En el periódico El Mundo Juan Bosch publicó el 16 de septiembre de 1929 un artículo titulado Los dos caminos de la hora. Se encuentra en el volumen XXXIII de las Obras Completas. En el anterior Veritas liberabit vos analizamos otro artículo anterior y comenzamos a analizar este. El texto es un enfrentamiento directo con el gobierno de Horacio Vásquez, debido a la ilegitimidad de la extensión de su mandato y sus intentos continuistas, que lo llevó a modificar la Constitución para introducir la reelección. En ese contexto, para quienes tuvieran ojos para ver, como los tenía Bosch, la figura de Rafael Leonidas Trujillo Molina iba ganando fuerza y su vocación de asaltar el poder absoluto del país presagiaba una brutal dictadura.

Con un pueblo indolente que se conformaba con dádivas envenenadas por la corrupción y con la represión padecida por los pocos que se enfrentaban al gobierno de Vásquez, el presente y el futuro del país era descorazonador. Así lo expresaba Bosch: “Es innegable que en la Mansión Presidencial se está gestando una tiranía que amenaza al pueblo dominicano. (…) Gestos aislados; pocos hombres de vergüenza: Leoncio Ramos, dispuesto a sacrificar la comodidad de él y su familia con la negación de un sueldo lujoso; Luis Sánchez Andújar y Gustavo Adolfo Mejía, decididos a sacrificar su vida en aras de un ideal; pero la totalidad del pueblo elevando preces a los hombres que puedan darle un pedazo de pan manchado en lodo de muchas iniquidades” (V. XXXIII, p. 383).

Al publicar este artículo Bosch se colocaba del lado de los pocos y en riesgo de perder su vida. Eso lo destaca Colombo en una entrevista con Juan Bosch, en relación al viaje que haría ese mismo año, el 1929, a España. Afirma el entrevistador: “En 1929 tenía 20 años. ¿Qué pasó? ¿Una carta de Juan Bosch al presidente Horacio Vásquez, criticando al jefe del Ejército, brigadier Trujillo? ¿Un llamado de Horacio Vásquez a don Pepe Bosch para que pusiera a su hijo a buen resguardo? ¿Decisión de Pepe Bosch de enviarlo a España, para protegerlo? o muy lejos de todo esto, simplemente “tenía necesidad de conocer otro mundo”. ¿Y por eso aborda el barco, rumbo a Barcelona?” (V. XXXVIII, p. 317). Bosch no contesta esas preguntas, al menos no aparecen en el texto publicado por Colombo. Para la sagacidad del periodista y su conocimiento del contexto, es difícil justificar ese viaje exclusivamente por fines tan neutros como “conocer la familia” o “abrirse al mundo”. Bosch avanzaba directamente a enfrentarse con la codicia por el poder de Vásquez y Trujillo, y su única arma eran las ideas y su pluma de escribir. Si continuaba aquí en el país iba a ser aniquilado.

Tan consciente estaba Bosch de la debilidad de quienes se oponían a los dos caudillos, que lo sintetiza en el motivo del título de su artículo: “Tenemos dos caminos a seguir: cruzarnos de brazos y ver pasar la tragedia de una tiranía o cruzarnos en el camino, en una grandiosa manifestación de civismo a esperar que nos deshagan las patas del monstruo que amenaza” (V. XXXIII, p. 384). La vocación por el martirio era el único camino que permitía el civismo como vocación ciudadana y la impotencia frente a la concentración de poder de quienes gobernaban. “Vale más, innegablemente, morir libres que vivir esclavos” (V. XXXIII, p. 384). Evocación preciosa del Himno Nacional: “Que Quisqueya será destruida pero sierva de nuevo, ¡jamás!”. Sobre Vásquez, Bosch identifica claramente lo que era evidente para todos, que el una vez glorioso tiranicida de Lilís, embarraba su legado con una ambición desbocada por el poder, en el corazón de su senectud y enfermedad. “¡Y pensar que hombres, para quienes ya ha tendido sus brazos la muerte, van a manchar para eterno sus vidas limpias de máculas por no resignarse a vivir apartados del poder cinco años más que durarán!” (V. XXXIII, p. 384). Y efectivamente Horacio Vásquez moriría en el 1936 en el destierro, en Puerto Rico, luego de contribuir en su obcecación por el poder, a facilitarle el camino al tirano más despiadado que tuvo nuestro país.

