Llevamos varias semanas analizando la conocida carta de Juan Bosch a tres amigos que le visitaron en Cuba en 1943. Este es el penúltimo. La importancia de ese texto radica en que nuestro autor desarrolla una síntesis de su visión humanista, de las realidad socio-económica de los dos pueblos de nuestra isla y una profunda crítica a la ideología trujillista, específicamente en sus rasgos autoritarios y la difusión de una visión racista sobre la naturaleza de nuestro hermano pueblo insular. Aunque gran parte de los valores que se expresan en este texto se encuentran ya en sus cuentos publicados en los años 30, su análisis social es en gran medida producto de su lectura de Hostos en 1938 y su experiencia en Cuba desde el 1939 hasta el momento en que redactó esta misiva.
Continuamos con el texto. “Pero así como en los hombres del Pueblo en ambos países hay un interés común —el de lograr sus libertades para tener acceso al bienestar que todo hijo de mujer merece y necesita—, en las clases dominantes de Haití y Santo Domingo hay choques de intereses, porque ambas quieren para sí la mayor riqueza. Los pueblos están igualmente sometidos; las clases dominantes son competidoras. Trujillo y todo lo que él representa como minoría explotadora desean la riqueza de la isla para sí; Lescot y todo lo que él representa como minoría explotadora, también” (Vol IX, p. 214). El reconocimiento de la naturaleza explotadora de ambos gobiernos y las minorías en ambos lados de la frontera que extraen la riqueza de los más pobres, es un punto esencial para trascender la visión xenófoba del trujillismo que denigrando al pueblo haitiano busca engañar a su propio pueblo. Ambos pueblos, tal como señala Bosch, tienen en común la búsqueda de la libertad y el bienestar que les niegan sus gobernantes y clases explotadoras. Y recurre a una imagen que le da universalidad a su argumento: “ el bienestar que todo hijo de mujer merece y necesita”. Los haitianos son hombres y mujeres igual que los dominicanos, con las mismas necesidades y los mismos anhelos, los argumentos racistas del trujillismo -y del presente- únicamente buscan ocultar a los reales enemigos del pueblo dominicano que son sus explotadores, no los haitianos pobres que buscan al cruzar la frontera una forma de sobrevivir.
Trujillo, que sometió criminalmente al pueblo dominicano desde el 1930 hasta su ajusticiamiento en 1961, tenía fuerte vínculos con el presidente haitiano Elie Lescot, desde el tiempo en que Lescot fue embajador de Haití en República Dominicana. Lescot fue presidente de Haiti desde 1941 hasta 1946, cuando fue derrocado por un golpe militar. Al momento de escribir su carta Bosch conocía claramente la alianza que tenían ambos gobernantes para protegerse mutuamente, sin dejar de reconocer que ambos era ambiciosos y buscaban acrecentar su poder a expensas del otro en la Isla. Por eso señala: “Entonces, uno y otro —unos y otros, mejor dicho— utilizan a sus pueblos respectivos para que les sirvan de tropa de choque; esta tropa que batalle para que el vencedor acreciente su poder. Engañan ambos a los pueblos con el espejismo de un nacionalismo intransigente que no es amor a la propia tierra sino odio a la extraña, y sobre todo, apetencia del poder total. Y si los más puros y los mejores entre aquellos que por ser intelectuales, personas que han aprendido a distinguir la verdad en el fango de la mentira se dejan embaucar y acaban enamorándose de esa mentira, acabaremos olvidando que el deber de los más altos por más cultos no es ponerse al servicio consciente o inconsciente de una minoría explotadora, rapaz y sin escrúpulos, sino al servicio del hombre del Pueblo, sea haitiano, boliviano o dominicano” (Vol IX, p. 214-215). Ambos gobernantes estimulaban un pseudo-nacionalismo como fachada para ocultar la manera en que ellos y las minorias que les acompañaban, explotaban a sus respectivos pueblos, y en el caso del dominicano además, a los trabajadores cañeros haitianos que eran tratados como esclavos en los ingenios azucareros que Trujillo compraba. Nunca el dulce había sido tan amargo para miles de hombres sometidos como bestias.
