Muchas fuentes identifican al General Genovevo Pérez, jefe del ejercito cubano, como el artífice en impedir la salida de la Expedición de Cayo Confites de aguas cubanas. Bosch introduce en su testimonio una anécdota interesante con dicho militar. “Se dijo, y se dijo mucho, que el jefe del Ejército de Cuba, el general Genovevo Pérez, recibió dinero de Trujillo, y debemos decir aquí que después del fracaso de Cayo Confites encontramos a Genovevo Pérez en una playa que hay cerca de La Habana llamada Guanabo, y tras un cambio de saludo le dijimos: “Por ahí se dice que Trujillo te dio medio millón de pesos para que hicieras fracasar la expedición de Cayo Confites. ¿Qué hay de eso?”; a lo que él respondió más o menos con las siguientes palabras: “Oye, si yo no meto la mano en ese lío para que ustedes no fueran a Santo Domingo a esta hora estarían todos ustedes muertos porque Trujillo estaba esperándolos para acabar con todos”. “¿Y cómo convenciste a Grau para que te dejara hacer lo que nos hiciste?”, le preguntamos; a lo que respondió: “Le dije lo mismo que estoy diciéndote, que no iba a quedar uno vivo porque Trujillo estaba muy bien preparado” (Vol. IX, p. 256). Esta referencia tiene el valor del testimonio de Bosch que introduce este encuentro con Pérez, pero detrás de la acción de él hay otras fuentes que luego citaremos. Lo cierto es que Grau aprobó detener la expedición cuando había partido pero todavía no salía de las aguas territoriales cubanas, que fuera por el motivo indicado por el General Pérez u otro motivo, no hay duda que una acción de ese tipo no la podía hacer el jefe del ejercito sin la anuencia de su jefe.
La partida de la expedición, según testimonio de Bosch y otros participantes, fue precipitada, al descubrir que conflictos internos en Cuba amenazaba con detenerla antes de salir. “…la salida del Cayo se precipitó porque las luchas entre Masferrer y Eufemio Fernández llegaron a un punto tan alto que (…) Manolo Castro tuvo que sacar al último del Cayo, y por eso estaba en Miami cuando nosotros salimos de allí, pero lo que produjo la precipitación fueron los sucesos de Orfila, un barrio de La Habana donde grupos rivales cubanos se cayeron a tiros y hubo muertos y heridos, entre ellos el jefe de uno de los grupos, que se llamaba Emilio Tro. Fue entonces cuando gente de Masferrer le disparó un tiro a José Horacio Rodríguez, el hijo de don Juan, que en ese momento se hallaba fuera del Cayo porque lo habían mandado a buscar de La Habana (…) los reflejos de lo que pasaba en La Habana estuvieron a punto de costarles la vida a algunos de los dirigentes de Cayo Confites” (Vol. IX, p. 257). Fruto de la corrupción generalizada y los enfrentamientos entre grupos políticos opuestos por competir por intereses comunes, generó durante el periodo de los gobiernos del PRC-A acciones terroristas entre pandillas que generaban muertes y heridos, sin que la autoridad cubana pudiera detenerlos. Este clima de violencia generalizado es una marca profunda de la vida política en la isla y en parte explica muchas de las acciones violentas -sobre todo los fusilamientos- al triunfo de la Revolución de 1959. En la sensibilidad de Bosch ese accionar le resultaba repulsivo y siempre que tuvo la oportunidad, especialmente cuando regreso al país, se opuso a toda actividad terrorista en política, proviniera de la derecha o la izquierda. El Bosch de los años 60 y 70 es incomprensible si no se tiene conocimiento de las experiencias vivida por él en Cuba desde el 1939 hasta el 1953.
