Bosch estuvo en España un año, ya que llegó en la primera quincena de octubre de 1929 y según su propio testimonio partió de la patría de su padre cuando se anunciaba por la prensa y la radio que Santo Domingo había sido azotada por el huracán San Zenón. Dicho ciclón abatió Santo Domingo el 3 de septiembre de 1930. ¿Partió de España por su deseo o se le impuso por la falta de trabajo? ¿Deseaba volver? El 15 de enero de 1934 Bosch, que estaba en ese momento encarcelado en Santo Domingo, fue interrogado por el Magistrado Juez de Instrucción de la Primera Circunscripción del Distrito Judicial de Santo Domingo, acusado de participar en actividades terroristas contra el gobierno de Trujillo. Cuando llegemos a ese momento de su vida explicaremos el hecho, pero me interesa destacar como parte de esa entrevista que Bosch afirmó: “Yo pensaba casarme el día treintiuno del mes de diciembre del pasado año (1933) y fijar mi residencia en España por donde debía ir en febrero, a más tardar el día veinte del mes de marzo del año actual, con intención de explotar allá mis condiciones literarias; por lo cual me era absolutamente imposible acariciar proyectos ulteriores, los cuales, además, no se compadecen con mi ideología, perfectamente conocida aquí…” (v. XXXVII, p. 334). Es decir, que 3 años y 4 meses después de su partida de España, Bosch seguía con la intención de regresar allá, específicamente para cultivar su vocación literaria, cuestión que no logró en ese año que duró allá por la urgencia de mantenerse ejerciendo todo tipo de oficio honesto.

En septiembre de 1930 Bosch partió de Barcelona hacia Venezuela, haciendo escala en Puerto Rico. Es de suponer que seguía buscando un horizonte laboral y personal fuera de su patria. “Antes de cerrar su negocio (en España), uno de los venezolanos (que tenían la fábrica de Ponche de la que hablé en el Veritas pasado) me entregó dinero suficiente para que yo formara una pequeña compañía de variedades teatrales y la llevara a Caracas donde sería presentada en el Teatro Olimpia, que por una curiosa coincidencia sería el lugar donde quince años después daría yo una conferencia explicativa de lo que era la tiranía trujillista, acto en el cual fui presentado a los asistentes por Rómulo Gallegos, el gran novelista venezolano, presidente que iba a ser de su país dos años después de haber hecho mi presentación en el Teatro Olimpia” (v.XXXVII, p. 301). Bosch había conocido a Rómulo Betancourt, amigo y aliado político de Gallegos, en Santo Domingo meses antes de marchar en España y según su propio testimonio él había influido en su temprana conciencia política. Es de suponer que ese destino que tomaba Bosch lo hacía con la esperanza de que en la patria de Bolivar le iba a ir mejor económicamente que en España.

Mientras Bosch navegaba hacia Venezuela, la dictadura de Trujillo iniciaba su gobierno, pero Bosch no lo sabía. “Ese día (el del huracán San Zenón) Trujillo cumplía dieciocho días como presidente de la República y yo no lo sabía; es más, vine a saberlo varios meses después cuando me lo dijo el primer dominicano que conocí en Caracas, uno que se había dado a conocer desde que yo era un niño con el nombre de Capitán Carrasco por su participación en las actividades guerrilleras de los años anteriores a la ocupación militar norteamericana”  (v.XXXVII, p. 302). El pronóstico de Bosch en su artículo Los dos caminos de la hora ya estaba en marcha y él no lo supo hasta que llegó a Venezuela. Hace escala en Puerto Rico y ahí colabora en la recolección de ayuda para sus compatriotas. “En una función pro recaudación de fondos para los damnificados de San Zenón, oí por primera vez la canción ‘Buchipluma nomá’, de Rafael Hernández…” (v.XXXVIII, p. 317). Hermosa evocación que refleja mucho los intereses culturales de Bosch a lo largo de toda su vida.

