Una de las cuestiones que siempre le llamó la atención a Juan Bosch fueron los hechos históricos de nuestros pueblos y Estados -caribeños y latinoamericanos- que no correspondían con una lógica económica o política propia del tiempo y circunstancias que le condicionaban. Por el contrario muchos hechos ocurrían debido a la voluntad errática de algún líder o fruto del atraso de nuestras sociedades. Sobre el caso dominicano desarrolló la tesis del atraso histórico vivido por nosotros fruto de la implantación tardía del capitalismo en nuestras tierras, mientras Cuba se adelantó a su metrópoli España durante el siglo XIX. También Puerto Rico fue tema preferido por Bosch debido a sus vínculos familiares, afectivos y existenciales con la isla hermana.

El 16 de mayo de 1944 Bosch publicó un artículo en Información de Cuba con el título de: El caso de Puerto Rico. Declaraciones insólitas. Algo de historia. (V. XXXIV, pp. 311-313)   La cuestión del artículo gira en torno una declaración del Comisionado Residente de la isla de Puerto Rico en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos en ese tiempo, que se llamaba Bolívar Pagán. Era abogado. Él ocupó esa posición desde finales del 1939 hasta inicios del 1945. Al inicio había sido designado por el Gobernador de Puerto Rico  para cubrir la vacante dejada por su suegro, pero al año siguiente se sometió al voto popular y retuvo la posición por un cuatrienio. La posición de Comisionado Residente es una figura perversa del régimen colonial impuesto por Estados Unidos a Puerto Rico, porque es elegido por el pueblo puertoriqueño para ser parte de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos con voz, pero sin voto en la aprobación de leyes. Una suerte de títere parlanchín.

Bosch señala lo siguiente sobre ese señor: “Bolívar Pagán es el comisionado puertorriqueño residente en Washington, es decir, el hombre que representa ante el Congreso de la Unión a los vecinos de la antilla del cordero. Bolívar Pagán, enemigo político del gobernador Tugwell, trinó contra éste y lo acusó de estar llevando la isla hacia el socialismo” (V. XXXIV, p. 311). Esa acusación, en 1944, con Estados Unidos aliado a la Unión Soviética en contra del nazismo alemán y el despotismo real japonés, tenía fuerza de rechazo en la opinión pública norteamericana, pero más aversión la tendrá luego del inicio de la Guerra Fría y todavía en el momento actual cuando el vozarrón de Brasil anda por el mundo convocando a todos a liquidar las izquierdas. La democracia es entendida por individuos de esa calaña como propiedad exclusiva de la derecha. Pero la cuestión es más grave cuando Bosch nos muestra quien era ese señor Pagán: “Pues este Bolívar Pagán que así truena denunciando lo que él llama “costoso experimento socialista puertorriqueño” es el jefe del Partido Socialista de la isla, y por esa razón el que menos derecho tendría a proteger de que en su país se estableciera algo parecido a la doctrina que él dijo defender cuando aspiraba a que el pueblo borinqueño lo mantuviera en un cargo de representante, primero, de senador después y de comisionado residente ahora” (V. XXXIV, pp. 311-312). Había que ser un caradura para atacar a otro político porque supuestamente implementaba medidas socialistas cuando él era el jefe del Partido Socialista de Puerto Rico. ¡Un hito en la historia de la demagogia! Los renegados aparecen donde menos uno espera.

¿Quién era el Sr. Rexford Guy Tugwell a quien Pagán acusa de implementar medidas socialistas en Puerto Rico? Era un economista estadounidense a quien el presidente Roosevelt nombró Gobernador de Puerto Rico desde 1941 y luego Truman lo confirmó hasta 1946. Contrario a la posición de Comisionado Residente que era electo por voto popular boricua pero prácticamente inútil en el Congreso de Estados Unidos, la posición de Gobernador era designada por el presidente de los Estados Unidos y sí tenía poder efectivo ejecutivo en la isla. Esa modalidad se conservó hasta el 1948, a partir de ahí la posición de Gobernador quedó también sometida al voto popular insular. Precisamente fue Tugwell quien impulsó el autogobierno de Puerto Rico, sin perder su condición de colonia, y que fuera un puertoriqueño el escogido por su pueblo para esa posición. Como economista Tugwell era un convencido de la necesidad de la planificación masiva y aplicó esas ideas a Puerto Rico, procurando su desarrollo material. A esa política es que Pagán atacará acusando a Tugwell de socialista. Acusación que ya había recibido el Gobernador de Puerto Rico en Estados Unidos cuando ayudaba a Roosevelt a salir de la depresión en que la nación norteamericana se encontraba desde el 1929 y que se extendió por todo el mundo.

