El año de 1946 fue muy complejo en el proceso de preparación de una expedición contra la tiranía de Trujillo desde Cuba bajo el liderazgo del Frente Unido de Liberación Dominicana que agrupaba a la mayor parte de los opositores a la dictadura. En ese contexto la dictadura dominicana tomó una iniciativa que buscaba debilitar todo el movimiento. “Inquieto por las actividades de los exiliados dominicanos y a tono con los débiles aires democráticos que aún soplaban en la América Latina, a pesar de los avances de la Guerra Fría, Trujillo extendió una «cordial invitación» a sus opositores políticos para que, amparados por las garantías que otorgaban «la Constitución y otras leyes adjetivas», se reintegraran a la patria. Un comunicado oficial de la Legación de la República Dominicana en Cuba, fechado el 10 de junio de 1946, reiteró a los interesados la «formal invitación» del Gobierno para que todos los nacionales que se encontraban en el extranjero —sin distinción de sus ideologías políticas— y quisieran regresar al país, lo hicieran bajo las «más completas garantías oficiales» y se dedicaran, en el marco de la Constitución y las leyes vigentes, a «actividades políticas si así lo desearen»” (Vásquez, p. 46). Conociendo a fondo la naturaleza del régimen trujillista era inconcebible que alguno aceptara esa propuesta, pero algunos si lo hicieron y pagaron muy caro su ingenuidad política. Esa propuesta es el ardid mejor elaborado por la dictadura en toda su historia. A inicios de 1946 ya Juan Bosch había recibido una oferta semejante cuando se reunieron él y otros líderes del PRD con el cónsul trujillista en Curazao. La maniobra de Bosch en ese momento la analizamos en otras entregas de Veritas liberabit vos y tuvo como propósito entretener a los personeros del régimen mientras sacaban de esa isla holandesa al patriota Ramón Emilio Mejía, apodado Pichirilo, quien se encontraba escondido en la misma. Una vez lograron sacar a Pichirilo, Bosch y el PRD rompió el diálogo con el Cónsul. Esa oferta de junio del 1946 no iba a ser escuchada por Bosch.

La verdadera catadura represiva de Trujillo se hizo evidente en poco tiempo frente a quienes cándidamente aceptaron la invitación. “Tras un brevísimo período de legalidad, los órganos represivos de la dictadura arremetieron contra aquellas fuerzas de la oposición que habían caído en la trampa, en especial el recién constituido Partido Socialista Popular (comunista) cuyo primer acto público tuvo lugar en septiembre de 1946 y ya en octubre era fuertemente reprimido” (Vásquez, p. 47). Si algunos de los miembros del Frente Unido de Liberación Dominicana ponderaron dicha oferta, ya en octubre estaban claros que no había forma de coexistir con Trujillo en el seno de la sociedad dominicana. La maniobra de Trujillo, por su carácter efímero, radicalizó a todos los complotados en el proyecto de Cayo Confites, sólo era posible la vía armada y únicamente se podía cambiar la situación en la República Dominicana si Trujillo era expulsado o ajusticiado. La pervivencia de ese propósito se mantuvo más allá de la malograda expedición de Cayo Confite y fue el aliento de la expedición del 19 de junio de 1949 comandada por Horacio Julio Ornes Coiscou y la del 14 de junio de 1959 comandada por Enrique Jiménez Moya. Todos tuvieron claro que con Trujillo no se negociaba.

En ese contexto llega el 1947 y los planes se fueron definiendo, no sin dificultades y contradicciones. “…durante los primeros meses de 1947 los líderes antitrujillistas intensificaron sus negociaciones en torno al plan encabezado por Juan Rodríguez. Poco a poco, trabajosamente, debido a las contradicciones existentes entre las diversas personalidades y organizaciones, fueron limando asperezas y acercándose a un consenso. Las circunstancias los obligaban, además, a mantener el mayor sigilo para no caer bajo la mirada del espionaje trujillista, el cual —aunque seguiría jactándose de conocer al dedillo los movimientos del exilio— continuó bastante desorientado durante todo el primer semestre de 1947. Desorientado, sí; pero no pasivo” (Vásquez, p. 47). Con dinero, con la certidumbre de que con Trujillo no se negociaba, y con la esperanza de organizar una expedición de suficiente tamaño y poder de fuego, además del respaldo que seguían recibiendo del gobierno de Grau, los expedicionarios aceleraron los preparativos y el reclutamiento de luchadores dominicanos, cubanos y de otras nacionalidades.

Una de las tesis que posteriormente esgrimió Bosch es que los proyectos contra la dictadura internos y externos no tuvieron un proceso de comunicación en el tiempo que generara un aprendizaje útil para no repetir errores e innovar en las acciones contra Trujillo. Los resultados lo muestran. No es posible especular sobre las posibilidades de éxito de Cayo Confite si hubiese tocado las playas dominicanas, ya que la historia no se construye con especulaciones, pero unas y otras pagaron con la vida de centenares de hombres muy valiosos que ofrendaron su vida por el retorno a la democracia de la República Dominicana con el paso previo de la liquidación de la dictadura trujillista. Incluso el Movimiento 14 de Junio, formado internamente por el ejemplo de la expedición de Enrique Jiménez Moya, fue traicionado y diezmado. Resulta paradójico que quienes terminan descabezando a Trujillo (literalmente) fueron actores cercanos a la dictadura, tal como lo demuestran Víctor Grimaldi en Sangre en el barrio del Jefe y Juan Daniel Balcácer en Trujillo. El tiranicidio de 1961. La dictadura trujillista es un paradigma latinoamericano de tiranía absoluta que ejerció un control total sobre la vida de los dominicanos durante casi 31 años y mantuvo una red de información y persecución contra sus opositores, aunque estuvieran en el exilio.  Sin negar, como afirma Vásquez, que en muchos casos esos sistemas de información estuvieran despistados sobre los planes concretos de los exiliados. “La desorientación del espionaje de Trujillo era compartida por el sistema de Inteligencia y ciertas autoridades de los Estados Unidos. Estos, al parecer, no evaluaron adecuadamente las informaciones provenientes de La Habana, Caracas y Puerto Príncipe acerca de comentarios de líderes dominicanos respecto a un plan de invasión y la posesión de considerable cantidad de armas por parte de los revolucionarios o sus gestiones para adquirirlas” (Vásquez, p. 48). Una cosa tenía clara la dictadura trujillista: prepararse militarmente para cualquier intento de intervención expedicionaria de los exiliados.