Juan Bosch inició su exilio renunciando a su trabajo en el gobierno dominicano con una carta que le escribió a Trujillo el 27 de febrero del 1938. En la misma le ofrecía a Trujillo no intervenir en política dominicana si él, el tirano, no perseguía o amenazaba a su familia. Esa promesa Bosch la rompió a los pocos meses y por supuesto Trujillo tampoco se sintió nunca comprometido a respetar la vida y prestigio de Bosch y su familia. Cuando Bosch gana el premio Hatuey en conmemoración del centenario de la Independencia Nacional sorprendiendo al dictador que era quien financiaba ese evento, la respuesta del sátrapa fue apresar al padre de Bosch, pero la reacción de muchos actores sociales y políticos de Cuba y otros pueblos de América llevan a Trujillo a liberar al padre de Bosch.

El 26 de julio del 1944 Bosch le escribe a Trujillo desde La Habana. “He recibido hoy un cable de mi padre en el cual me dice que se halla en su hogar. Interpretando de la manera más benévola para Ud. el sentido de las palabras que pueden ser usadas en el país, las de mi padre significan que está ya en libertad” (Vol. XXXV, p. 47). Aunque en la dictadura ni el hogar era lugar seguro para ningún dominicano o dominicana, en el caso de José Bosch era una señal clara de que no seguía encarcelado, aunque ninguna garantía de que lo fuera de nuevo con cualquier cambio de humor del déspota. La caracterización del destinatario de la carta Bosch la señala sin confusión: “Señor Rafael L. Trujillo, Dictador de la República Dominicana. Señor Dictador”. Nada de presidente, Bosch le señala a Trujillo que bien conoce su naturaleza como gobernante.

A pesar de que Trujillo tiene como rehenes a toda su familia en la República Dominicana, Juan Bosch no le tiene miedo y sabe bien que su lucha contra la dictadura que oprimía a su pueblo está por encima del bienestar de él y su familia. “Con ser buena, esa noticia (que su padre estaba ya en su hogar) no me tranquiliza del todo. Conozco sus métodos, Sr. Trujillo. Sé que Jesús María Patiño y Rigoberto Cerda —para mencionar sólo dos nombres— desaparecieron misteriosamente después de haber sido indultados por Ud. con bombos y platillos; sé que Tomás Ceballos Martínez, del mismo grupo, murió poco después apuñaleado por un desconocido; sé que un pastor protestante norteamericano fue acuchillado en su casa por el delito de haber enviado al exterior un año antes las primeras noticias sobre la matanza de haitianos, y que hubo quien se declarara culpable de esa muerte, achacando el crimen a razones deshonrosas para la víctima; sé que igual método se puso en práctica con el general Tancredo Saviñón. Y paro de contar, por no hacer esta carta interminable” (Vol. XXXV, pp. 47-48). El pastor que menciona Bosch fue el Rdo. P. Charles R. Barnes, asesinado por Trujillo por informar de la matanza de habitantes negros de la frontera, está enterrado en la Catedral de La Epifania, en la Av. Independencia.

Todo el que vivía en estos 48 mil kilómetros cuadrados estaba bajo el control de Trujillo y no había ley, íntimidad o inocencia que no le permitieran al sanguinario tirano tomar su vida en cualquier momento. Pero también lo que estaban fuera de este país, dominicanos y extranjeros, eran perseguidos y asesinados siempre que el dictador los considerara un peligro para su permanencia en el gobierno o su reputación. Nunca los dominicanos y dominicanos vivieron con mayor inseguridad y miedo, por tanto es un soberano disparate las apelaciones a que en la dictadura había tranquilidad y seguridad. Hay que ser un enfermo adicto a la represión o un grandísimo ignorante para señalar que fueron 31 años de respeto y seguridad.

Esto que acabo de señalar en el pasado párrafo lo formula Bosch en su carta del 1944. “Como todos mis compatriotas, tengo la convicción de que en la República Dominicana no se hace ni puede hacerse nada sin consentimiento suyo. Usted es el amo de la tierra, los árboles y los seres que la pueblan, y el aire que la rodea. A usted, pues, es a quien debo decir lo siguiente: Lo consideraré responsable por cualquier perjuicio de índole económica, personal o moral que puedan sufrir mis familiares. Tenga la seguridad de que esta consideración será compartida por todas las instituciones y personalidades del Continente” (Vol. XXXV, p. 48). La amenaza de que el nombre de Trujillo fuera escarniado a escala continental era relevante para el tirano. Muchos de sus crímenes fuera de las playas dominicanas fueron para vengar alguna calificación negativa sobre él, su familia o su gobierno, o para evitar que eso ocurriera.

Bosch reafirma que nada que pueda hacer Trujillo lo alejará de la lucha por la democracia de su pueblo que implicaba el derrocamiento de la tiranía. “En un cable enviado aquí dice Ud., o hace decir a un servidor suyo, que “no ha habido represalias contra el Sr. José Bosch”. Eso es cierto, porque las represalias no fueron contra mi padre, sino contra mí. Y quiero advertirle que ninguna especie de represalia me hará poner alto a una lucha que sólo cesará cuando mi país esté disfrutando del régimen democrático que consagra su Constitución. Ud. mismo puede comprobar este aserto convirtiendo su dictadura en un gobierno de hombres libres” (Vol. XXXV, p. 48). Durante los 22 años de lucha de Bosch contra la dictadura de Trujillo nunca personalizó el conflicto contra él y varias veces llegara a formular esta tesis: si Trujillo democratiza la sociedad dominicana y abandona sus métodos dictatoriales, no tiene sentido luchar contra él. “El día que Ud. hiciera eso (establecer una democracia) terminarían los ataques míos y de mis compañeros del Partido Revolucionario Dominicano, que no tenemos interés alguno en combatirlo a Ud. por Ud. mismo, sino porque Ud. ha instaurado una situación de terror que empobrece, corrompe y denigra a todos los dominicanos, que los hace desdichados y los esclaviza: que les impide desarrollar su genio nacional y sus dotes individuales. Una situación, señor, propia de bestias, no de seres humanos en posesión de una conciencia” (Vol. XXXV, p. 48). Contrario al grupo “de primera” de la sociedad dominicana y a muchos pequeños burgueses que redujeron su lucha contra Trujillo a un plano personal, incluso para sustituirlo, no cambiar su régimen, Bosch tiene la grandeza de visión y la profundidad de análisis político para entender que la cuestión es establecer la democracia, hágalo quien lo haga, y terminar la dictadura, de quien fuera.