En el texto Bosch establece una categoría política muy interesante: los libertarios. Son los que en diferentes momentos de nuestra historia asumieron el discurso de la libertad como estandarte, unos de la boca para afuera, otros de corazón. “Muchísimos libertarios que pasearon en tiempos de dolor sus gestos jacobinos por los llanos del país han sucumbido al primer deslumbramiento de una moneda de oro” (V. XXXIII, p. 383). La corrupción fue tragando a casi todos, uno por uno, en base a la codicia o el temor a ser represaliados por el gobierno de turno. Años después Bosch establecerá que ese rasgo es muy propio de la pequeña burguesía, por lo que sus intuiciones tempranas nutrirían las nuevas concepciones que ganaría con el tiempo. Los libertarios pueblan la historia del país, desde su independencia, pero a la vez es grande la cantidad de ellos que traicionaron sus ideales y discursos ante la primera oportunidad de enriquecerse o ascender en el Estado. Pero un pequeño grupo no se vende y prefiere morir o habitar entre carencias, antes de entregar su alma al demonio del poder. Pienso concretamente en un Américo Lugo. Bosch los caracteriza de manera fundamental: “Los libertarios no se improvisan, nacen libres y mueren libres con la vida llena por la lucha hacia la libertad de todos” (V. XXXIII, p. 384). Ese luchar por la libertad de todos refleja la vida de Juan Bosch, por eso su nieto, Matías Bosch Carcuro, atinadamente titula la biografía de su abuelo Prefiero vivir luchando.

Sobre la actitud del pueblo frente al germen de tiranía que se iba construyendo, la opinión de Bosch es realista y le genera un gran dolor “…la totalidad del pueblo elevando preces a los hombres que puedan darle un pedazo de pan manchado en lodo de muchas iniquidades. ¡Y los que llegamos a pensar y a creer en una posibilidad de civismo tenemos que bajar apesadumbrados las cabezas ante tanta bajeza!” (V. XXXIII, p. 383). Dolor que sentiría en el presente si estuviera vivo, no me cabe la menor duda. Pero no es por falta de valor del pueblo, ya que la historia nos demuestra cuantas veces ha sido engañado por quienes le prometieron decencia, desarrollo y pulcritud, lo dice el mismo Bosch: “Una vez más el pobre pueblo burlado por los guardadores de su fe antaño y por desconocidos que llegaron, encorvadas las garras feroces, salidos de los rincones más obscuros de la

selva, para caer en el Tesoro Público y sacar a puñados el oro que alzó con su sudor el pueblo” (V. XXXIII, p. 384). Develar la corrupción y a los corruptos siempre será una tarea patriótica y más trascendente de la de quienes disfrazados de nacionalistas engañan al pueblo con sus impulsos racistas y xenófobos. Los corruptos, gracias a su poder económico y político, compran a periodistas (las perversas bocinas) y reparten dádivas que son una mínima parte de lo que le han robado al pueblo, que con su sudor alimenta las fortunas de esa minoría. Por eso Bosch es un incordio para muchos que se dicen “bochistas”.

¿Cómo detener una tiranía? En nuestra historia tenemos muchos episodios en que sectores del pueblo tomaron las armas para derrocar a dictadores y corruptos, no siempre con igual suerte. Si el movimiento armado dirigido por la pequeña burguesía cibaeña, conocido como Restauración, tuvo éxito en derrotar y expulsar la dictadura de los invasores españoles entre el 1863 y 1865, no tuvieron igual suerte los movimientos campesinos del sur (Olivorio Mateo) y el este (los gavilleros) en contra de la dictadura de los Marines de Estados Unidos en el periodo de 1916 al 1924. En la vida de Juan Bosch únicamente conozco dos momentos en que se involucró de lleno en la preparación de dos acciones armadas por la libertad del pueblo dominicano, el proyecto de Cayo Confites de 1947 y la Revolución de 1965. Su cálculo de posibilidad de éxito y su sentido de responsabilidad sobre la vida de los jóvenes y el pueblo, que son quienes aportan los muertos en cualquier guerra por la democracia y la soberanía, lo hizo muy cauto antes de respaldar una acción armada.

En este artículo de 1929 señala un hecho significativo: “Los gestos de venganza de los pueblos, sí se improvisan. Desgraciadamente no saben matar las tiranías en su cuna y por ello, en la República Dominicana veremos resucitadas, si no se trata de evitar, no importa el proceso a seguir para ello, el desarrollo de ese monstruo terrible que se mueve ya en las entrañas, los días aciagos de monstruosas tiranías acabadas a sangre y fuego por hombres que dan hoy la espalda a su pasado glorioso” (V. XXXIII, p. 384). Sin un liderazgo sagaz y responsable, la lucha contra las tiranías han terminado en masacres de los más pobres. Y tal como Bosch señala, en el seno del gobierno de Vásquez se agazapaba la peor tiranía que conoce la sociedad dominicana. En gran medida Bosch se formaría como político enfrentando a Trujillo y teniendo como propósito lograr una sociedad dominicana libre, democrática y donde la riqueza sea repartida equitativamente. Tarea todavía inconclusa.