En 1947 el Caribe latía intensamente debido a procesos políticos diversos que sacudían sociedades y cambiaban gobiernos. En Cuba la democracia, no sin dificultades, se mantenía, en Venezuela se organizaban elecciones democráticas, en Guatemala Juan José Arévalo gobernaba debido a una elección democrática. Los exiliados dominicanos trabajaban intensamente para organizar una expedición que llegara a República Dominicana y enfrentara la dictadura trujillista. El clima de colaboración entre Estados Unidos y la Unión Soviética, fruto de la guerra contra el fascismo, se erosiona rápidamente y el 12 de marzo de 1947 se da a conocer la Doctrina Truman. La formulación esencial del presidente de los Estados Unidos de su propuesta frente al Congreso fue: “…la política de Estados Unidos debe ser apoyar a los pueblos libres que están resistiendo intentos de agresión de minorías armadas o presión exterior”. Dicho así pareciera que un caso como Trujillo podría ser blanco de la acción norteamericana y es posible que el mismo dictador se lo creyera en principio, por eso solicitó a Despradel reunirse con el embajador norteamericano en Santo Domingo, pero de hecho tras esa política fue que Estados Unidos inició un intensa actividad política, diplomática, militar e ideológica en contra de todo gobierno o movimiento que ellos entendía como comunista. A la vez tras esa Doctrina Truman se inició en el seno de la sociedad dominicana una persecución brutal en contra de ciudadanas y ciudadanas estadounidenses que eran catalogados de comunistas por diversos motivos, la cabeza visible de esa represión ideológica era el senador Joseph McCarthy, y el brazo operativo más sórdido fue el director del FBI John Edgar Hoover.
Las consecuencias más graves de ese accionar político de los Estados Unidos en base a la Doctrina Truman generó sucesos graves en el Caribe, comenzando con la contención de la expedición de Cayo Confites, el respaldo a los golpes de Estado contra Gallegos en Venezuela en 1948, de Batista contra Prío Socarrás en 1952, y de Castillo Armas contra Jacobo Árbenz en Guatemala en 1954. Estas democracias caribeñas fueron aniquiladas por Estados Unidos para favorecer gobiernos militares que preservaran mejor sus intereses en la región. Únicamente la revolución democrática costarricense del 1949 liderada por José Figueres se salvó de esa acción norteamericana. En 1955 Juan Bosch escribió un libro llamado Póker de Espanto en el Caribe, publicado en 1988, donde analizaba el accionar de los 4 grandes dictadores caribeños de su momento: Trujillo en República Dominicana, Batista en Cuba, Pérez Jiménez en Venezuela y Somoza en Nicaragua. Todos con el respaldo de los Estados Unidos siguiendo la Doctrina Truman. El anticomunismo se convirtió en el argumento central para justificar golpes de Estado y la represión de las dictaduras contra toda oposición, de cualquier signo ideológico, que buscara democratizar o revolucionar sus sociedades.
Volviendo al 1947 Vásquez señala un hecho importante del accionar de Trujillo para buscar el apoyo de Estados Unidos en contra de una posible expedición de exiliados contra su dictadura. “…el 8 de julio de 1947 tenía lugar en Washington una importante reunión destinada a emparentarse con la expedición antitrujillista. Ese día el nuevo embajador dominicano, Julio Ortega Frier, connotado exponente de la élite intelectual sumisa a Chapitas, realizó una visita al secretario de Estado norteamericano George Marshall. Y lo primero que hizo fue entregarle una invitación para que los Estados Unidos acreditaran a un representante especial en la toma de posesión presidencial de Trujillo, fijada para el 16 de agosto” (Vásquez, p. 52). Pero el embajador dominicano solicitó algo más concreto y que Trujillo necesitaba con urgencia. “…el embajador expresó la esperanza de que el Gobierno norteamericano diera marcha atrás a la política de no suministrar armas a la República Dominicana establecida en diciembre de 1945, e indicó que su Gobierno se había molestado particularmente por las razones aducidas para esa decisión. Añadió que aunque su país había obtenido ciertas armas durante los últimos dieciocho meses de otras fuentes y tenía ahora una oferta de la Gran Bretaña para proporcionarle municiones, Trujillo prefería satisfacer sus requerimientos en los Estados Unidos” (Vásquez, p. 52). Esa solicitud podría indicarnos cierta debilidad de Trujillo en el orden militar para enfrentar una expedición como la que se organizaba en Cuba, y que si Cayo Confites hubiese llegado a territorio dominicano hubiese tenido alguna posibilidad de éxito. Pero eso es mera especulación.
Cuando ocurre esa reunión ya estaba convocada por los Estados Unidos la “Conferencia Interamericana para el Mantenimiento de la Paz y la Seguridad del Continente —convocada para el 15 de agosto de 1947, en Rio de Janeiro” (Vásquez, p. 52). Y de parte de Estados Unidos existía la aprehensión de que Trujillo llevara a dicha Conferencia una solicitud de condena contra Venezuela por las manifestaciones del gobierno de Betancourt contra su dictadura. El mismo Vásquez señala la jugada trujillista de intercambiar armas por una inhibición de Trujillo en dicha Conferencia. “La astuta jugada de Trujillo ponía al Gobierno norteamericano en una embarazosa disyuntiva: le vendía las armas o mantenía su política restrictiva. La primera opción estimulaba la injerencia desestabilizadora del Generalísimo en otras naciones de Latinoamérica —no siempre en consonancia con los intereses de Washington— y la represión interna en su país; la segunda, lo incitaba a comprar armas en otros mercados y reducía la influencia yanqui en los asuntos dominicanos” (Vásquez, p. 53). Indudablemente Trujillo jugaba con las fauces del tigres norteamericano, convencido de que para los Estados Unidos era preferible su dictadura que controlaba la parte oriental de la isla de Santo Domingo, y no un escenario donde el enfrentamiento de Trujillo contra exiliados en condición de expedicionarios militares provocara una gran desestabilización en el centro del Caribe sin claridad concreta de sus resultados.