Es un hecho que Bosch no fue historiador, en cuanto no se formó como profesional de esa disciplina, ni era su interés. Bosch fue un estudioso de la historia, en cuanto análisis de los productos que generan los historiadores, examinando sus argumentos y sometiendo sus textos a crítica y develando motivos políticos, sociales y económicos en las explicaciones de los historiadores. En todos sus análisis Bosch buscaba comprender la estructura de la sociedad dominicana como producto de su devenir histórico y a partir de esa compresión impulsar acciones políticas que transformaran la sociedad dominicana hacia estadios de mayor prosperidad, equidad y libertad. Nunca Bosch estudió la historia como simple acto de erudición. Se mantiene en todos sus textos la voluntad de impulsar cambios en la sociedad dominicana que tuvieran la efectividad política producto de la iluminación que brinda conocer el pasado y el presente de la sociedad dominicana.
El texto que venimos analizando desde el anterior Veritas liberabit vos ha de ser estudiado desde la perspectiva que acabamos de señalar. Su título es La mayor aventura americana y Bosch lo publicó en Cuba el 24 de febrero del 1944, en Información, es decir, a escasos 3 días que se cumplieran los primeros 100 años de la proclamación del Estado Dominicano. Bosch, al igual que la mayor parte de los historiadores profesionales dominicanos, contextualizan ese hecho -que denominamos la Independencia Dominicana- a partir de un hecho que ocurrió lejos de la isla, en Europa, y fue la Revolución Francesa del 1789. Esa Revolución, que cambió la historia de la humanidad, al sembrar la voluntad política de la burguesía en toda Europa en combate con el viejo orden monárquico, impactó poderosamente en su colonia de Saint Domingue en la parte occidental de nuestra isla y condujo a la creación del Estado haitiano. Estado que es producto de los antiguos esclavos procedentes de África, un hecho singular en el mundo, y que representa la creación del segundo Estado-Nación en el continente americano -el primero fueron los Estados Unidos- y el primero de América Latina. Haití, desde que comenzaron la encarnizada lucha los esclavos por romper sus cadenas, se convirtió en el catalizador de la formación del Estado dominicano a lo largo de varios sucesos que abarcan desde finales del siglo XVIII hasta el 1855, año que concluyó los esfuerzos de dicho Estado por recuperar su control de la zona este de la isla. Comprender ese proceso es fundamental para entender el surgimiento de un Estado llamado República Dominicana, pero la ideología trujillista para justificar la matanza del 1937 lo distorsionó convirtiendo el proceso en un vulgar argumento racista que prevalece en la mentalidad de muchos dominicanos y dominicanas hasta el proceso, incluidos algunos “intelectuales”.
Bosch explica el proceso en los siguientes términos: “El 1º de enero de 1804 Jean-Jacques Dessalines proclamaba la instauración de la República de Haití y un año más tarde disponía la marcha de sus tropas hacia el Este. Era necesario destruir el poderío francés en la isla si se quería asegurar la vida de la nueva república. Dessalines entró por el Sur, hacia la capital de Santo Domingo; su lugarteniente Christophe hizo su entrada por la región septentrional, en dirección de Santiago de los Caballeros. Cuando los ejércitos franceses los obligaron a retirarse, lo hicieron incendiando las ciudades, degollando a los pobladores, sembrando el terror a su paso. Al final de aquella orgía de sangre y ruina, el panorama de lo que una vez fuera colonia española de Santo Domingo era desolador y sombrío” (Vol. XXXIV, p. 285). Contrario a la interpretación de títulos de obras muy conocidas de la historiografía dominicana -pienso en la obra de Rodriguez Demorizi Invasiones Haitianas de 1801, 1805 y 1821- Haití no invadió República Dominicana en ninguna de esas fechas, porque en las dos primeras este territorio era colonia francesa y en el tercer caso, hay un fuerte debate de si efectivamente fue una invasión o una ocupación con el beneplácito de sectores de poder criollos. De los degüellos, específicamente el de Moca del 1805, que también es motivo de debate, la referencia que se utiliza es la obra de Gaspar de Arredondo y Pichardo, titulada Memoria de mi salida de la isla de Santo Domingo el 28 de abril de 1805. Investigadores actuales ponen en duda ese hecho en la dimensión que es detallada en esa obra.
