Al estudiar el siglo XVII Juan Bosch hace un comentario importante sobre las fuentes para su estudio. “En lo que se refiere a esa centuria (siglo XVII) no contamos con una documentación oficial tan nutrida y prolija como la del siglo XVI ni con una obra tan detallada en aspectos no políticos como la de Oviedo ni con un testimonio parecido a “Idea del valor de la Isla Española”, en la que hay un panorama bastante amplio de la vida del país en el siglo XVIII” (Vol. X, p. 99). Es decir que para Bosch la obra del P. Sánchez Valverde brinda un panorama bastante amplio de la vida del país en el siglo XVIII. El clérigo no solo valora los recursos naturales de la parte oriental de la isla, sino que juzga costumbres y la moralidad de la sociedad donde vivió.

Fruto de la miseria del siglo XVII el mulataje se convirtió en norma, no obstante la mentalidad racista de muchos criollos seguía condenando el hecho de que blancos y negros se unieran y tuvieran hijos. En torno a la mezcla de blancos y negros el P. Sánchez Valverde enfatiza lo que él considera como un  problema moral: “…suelen agradarse de ellas y ligar una familiaridad pecaminosa, a que condesciende la Esclava, no por el imperio o la violencia del Amo, sino por el cebo de la libertad que éste la promete y que le franquea la ley; la qual si al modo que para impedir los adulterios ha establecido el impedimento del crimen, inhabilitado para el matrimonio a los que siendo casados, se conocieron con la promesa de cotraherle, muerto el cónyuge, dispusiese igualmente que los excesos entre los Amos y las Esclavas sirviesen de óbice legal a la libertad de éstas, atajaría unos concubinato los que son demasiadamente comunes, no inutilizaría para el Estado las manos de estas Esclavas y de su descendencia y cortaría las prostituciones de ellas, que después de libres no tienen otro oficio para subsistir que el que les sirvió para sacudir la esclavitud” (Sánchez, p. 254).

Esta referencia nos permite descubrir que el concubinato entre amos blancos y esclavas negras era muy común, y que por lo visto las convencían en función de concederles la libertad en algún momento. Como ya hemos analizado, este hecho es la clave para entender el mulataje del pueblo dominicano. En una sociedad tan primitiva y con la gente viviendo tan aisladas unas de otras, es un hecho realista que ocurrieran muchas relaciones de hecho entre blancos y negras, lo cual escandaliza a Sánchez. El último punto de su texto es más revelador cuando nos informa que muchas de esas mujeres negras, una vez obtenían la libertad, se ofrecían a otros hombres blancos para obtener comida u alojamiento, ya que el dinero prácticamente no circulaba. Es de hecho una situación de prostitución, pero la solución del sacerdote era el retorno a la esclavitud, lo cual es igual o peor en términos morales.

La obra de Sánchez Valverde, que venimos comentando desde entregas anteriores, concluye señalando según Rosa Elena Pérez de la Cruz que: “…después de lo descrito por él basándose en escritores antiguos y contemporáneos, sólo se requería ver la Isla con un «espíritu filosófico», o al menos con una «curiosidad racional»” (Martínez, v. I, p. 115). Su interés estaba en lograr que las autoridades españolas de la metrópoli y las insulares prestaran atención al potencial de esta parte de la isla para producir riqueza y brindarle bienestar a su población, valiéndose del trabajo esclavo y el talento de los españoles. Otros textos del mismo autor se involucran en las discusiones típicas de la escolástica tardía, pero no son significativas para nuestro análisis.

En ese mismo siglo hubo un autor no tan mencionado que escribió sobre la historia de la colonia. “Luis Joseph Peguero (…-1792), poeta y cronista de singular estilo, autor de una Historia de la conquista de la Isla Española de Santo Domingo, en dos tomos, que terminó de escribir en 1772 y 1773, así como de unas Notas, apuntes y versos, que aún se encuentran inéditas. Peguero era oriundo de la capital de la colonia, a la que se refiere con la expresión "mi ciudad de Santo Domingo", y había alcanzado un apreciable grado de instrucción cuando se radicó en el valle de Peravia en busca de la "quietud que nos ofrece la soledad del campo" (Vicioso, pp. 30-31). Por supuesto no ha de esperarse un texto profesional en cuanto historia, pero es el primer esfuerzo por escribir una explicación sobre lo sucedido en los pasados 250 años. “Su instrucción básica, adquirida probablemente en los recintos escolásticos de la ciudad; su constante afán de superación, y su notable capacidad de observación, poco comunes en la sociedad hatera del siglo XVIII, le permitieron convertirse en un vocero auténtico de la clase dominante. La ideología de los hateros es lo que hace que Peguero se pronuncie en sus escritos contra la influencia de la vecina colonia francesa, cuyo desarrollo se basaba en la esclavitud de plantaciones, vinculada al capitalismo a través del mercado mundial” (Vicioso, p. 31). Por tanto, Peguero escribe desde la óptica de los hateros, como ellos entienden su la sociedad colonial y sus valores.

En Peguero encontramos ya la expresión de un auténtico criollo que toma distancia de la identidad española. “Nuestro hatero escribe en el lenguaje propio del hombre de campo de su época, a quien iba dirigida expresamente su obra. Y en su versificación emplea preferentemente las formas poéticas tradicionales que habían caído en desuso y eran rechazadas por la poesía "oficial" en España. Esto pone en evidencia que la cultura de Peguero estaba muy distanciada de la peninsular, que había sido penetrada por la Ilustración francesa y abombaba de toda expresión popular en la literatura. Este distanciamiento era expresión del que existía entre la vida colonial y la de la metrópoli, en términos generales. (Vicioso, pp. 31-32). Es pues un autor que destaca la identidad criolla de lo sociedad dominicana, a partir de la visión de los hateros y con el lenguaje del pueblo. Muchos autores señalan que es él el primero en usar el gentílico de dominicano para todos los habitantes de la isla. El proceso de formación del concepto de dominicano proviene de que la ciudad más importante era Santo Domingo y por tanto quien nacía en dicha ciudad era dominicano, ya que era la denominación de los miembros de la Orden de Santo Domingo, que para no confundirlos se emplea actualmente el término de dominicos. Cuando a toda la isla se le comenzó a denominar Santo Domingo, tanto en francés como en español, el gentilicio surgió de manera natural y a todos los nacidos en dicha isla pasaron a llamarse dominicanos o dominicanas.