La cuestión de la ideología en Marx se fragua en el seno mismo del pensamiento burgués y sus contradicciones. Para entenderlo hay que ubicarlo en su momento histórico, todo enfoque de la ideología en Marx desde el presente o el siglo XX adolece de una falta de contextualismo aberrante. “Marx incorporó muchos elementos de las críticas burguesas a su propio concepto de ideología. Pero fue más allá. Para él hubo un hecho decisivo que determinó su propia teoría, y ese fue la manifestación de las contradicciones del modo de producción capitalista en las nuevas formas revolucionarias de luchas de clase emergentes en la Europa de su tiempo. Cuando las contradicciones del capitalismo se hacen manifiestas, ya no es posible criticar el pasado desde la perspectiva de un sistema que se pretende a sí mismo más allá de toda crítica. Es en ese momento que se puede descubrir la unilateralidad de la crítica burguesa del pasado. Esto es el resultado de que las teorías burguesas devienen ellas mismas vulnerables a la crítica, precisamente por su incapacidad para explicar esas contradicciones. Esta nueva conciencia crítica yace al centro del concepto de ideología de Marx” (Larraín, Vol. I, pp. 34 y 35). Viviendo en el seno del ascenso y consolidación de la ideología burguesa, Marx es capaz de ir auscultando las contradicciones del orden capitalista y sobre todo los mecanismos de explotación ocultos en el modelo de su reproducción material.

Larraín destaca que Marx logra determinar que el pensamiento burgués en su crítica al modelo feudal supone superado el viejo orden, el nuevo resulta ser la manera natural de existir y organizarse. Una cita de Larraín lo destaca: “Las críticas burguesas habían sido muy unilaterales e incapaces de entender la conexión entre el objeto criticado y su base social. El pensamiento burgués miraba las etapas históricas anteriores como meros pasos que conducían a su propio surgimiento y, por lo tanto, tendía a concebir su especificidad histórica como contingente y alienante. Por eso el pensamiento burgués se sentía obligado a imponer sobre el pasado elementos e instituciones que pertenecían solo al presente. (…) Tampoco en el campo de la economía las críticas burguesas pudieron percibir la base social de las instituciones feudales y pensaban que tales instituciones eran “artificiales”, en contraste con las instituciones burguesas que se suponían “naturales” (Vol. I, p. 34) El pensamiento burgués, y el marxista también, asumido como ideología, retoma una perspectiva propia del escolasticismo que suponía la existencia de ordenamientos sociales naturales, que una vez establecidos eran inamovibles porque cambiarlos era una acción contranatural. El capitalismo y el socialismo en el siglo XX aseguraban que eran producto de la evolución natural del proceso histórico. Esa ideología recibe el nombre de historicismo.

Karl Popper desmontó esa ideología en un enorme volumen titulado La Sociedad Abierta y sus enemigos, que luego sintetizaría en un librito titulado La miseria del historicismo y que a su vez llevaría a una síntesis brillante en su prólogo. Transcribo las cinco tesis de ese prólogo que explican su critica al historicismo. “1. El curso de la historia humana está fuertemente influido por el crecimiento de los conocimientos humanos. (La verdad de esta premisa tiene que ser admitida aun por los que ven nuestras ideas incluidas nuestras ideas científicas, como el subproducto de un desarrollo material de cualquier clase que sea.); 2. No podemos predecir, por métodos racionales o científicos, el crecimiento futuro de nuestros conocimientos científicos; 3. No podemos, por tanto, predecir el curso futuro de la historia humana; 4. Esto significa que hemos de rechazar la posibilidad de una historia teórica, es decir, de una ciencia histórica y social de la misma naturaleza que la física teórica. No puede haber una teoría científica del desarrollo histórico que sirva de base para la predicción histórica; 5. La meta fundamental de los métodos historicistas está, por lo tanto, mal concebida; y el historicismo cae por su base” (Popper, 1973, p. 12).

Hay que afirmar que un modelo económico, político o social, de cualquier tipo, que se afirme como natural, es pura ideología y no tiene asidero científico alguno. Ni el socialismo, ni el capitalismo, ni la democracia, son productos naturales, son artificios inventados y construidos por los seres humanos, específicamente por quienes tienen el poder económico y político para materializarlos. Aparentemente estas cinco tesis defenderían toda acción revolucionaria para cambiar el orden existente en cualquier momento y en cualquier sociedad, pero el mismo Popper señala que la única fórmula viable para que esos experimentos societales no terminen como usualmente ocurren en orgías de sangre y sufrimiento, es la construcción de modelos políticos que tengan la flexibilidad para que las sociedades hagan los cambios de lugar de acuerdo con su conveniencia. A eso Popper lo llamo la Sociedad Abierta, que es mucho más avanzada que la democracia representativa.

Marx en su momento intentó hace una síntesis altamente compleja y con muchos huecos en su formulación de lo que es una ideología. “Un pensamiento que busca integrar críticamente idealismo y materialismo, filosofía y economía, ciencia y revolución, obviamente arriesga presentar serios problemas de interpretación. La tarea interpretativa se hace complicada no solo por la integración de elementos de fuentes heterogéneas, sino también por los naturales cambios de énfasis que la evolución intelectual de Marx va produciendo. No tiene nada de sorprendente que haya tantas interpretaciones diferentes de su pensamiento y que esto afecte especialmente al concepto de ideología” (Larraín, Vol. I, p.35). Abordar el pensamiento de Marx -y de todo autor, incluido Bosch- como una unidad homogénea y consistente históricamente es una falacia. Su origen estriba en una visión del texto bíblico fundamentalista y literalista que afectó al mismo Marx por su formación como judío y viviendo en un entorno cristiano con tales rasgos. No será hasta finales del siglo XIX e inicios del siglo XX que los estudios bíblicos iniciaron en las tradiciones históricas del cristiano (sobre todo en la Iglesia Católica Romana, Anglicana y Luterana) valiéndose de los avances en los campos de la arqueología y la lingüística. No obstante, el fundamentalismo bíblico (y en el Corán) sigue presente en muchas de las corrientes cristianas actuales. Su permanencia obedece a un rasgo psicológico de las masas de encontrar un fundamento inalterable para su conducta personal y orientación en un mundo cada vez más complejo y cambiante. En tal sentido el fundamentalismo y el naturalismo son expresiones reaccionarias del pensamiento actual que frente a las crisis políticas y económicas resurge una y otra vez.

Detenemos provisionalmente esta serie sobre la ideología para retornar a la vida y obra de Juan Bosch en la Cuba del 1946 frente a un proyecto de gran envergadura que será conocido como la Expedición de Cayo Confites.