Desde el punto de vista del naciente Estado haitiano la acción militar hacia la parte del este de la isla respondía a preservar la independencia recién lograda, ya que este territorio estaba controlado por Francia, contra quien se hizo la guerra antiesclavista e independentista. La evidencia de que para los franceses recuperar su antigua colonia era prioritario tenía fuertes motivos económicos y políticos, y para los revolucionarios haitianos, encabezados Jean-Jacques Dessalines era cuestión de vida o muerte sacar a Francia del territorio oriental de la isla.
Bosch destaca las consecuencias de estas acciones sobre la población y la economía de la colonia francesa en la parte Este de la isla. Si el legado colonial español dejó a este territorio en la mayor miseria inimaginable, la guerra entre Haití y Francia ahondaba la pobreza. “Debido a tantos desdichados sucesos las familias acomodadas habían huido del país, en un largo éxodo que se inició con la invasión de Toussaint: las industrias quedaron demolidas, el comercio empobrecido, la cultura deshecha. Abandonado a la naturaleza, a la selva que campeaba en sus abruptas montañas, el territorio apenas contenía 50,000 habitantes —menos de uno por kilómetro cuadrado—, entre los que no pasaban de 10,000 los varones adultos. Apenas había caminos de mulos para conectar unas con otras las míseras ciudades; la escuadra inglesa, encargada de mantener en los mares la lucha contra Francia, aislaba a la colonia de todo contacto con el mundo” (Vol. XXXIV, p. 285). Quien hubiese visto ese panorama en ese tiempo podría afirmar que no había futuro para este territorio y su gente sino era ser dominado por una potencia europea o su vecino Haití. Bosch lo dice de manera dramática: “¿Quién, en sus cabales, se hubiera atrevido a esperar de tan pobre país una acción capaz de enmendar el curso de los acontecimientos?” (Vol. XXXIV, p. 286). El mismo Bosch se contesta: “Sin embargo, hubo quien lo pensara y, lo que es más asombroso, quien se pusiera a hacerlo” (Vol. XXXIV, p. 286).
Y sin caer en chauvinismos contrarios al estudio objetivo de la historia, sí hubo liderazgos que -con tan poca población- organizó tropas e inició una feroz guerra contra la ocupación francesa. “…en 1808, surgía el primero de la larga serie de Quijotes dominicanos que iban a lanzar, unas veces con éxito y otras con fracasos, a ese pueblo inerme, desparramado en su selvático territorio, sin comunicaciones, sin industria, a la forja de su propia historia, llamada a culminar en el establecimiento de una república. Actuando por sí solos, los dominicanos irrumpían aplastando para siempre el poderío francés en la isla, mediante la campaña que se conoce con el nombre de la Reconquista” (Vol. XXXIV, p. 286). El nombre, que evoca la larga lucha de los reinos españoles contra la ocupación árabe durante varios siglos hasta lograr recuperar completamente la península, refleja fielmente el espíritu de quienes lideraron esa guerra asombrosa contra la primera potencia militar del mundo occidental en ese tiempo. El objetivo era la vuelta a ser parte del Imperio español, ya que se asumían los criollos como españoles. El absurdo político de su identidad no quita ningún mérito a la lucha heroica contra las tropas francesas hasta derrotarlas. “…cuando encaró (Juan Sánchez Ramírez) a las águilas imperiales comandadas por el gobernador militar de la colonia (Jean-Louis Ferrand), la mañana del 7 de noviembre de 1808 en la
sabana de Palo Hincado, él, entre cuyas fuerzas no había un extranjero, un experto de las guerras que pudiera medirse con los franceses, tenía fe en una victoria que parecía imposible” (Vol. XXXIV, p. 286). La derrota francesa fue tan contundente que Ferrand optó por suicidarse. Sánchez Ramírez proclamó el sometimiento de la colonia al rey Fernando VII de España, quien a la sazón no era rey, ya que España estaba gobernada por José I Bonaparte, hermano del Emperador Napoleón Bonaparte. España era un Estado subalterno a Francia. Semejante hecho muestra el grado de atraso político y social de los pobladores de este territorio, cuando lo comparamos con el resto de América Latina que emprendía una lucha épica contra el gobierno de los españoles, el motivo de esa situación local era producto de tres siglos de miseria que el mismo Bosch describió en las citas precedentes. No obstante, es menester destacar que a pesar de tal situación las tropas criollas demostraron una gran voluntad y capacidad de sacrificio para quitarse de encima el dominio francés, aunque el objetivo que buscaban era completamente absurdo.