Venezuela no era el paraiso que imaginaba Bosch, pero tampoco eso lo intimidó, comenzando mal con el proyecto que llevaba desde España que fue efímero. “Poco después, tras breve temporada de presentaciones en el teatro Olimpia, de Caracas, la compañía quiebra y Juan Bosch queda en el desempleo y sin un clavo en los bolsillos” (v.XXXVIII, p. 317) Afirma Ramón Colombo en su entrevista a Bosch. Por tanto salió a buscar trabajo. “En las noches me iba al mercado a descargar los camiones que llegaban con frutos a Caracas, una ciudad de cien mil habitantes entonces… Trabajaba por lo que me dieran y, a veces, para que me dieran de comer…En el día me iba a una placita cercana al mercado a dormitar en un banco. Pero tan pronto empezaba a dormitar, un policía me hacía despertar, pues estaba prohibido dormir allí” (v.XXXVIII, p. 318). La crisis del 1929 lo perseguía en Venezuela, aunque en ese momento él no lo entendiera. Se esforzaba al máximo para buscar formas de vivir mediante un trabajo, el que fuera. Colombo narra su siguiente trabajo con genialidad. “¡Pasen, señores…pasen, señoras…pasen, señoritas…pasen, niños!… ¡Que no les cuenten!… ¡Que no les digan!… ¡Vengan a presenciar con sus propios ojos un gran espectáculo de fama mundial: El Motódromo!…! ¡Vengan a ver a los hombres más audaces, exponiendo sus vidas al peligro!” (v.XXXVIII, p. 318). El anunciador del circo era Juan Bosch. Le impregnaba vigor y viveza a cada anuncio, a cada acto, a cada espectáculo que se presentaba bajo la carpa. “Yo anunciaba afuera el espectáculo, y cuando se llenaba el balconcito, yo bajaba al barril a explicarle al público lo que iba a ver… Mientras Delfrún y Palacios giraban en el barril a quien sabe cuántos kilómetros por hora, yo corría entre los dos velocistas, dramatizando el asunto, con grave riesgo…” (v.XXXVIII, p. 318). Imagine el lector a Bosch en medio de dos motoristas a gran velocidad dentro de un inmenso barril haciendo ellos piruetas y cruzándose a gran velocidad sin chocar uno con el otro y cuidando de no llevarse de encuentro a nuestro anunciador. Esa voz privilegiada de Bosch, esa creatividad de sus expresiones, que luego cautivaría al pueblo dominicano por décadas, le valían en 1931 como sustento en un circo en Venezuela.

Fuera de esas anecdotas que reflejan su determinación de trabajar para sostenerse y su versatilidad en oficios tan diversos, tuvo situaciones graves. “Me atacó una infección intestinal terrible, por algo descompuesto que comí en la pensión donde vivía… No había entonces antibióticos, y cualquier infección era la muerte…Una noche, con fiebre altísima, perdí el conocimiento… Me quedé dormido, entregado a la muerte… Para gran sorpresa mía, al siguiente día abrí los ojos: estaba vivo” (v.XXXVIII, p. 319) Durante esa estancia venezolana tuvo tambien un encuentro cercano a la muerte al tocar sin advertirlo un cable de alta tensión que le hizo perder la conciencia por el choque. El circo no daba mucho y busca otro trabajo complementario. “ Conseguí trabajo extra como albañil en la construcción de un teatro a cargo de un italiano apellido Escarioti, que había vivido en La Vega” (v.XXXVIII, p. 319) Un oficio que había ejercido su padre y que precisamente había participado en la construcción de un teatro en nuestro país. Pasa a la isla de Trinidad y allí se dedica a trabajar como aprendiz de panadería. “El trabajo me lo consiguió un dominicano de apellido Paradas, que había participado en un asalto en Curazao, para conseguir armas e ir a combatir a Juan Vicente Gómez…Después me enteré que entró a Venezuela por el Orinoco en una barca con varios hombres, y allí lo mataron” (v.XXXVIII, p. 319) Definitivamente su vida se había convertido en penar constante buscando cualquier trabajo que le permitiera sobrevivir, por eso no es de extrañar que un buen día pusiera fin a tantas penalidades y decidiera regresar a su casa. El mundo que conoció Bosch en esa primera ocasión no era lo más agradable y mucho menos le iba a permitir lograr sus sueños.

Decidió regresar a su país, como otros tantos emigrantes que logran la suerte que buscaban. “Al retornar al país yo tenía veinte y dos años y tal vez mes y medio o dos meses del año vigésimo tercero, y es a partir de entonces cuando en realidad comienza mi vida de escritor” (v.XXXVII, p. 305). Significa que llegó entre agosto y septiembre del 1931. “Llegué sin un centavo. En el muelle de Santo Domingo le pregunté a un hombre que si todavía funcionaba la casa Font Gamundi o la casa Corripio. El hombre se me quedó viendo y me preguntó: —¿Pero tú no eres el hijo de Pepe Bosch?… ¡Tu papá esta viviendo en la capital!… Ellos vinieron para acá antes del ciclón…La ciudad de Santo Domingo había cambiado, después de San Zenón” (v.XXXVIII, p. 319-320). Fueron dos años de grandes aventuras y peligros, que pusieron a prueba el tesón de Bosch y los principios con que lo habían criado, sobre todo el valor del trabajo. En Santo Domingo lo esperaba, sin que él lo supiera, su familia que se había mudado desde la Vega a la Capital. Pero también lo esperaba la dictadura y pronto se topó con ella, pero también fue el momento en que el gran literato asentó sus primeros grandes logros.