Siguiendo el texto de Jorge Larraín –El concepto de Ideología– estamos explorando los antecedentes del surgimiento de este concepto al inicio de la modernidad y nos sirve de ejemplo una obra de Francis Bacon titulada Novum Organum. Aforismos sobre la interpretación de la naturaleza y el reino del hombre. Si el título nos dirige directamente a un “viejo” Órgano, el de Aristóteles, el subtítulo es muy esclarecedor. Un aforismo es una sentencia, de preferencia breve, que marca una norma sobre una ciencia o arte. Bacon por tanto pretende establecer nuevas reglas sobre como debe la mente humana comportarse para conocer la naturaleza y todo lo relacionado con el ser humano.
Mi propósito es ayudar a entender a los lectores de esta columna lo que realmente es una ideología para analizar muchos de los textos de Bosch y brindar un enfoque más racional y preciso de lo que fue la acusación contra nuestro autor de comunista durante el periodo 1962 y 1963, apoyándose sus detractores en una ideología anticomunista. Y brindar luz sobre un debate muy cargado de histerismo sobre una llamada ideología de género, cuyas raíces están íntimamente relacionada con la ideología anticomunista de antaño. Sobre el tema del Gender, manoseado por comunicadores y propagandistas reaccionarios, la única luz racional que he visto en los últimos meses es el texto de la Congregación para la Educación Católica titulado Varón y mujer los creó. Para una vía de diálogo sobre la cuestión del Gender en la educación. Incluso en su título -y el contenido- esquiva caer en la chercha actual cargada de fundamentalismo religioso centrado en la misoginia y una rancia doctrina social reaccionaria. No por azar la vocería local y regional obsesionada con la ideología de género esquiva leer y mucho menos citar ese texto.
Retornando a Bacon y citando las primeras líneas del prefacio de su obra señala con precisión su preocupación: “Aquellos que se han atrevido a hablar dogmáticamente de la naturaleza como de un sujeto explorado, sea que les haya inspirado esta audacia su espíritu excesivamente confiado o su vanidad y el hábito de hablar magistralmente, han ocasionado un perjuicio muy grande a la filosofía y a las ciencias. Mandando la fe con autoridad, supieron, con no menos poderío, oponerse e impedir toda investigación, y por sus talentos más comprometieron la causa que prestaron servicio a la verdad, ahogando y corrompiendo anticipadamente el genio de los otros”. Indudablemente el conocimiento de la naturaleza y la realidad humana al cerrarse a lo indicado por textos sagrados o la opinión de los doctos que tienen poder por la estructura social conduce a una explicación ideológica que su única función es preservar el poder político de que quienes se autodefinen como poseedores de la verdad.
Entre el siglo XV y el XVII la lucha entre científicos y dogmáticos fue encarnizada, Bacon estuvo envuelto de lleno en esa refriega. En la medida que el comercio y los descubrimientos geográficos y físicos ganaban aceptación, la ciencia se consolidó, y aquellos Estados europeos que apartaron a los eclesiásticos de la autorización para el desarrollo científico avanzaron más rápido. El motor fue la ganancia que generaba la ciencia y técnica en el desarrollo de la burguesía. En el presente seguimos encontrándonos con fanáticos que afirman que la tierra es plana, que la trasfusión de sangre es un pecado, que la vacunas son malas, que la evolución no existe, que nuestro planeta únicamente tiene cinco mil años, que no existe el cambio climático o que las mujeres no son iguales a los hombres. Liderazgos rancios como Trump o Bolsonaro que pretenden detener el desarrollo del conocimiento y llevar a sus sociedades al siglo XIX son fenómenos fruto de una distorsión de la democracia de sus sociedades que será corregida en los próximos años. La globalización y la atención al cambio climático -incluso con sus distorsiones- es el camino que le permitirá a la humanidad avanzar hacia mayores niveles de progreso, justicia y democracia, y ninguna ideología conservadora lo detendrá.
El primer aforismo que propone Bacon es el fundamento mismo de la modernidad. “El hombre, servidor e intérprete de la naturaleza, ni obra ni comprende más que en proporción de sus descubrimientos experimentales y racionales sobre las leyes de esta naturaleza; fuera de ahí, nada sabe ni nada puede”. Es la agenda que ha seguido el desarrollo del conocimiento científico y de la técnica que surge del conocimiento de las causalidades descubiertas en el mundo natural. Larraín señala que el problema entre la doctrina religiosa que pretendía explicar la naturaleza, convirtiendo la filosofía en ancila de la teología, siguió de Maquiavelo a Bacon una línea argumentativa muy clara. “Bacon pensó que la confusión escolástica entre filosofía y teología era especialmente dañina para las ciencias; y advocó una clara separación entre el conocimiento religioso y la filosofía. De este modo, la preocupación de Maquiavelo por los efectos sociales de la religión fue extendida por Bacon desde el campo de la práctica política al campo de la ciencia”. (Vol. I, p. 13) El triunfo de las revoluciones burguesas en Inglaterra, los Estados Unidos y Francia colocó al pensamiento racional en el centro de la gestión social, política y económica, desplazando la mentalidad religiosa. España, que no hizo ese tránsito, dilató su llegada a la modernidad hasta después de la primera mitad del siglo XX.
En Cuba, en 1943, en una carta que escribe Bosch a tres amigos que le visitaron, preocupado por las afirmaciones racistas y autoritarias que escuchó de sus labios, les señala: “…la tragedia de mi país ha calado mucho más allá de donde era posible concebir. La dictadura ha llegado a conformar una base ideológica que ya parece natural en el aire dominicano y que costará enormemente vencer, si es que puede vencerse alguna vez (…) hablo de una transformación de la mentalidad nacional que es en realidad incompatible con aquellos principios de convivencia humana en los cuales los hombres y los pueblos han creído con firme fe durante las épocas mejores del mundo, por los que los guías del género humano han padecido y muerto, han sufrido y se han sacrificado” (Vol. IX, p. 212). Las ideologías son muy peligrosas y atrasan el desarrollo de los pueblos, tornando a los individuos en marionetas al servicio de intereses opuestos a su beneficio. Bosch siempre lo supo y lo padeció en carne propia al regresar al país en 1961.