuego. “Nos llevaron a la bahía de Antilla, donde nos tuvieron 24 horas presos en el barco. Allí estaba Fidel, a quien perdimos de vista, pero supimos de él porque se nos acercó un cubano de apellido Corona, que había sido soldado y desempeñaba en Cayo Confites el oficio de barbero, quien nos dijo que Fidel se iba y necesitaba algunas armas, a lo que nosotros respondimos dándole nuestra pistola, una Colt 45 que apenas habíamos usado en el Cayo para practicar el tiro de arma corta. De paso debemos decir que parece que Corona no le dio nunca la pistola a Fidel porque años después, al preguntarle si la había recibido, Fidel nos dijo solamente que Corona se había portado mal.” (Vol. IX, pp. 264-265). De Bosch, Fidel, un barbero y una Colt 45 da para hacer una novela, pero de la herencia de Cayo Confite sí salió una leyenda. Las consecuencias y destinos de los participantes, las armas colectadas, los aviones comprados, la lucha contra las dictaduras latinoamericanas y el internacionalismo que forjó Cayo Confite generó una historia que dio mucho de que hablar, libros escritos y multitud de páginas de periódicos, nos referimos a la Legión del Caribe, de la cual expondremos a partir del próximo artículo, el primero del 2020.

La respuesta de Bosch al apresamiento de toda la expedición lo llevó a ejercer su influencia sobre el Gobierno cubano mediante una protesta pacífica. “Desde que detuvieron, en la propia bahía de Antilla, a todos los expedicionarios, nosotros nos declaramos en huelga de hambre y de sed; es decir, no volvimos a comer nada ni a tomar una gota de agua hasta que Genovevo Pérez, el jefe del ejército de Cuba, que vivía en el cuartel de Columbia, esto es, en el mismo lugar donde nos tenían presos, nos mandó a buscar, en las primeras horas de la segunda noche, tal vez a las 8 o las 8 y media.(…) El que primero habló fue Carbó (Sergio Carbó, director y dueño del diario Prensa Libre) , quien nos pidió que levantáramos la huelga de hambre y de sed, palabras que apoyó Genovevo. Nuestra respuesta fue que nosotros íbamos a mantener la huelga mientras no pusieran en libertad a los expedicionarios cubanos, dominicanos y de otras nacionalidades que habían ido a Cayo Confites a jugarse la vida por amor a la libertad del Pueblo dominicano. (Vol. IX, p. 265). Genovevo Pérez prometió la liberación paulatina de todos y Bosch levantó su huelga de hambre. El testimonio de Bosch cierra con una recriminación que amerita un estudio más a fondo. “Creemos haber dicho a grandes rasgos todo lo que sucedió en Cayo Confites y fuera del Cayo mientras navegábamos convertidos en fuerza expedicionaria. Hubiéramos preferido que lo que hemos dicho lo dijera otra persona, alguno de los enemigos que nos ganamos en esos años, pero esos no estaban en Cayo Confites, y si fueron allá en algún momento lo hicieron de paso” (Vol. IX, p. 268). ¿A quienes se refiere Bosch? Cayo Confites todavía aguarda estudios más a fondo.