En la entrega de Veritas liberabit vos de la semana pasada iniciamos el análisis del primer esfuerzo de Bosch por explicar la situación de explotación de la mayoría del campesinado dominicano por una minoría. El texto data de 1940 y es debido a que Juan Isidro Jimenes Grullón le pidió a Bosch escribir una palabras iniciales a su obra La República Dominicana (Análisis de su pasado y su presente). Las Obras Completas de Juan Bosch incluyen esas palabras iniciales en su volumen XXXIX y citan la publicación del texto: La Habana, Arellano y Cía. Impresores, 1940, 7-15. (v. XXXIX, p. 407). Partiendo del hecho de que Jimenes Grullón no llegó a La Habana hasta 1941, lo más seguro es que Bosch se hizo cargo de la impresión de esa obra.
Siguiendo con el argumento de Bosch, él intenta explicar cual es el grupo, la minoría, que explota al pueblo dominicano, campesino en su casi totalidad al momento de escribir este texto. “¿Cuál es el vivero de los explotadores? He ahí una pregunta que muchos dominicanos han vivido haciéndose, interesados en acabar con él para salvar de una vez y por siempre a su pueblo de la fatalidad histórica que le impide alcanzar el bienestar y la dicha (…) el vivero es esa porción de la sociedad dominicana a la cual el campesino llama, con desdén ostensible, los pueblitas” (v. XXXIX, p. 411). Bosch, y siempre lo hizo así, en lugar de usar las categorías de la sociología o la economía, se vale del lenguaje del pueblo para establecer la cuestión y la respuesta. ¿Cuál es el vivero de los explotadores? Dónde se cultivan los que explotan al pueblo. Y en lugar de hablar de “clase alta” o “burgueses”, busca en el habla popular dominicana, de los campesinos, los que saben bien lo que es un vivero, y emplea una denominación de ellos mismos: los pueblitas. Para los campesinos, que viven en el campo, valga la redundancia, hay un grupo de personas que viven en los pueblos, que no son campesinos, y a ellos los denomina pueblitas. Los pueblitas piensan diferente a ellos, viven de manera diferente a ellos, y sobre todo abusan de ellos al comprar sus productos o hablan despectivamente de la cultura y modos de vida de los campesinos.
Bosch conocía bien a muchos escritores, periodistas, políticos y militares dominicanos que por su vida urbana despreciaban a los campesinos. Basta leer a José Ramón López (1866-1922) para entender esa óptica de la minoría urbana (los pueblitas) que culpaban a esa mayoría campesina -por considerarla bruta, mal alimentada y viviendo en estado salvaje- de los males del país. Lo que oculta ese discurso -que se le denomina Pesimismo- es que son esos mismos voceros del desprecio hacia los campesinos lo que viven de la explotación de los campesinos.
Bosch, de manera singular en ese momento entre los pensadores dominicanos, no se suma al pesimismo, sino que asume el discurso de los campesinos, en su forma y su fondo, y devela la trama de la explotación. ¿Cómo se forman los pueblitas? “Debido a que lo político tomó el puesto que preocupaciones de diverso carácter ocupan en la mente de otros hombres, la política pasó a ser industria de la cual vivieron —y viven—aquellos que por ocuparse en ella abandonaron toda labor productiva. Esos fueron, fatalmente, los habitantes de las ciudades y pueblos, quienes, más astutos y más preparados, capitalizaron en su provecho el respeto que el campesino tenía al burgués de la ciudad” (v. XXXIX, pp. 411-412). Se mantiene esa óptica que Bosch tiene sobre la “política”, que en la carta que envió a Trujillo en febrero del 1938, la confronta con su vocación como escritor: “Mi destino es ser escritor, y en ese campo, nada podía ya darme el país, y no sería eso sólo causa bastante a hacerme dejar el lugar de mis afectos, sino que, además de no poder seguir siendo escritor, tenía forzosamente que ser político, y yo no estoy dispuesto a tolerar que la política desvíe mis propósitos o ahogue mis convicciones y principios” (v. XXXVII, p. 321).