Lo grave del caso es que Pagán era quien dirigía el Partido Socialista de Puerto Rico y había dado muchos discursos y proclamas favoreciendo ese tipo de políticas públicas. Incluso su condición de líder de esa agrupación partidaría era una especie de herencia que había recibido de su suegro, quien la había fundado. “El Partido Socialista fue fundado en Puerto Rico por un español, gallego por más señas, llamado Santiago Iglesias, que llegó a la isla casi tras los ejércitos americanos, al finalizar el siglo pasado (s.XIX). Iglesias había residido en Norteamérica, y se había naturalizado allí. Tras algunos años de lucha, fundó el Partido Socialista puertorriqueño. Andando el tiempo Bolívar Pagán, joven político de la isla, se casaría con una hija de Iglesias y heredaría de éste la jefatura del Partido”  (V. XXXIV, p. 312). Con esos dos datos del Sr. Pagán es posible calificarlo de un arribista y oportunista. Como Bosch lo señalaría décadas después, un comportamiento típico de la pequeña burguesía. Pero la responsabilidad de semejantes dislates políticos no era exclusiva de Pagán, ya que el veneno lo había dejado su suegro. “Antes de morir, Iglesias hizo una de esas cosas que sólo ocurren, sin pena de la vida, en nuestros infantiles países: alió a su partido con el llamado Republicano, compuesto de capitalistas, patronos y azucareros. En una palabra, metió a la oveja en la cueva del lobo. Al dejar el sucio mundo donde así podía actuar, Santiago Iglesias dejó también a su yerno como rector de las masas obreras y socio de los prepotentes señores de la isla. A Bolívar Pagán le gustó más la opípara mesa de sus nuevos compañeros que la sobria de sus antiguos “camaradas”, y mudó la dirección del Partido para los palacetes de los azucareros” (V. XXXIV, p. 312).

La traición a los ideales de justicia es más común que la integridad de toda una vida al servicio de los más  humildes. En Puerto Rico o nuestro país, en el siglo pasado o el presente, más son los que flaquean y abandonan con el tiempo su compromiso con una sociedad mejor, que aquellos que consumen su existencia en el cirio de la lucha por los más pobres. Por eso es tan importante evocar y valorar a los que se mantuvieron de pie y que sirvan de ejemplo a las nuevas generaciones. “¿No es para considerar demagógica la actitud del comisionado residente de Puerto Rico en Washington, y no es lamentable que los periódicos de la Unión den albergue a clamores tan interesados? Pues aunque el Journal of Commerce sólo lo haga por defender los bonos de sus amigos, los dueños de ingenios en Puerto Rico, debió tener en cuenta que un abogado malo no es lo más indicado para defender una causa mala” (V. XXXIV, p. 312). Si me permiten una corrección a Bosch señalaría que precisamente para las causas malas son más adecuados los mediocres y demagogos, que carecen de entrañas y su guía es la codicia.   

En el caso tratado por Bosch sobre Puerto Rico aporta un contexto importante en otro partido de la isla. “El jefe del Partido Popular, un escritor llamado Luis Muñoz Marín, es gran amigo de Roosevelt y consiguió de éste que le nombrara para gobernador de la isla a Rexford Tugwell, un hombre capaz y honesto, de esa juventud izquierdista norteamericana tan candorosa y tan admirable. Con un gobernador así, que no iba a vetar las leyes sociales que él pretendía hacer votar por las Cámaras, Luis Muñoz Marín empezó a crear la legislación popular que los socialistas habían prometido, durante años, sin cumplir jamás. Tal legislación ha impuesto en Puerto Rico el reparto de tierras, mejores condiciones para el obrero, aprobación de ferrocarriles y plantas de energía eléctrica” (V. XXXIV, p. 313). Cinco años después de escribir este artículo Bosch celebró que el primer Gobernador electo de Puerto Rico era su amigo Luís Muñoz Marín y fue sucesivamente reelecto hasta enero de 1965. Bosch y Muñoz Marín cultivaron una gran amistad y en futuras entregas de Veritas liberabit vos retomaremos sus vínculos.