Al margen del testimonio de Cayo Confites y para fortalecer lo que acabo de señalar, recogemos un dato biográfico de Bosch sobre los motivos que lo llevo a salir de Cuba. “Al día siguiente del asalto al Cuartel Moncada fue a visitarme un joven amigo mío para decirme lo que había pasado en Santiago de Cuba, y a avisarme de que no me quedara en mi casa, porque me iban a detener. Efectivamente, yo no me quedé en la casa (…) Mi mujer, que es cubana, nacida en Cuba, dijo que me habían estado buscando para hacerme preso, y que le había dicho a los militares que habían ido a buscarme que yo los domingos los pasaba en el hotel Comodoro y, efectivamente, ellos fueron a hacerme preso al hotel Comodoro, que quedaba entonces por allá por Miramar (…) Esperé el lunes y el martes, porque cuando uno está perseguido en cualquier país como este de la América Latina, hay que esconderse las primeras cuarenta y ocho horas. En las primeras cuarenta y ocho horas es cuando realmente hay peligro de que le vuelen a uno la cabeza” (Vol. XXXIX, pp. 187-188). Bosch, que estaba vinculado con el PRC-A, aunque mantenía amistad con los Ortodoxos, que fueron quienes ejecutaron el asalto al Cuartel Moncada, era muy conocido en toda Cuba y por tanto para la dictadura de Batista culparlo de ser parte del grupo de la acción militar en Santiago de Cuba era una maniobra para deshacerse de Bosch.
Qué buscaban las autoridades cubanas al apresar a Bosch. “…llamé a Columbia para hablar con el coronel Ugalde Carrillo, que era el jefe del SIM (cubano), el Servicio de Inteligencia Militar. Él había sido agregado militar de Cuba en República Dominicana, de manera que tenía relación con Trujillo y con los jefes militares del trujillismo (…) Ugalde Carrillo me dijo que fuera a verlo, que él quería hablar conmigo. Fui sabiendo que me iban a detener. Fui preparado para eso, pero ya la situación no era similar a la del comienzo cuando me fueron a coger preso. Me llevaron a La Cabaña, estuve preso en La Cabaña varios días. Cuando salí de allí se repitió la persecución (…) La situación aquí era muy violenta, ya se conocía lo que había pasado en el Moncada, los asesinatos que se habían hecho, así que volví a llamar a Ugalde Carrillo, a decirle que yo lo estaba llamando desde el Ministerio de Relaciones Exteriores, que se llamaba entonces Ministerio de Estado, para que me mandara a buscar, pero que fueran soldados uniformados a buscarme, de lo contrario no me dejaría coger. Naturalmente, yo no llamaba del Ministerio de Estado, pero lo dije porque los jueves, y era jueves, todos los embajadores, todos los diplomáticos cubanos, iban a visitar al Ministro de Estado. Sin embargo, el director de Bohemia, adonde yo fui inmediatamente, me dijo que no, que me fuera a una embajada, que no había protección ninguna para mí, y así me asilé en la embajada de Costa Rica” (Vol. XXXIX, pp. 188-189). Si Bosch se hubiese dejado atrapar posiblemente hubiese sido asesinado en Cuba o enviado como “regalo” a Trujillo. Su destino era la muerte. Es como consecuencia de Moncada que Bosch termina asilándose en Costa Rica y saliendo de Cuba.
Bosch volvería a Cuba en 1957 y en esa ocasión fue apresado nuevamente. “…un agente de la policía que me invitó a subir a un automóvil y me condujo a una estación policial conocida como un antro de crímenes porque su jefe, el comandante Ventura, era un asesino que figuraba en el pináculo de los batistianos sanguinarios. (…) Poco antes de las 12 del segundo día me llevaron a la comandancia, esto es, el lugar que ocupaba Ventura, quien al verme llegar me invitó a sentarme frente a él de manera que quedamos encarados, con su mesa escritorio en medio de los dos; durante por lo menos un minuto me miró fijamente y pasó a decir: —Señor Bosch, prepárese a salir de Cuba, que a usted se le acabó aquí el jueguito. Esta misma tarde sale usted para Santo Domingo” (Vol. VIII, pp. 655-656). Seguimos en la próxima entrega.