Más adelante define esa actividad, la política, que en este texto del 1940 lo ubica como el vivero de los explotadores. Le dice Bosch a Trujillo en 1938: “A menos que desee uno encarar una situación violenta para sí y los suyos, hay que ser político en la República Dominicana. Es inconcebible que uno quiera mantenerse alejado de esa especie de locura colectiva que embarga el alma de mi pueblo y le oscurece la razón: el negro, el blanco, el bruto, el inteligente, el feo, el buen mozo; todos se lanzan al logro de posiciones y de ventajas por el camino político”(v. XXXVII, p. 321). El oficio de político es la esencia de los pueblitas, esa “locura colectiva” que los mantiene en estado de vagancia viviendo a costa de la mayoría de los campesinos, que los explotan como si fueran animales y que los desprecian y acusan del escaso desarrollo de la sociedad dominicana. Con Jimenes Grullón, Bosch afirma que: “Esa burguesía de ciudades pasó a ser profesional de la política y estableció —ya desde el origen de la República— su sistema de gobierno y de explotación, que jamás ha abandonado” (v. XXXIX, p. 412). Son los pueblitas (esa burguesía de las ciudades) la causa de todos nuestros males desde la fundación de la República en 1844.
En la medida que el hecho natural del crecimiento de la población ocurría, los pueblitas desarrollaron en el seno de su sociedad un conflicto violento. “Mientras las ciudades y pueblos tuvieron un número de habitantes no excesivo, los profesionales de la política pudieron vivir en relativo sosiego, pero al crecer las ciudades y pueblos sin que aparecieran industrias que dieran trabajo a la población que se multiplicaba, las posiciones políticas debieron padecer múltiples aspirantes (…) cuando una aspiración no podía ser cumplida, se reaccionaba virilmente, peleando. Fue esa la razón preponderante en el origen de la mayor parte de las revoluciones que asolaron al país (…) los rivales políticos se alzaban en armas, y las armas daban o negaban el derecho. Se peleaba, aparentemente, por un caudillo, pero en el fondo de la admiración y de la pasión por ese caudillo se agitaba casi siempre, como un demonio oculto, la esperanza del cargo que hiciera posible el pan y el techo, aspiración elemental del hombre” (v. XXXIX, p. 412). Y a escasos 22 años de que ese texto cumpla el centenario, la vida política dominica sigue el mandato de ese “demonio oculto”. Se actúa en política, entre los partidos y en el seno de los mismos (las tendencias o facciones) guiados únicamente por el deseo de ocupar un puesto, de ganar dinero accediendo al Estado, de medrar en los fondos públicos como forma de vida. Es el germen de la corrupción, del endeudamiento externo, de las reformas a la Constitución, en el presente y el pasado. Porque al igual que en 1940 la sociedad dominicana actual carece de las “industrias que brinden trabajo a la población que se multiplica”.
Por tanto Bosch señala con precisión que: “…el poder pasó en la República Dominicana a ser feudo de “los pueblitas” los cuales lo utilizaron —y lo utilizan— en su provecho y en perjuicio de la mayoría. Esa mayoría, a la cual no llegan las conquistas de la civilización, está compuesta por la clase campesina y por los trabajadores de las ciudades” (v. XXXIX, p. 413). Este párrafo sintetiza todo el resto del pensamiento de Bosch hasta 1990, con cambios de nombre de los explotadores y explotados, pero siempre esa misma dinámica entre una minoría que explota a la mayoría. Si alguien quiere conocer el pensamiento boschista, ahí está una síntesis ejemplar, lo demás es decorado coyuntural debido al contexto geopolítico o las lecturas que Bosch realizaba tratando de resolver ese problema esencial del destino del pueblo dominicano, en su búsqueda de la prosperidad, la equidad y la felicidad. Bosch dedicó toda su vida a esa tarea desde que leyó a Eugenio María de Hostos y conoció a Cotubanamá Henríquez en Puerto Rico en 1938.
Reconociendo la necesidad de todo ser humano para sostenerse vitalmente (recordemos la pirámide de Maslow), Bosch explica como la lucha por la sobrevivencia entre los pueblitas los degeneró moralmente (evoco las críticas hacia las perversiones de la pequeña burguesía): “Mas es necesario vivir, ¡vivir!, y si la conquista del pan no puede lograrse como hombre, dando el pecho, se logra por otros medios, calumniando a quien ocupe el cargo que puede resolverle a uno sus problemas, a fin de que aquél lo pierda y uno lo herede, o asumiendo tan terribles responsabilidades en defensa de los que tienen el Poder, que estos, por gratitud o porque está en su conveniencia tener servidores de fidelidad que nada arredra, se vean obligados a premiar a quien tan radicalmente les sirviera, o aseguren para siempre la intangibilidad de la posición ganada por esa vía” (v. XXXIX, p. 414). Tan claro tenía Bosch esa naturaleza de sus compatriotas urbanos, que abandonó en 1938 su patria buscando otro ambiente, más moral y decente. Por su formación familiar, por su talento personal como literato, por sus lecturas de Hostos y Martí, Bosch se niega a vivir como político a la usanza de los pueblitas. Seguiremos con este texto en el próximo Veritas liberabit vos.