Al servicio de esas prácticas inhumanas muchos intelectuales dominicanos y haitianos les servían a sus respectivos gobernantes y clases dominantes con argumentos que construian una vision ilusoria de la nación propia y un desprecio por los vecinos. Justo ese fue el motivo que llevó a Bosch a escribir esta carta a sus amigos, al descubrir en sus comentarios la venenosa ideología que ellos habían asumido al estar sometidos al régimen del sátrapa dominicano. En resumidas cuentas los nacionalismo construidos para ocultar la verdad de la dignidad humana y favorecer el dominio autoritario de gobernantes, termina pagándose cara, no olvidemos casos como el fascismo y el nazismos, y los brotes peligrosos de esas ideologías en el norte y el sur de nuestro continente. Por eso Bosch desnuda esas actuaciones de manera precisa. “Cuando los diplomáticos haitianos hacen aquí o allá una labor que Uds. estiman perjudicial para la República Dominicana, ¿saben lo que están haciendo ellos, aunque crean de buena fe que están procediendo como patriotas? Pues están simplemente sirviendo a los intereses de esa minoría que ahora está presidida por Lescot como ayer lo estaba por Vincent. Y cuando los intelectuales dominicanos escriben —como lo ha hecho Marrero, de total motu proprio según él dijo olvidando que no hay ya lugar para el libre albedrío en el mundo— artículos contrarios a Haití están sirviendo inconscientemente —pero sirviendo— a los que explotan al Pueblo dominicano y lo tratan como enemigo militarmente conquistado” (Vol IX, p. 215). Igual que en República Dominicana muchos intelectuales se convirtieron en voceros del despotismo y racismo del trujillismo, del lado haitiano otros academicos se doblegaron a defender la naturaleza explotadora de sus élites, con absoluto desprecio por su pueblo. Los intelectuales dominicanos y haitianos que se libraron de ese adocenamiento y destacaban críticamente la naturaleza perversa de las ideologías nacionalistas de sus regímenes, fueron tratados como “traidores a la patria”, igual que ocurre en el presente. Bosch fue considerado por el trujillismo como traidor, por no ser vocero (hoy diriamos bocina) de la explotación, corrupción y racismo de la dictadura. De igual manera ocurrió del lado haitiano.
La propuesta que hace Bosch en su carta, sigue siendo válida hoy mismo, por la semejanza de las ideologías nacionalistas que hoy se difunden. “No, amigos míos… Salgan de su ofuscación. Nuestro deber como dominicanos que formamos parte de la humanidad es defender al Pueblo haitiano de sus explotadores, con igual ardor que al Pueblo dominicano de los suyos. No hay que confundir a Trujillo con la República Dominicana ni a Lescot con Haití. Uds. mismos lo afirman cuando dicen que Lescot subió al poder ayudado por Trujillo y ahora lo combate. También Trujillo llevó al poder a Lescot y ahora lo ataca. Es que ambos tienen intereses opuestos, como opuestos son los de cada uno a los de sus pueblos respectivos y a los del género humano” (Vol IX, p. 215). Defender al pueblo haitiano de sus explotadores y a los dominicanos de los suyos, no es la misión que tienen los que constantemente gritan enfurecidos alegando que hay una invasión haitiana a nuestro territorio o que hay que construir un muro en la frontera o desconcer la nacionalidad dominicana de aquellos hijos de haitianos nacidos en suelo dominicano. El nacionalismo chapucero que hoy tiene tanta prensa y se fomenta en discursos políticos, incluso de quienes obscenamente se llaman discípulos de Bosch, tiene su raíz en el trujillismo y únicamente busca justificar la explotación de los pobres a ambos lados de la frontera y garantizar el dominio de una clase explotadora y la continuidad en el poder de partidos políticos que únicamente buscan enriquecer a sus dirigentes y promover la corrupción. Quien no sea capaz de defender a los haitianos explotados, no defenderá a los dominicanos explotados.
La tarea que propone Bosch es la siguiente: “Nuestro deber es, ahora, luchar por la libertad de nuestro pueblo y luchar por la libertad del Pueblo haitiano. Cuando de aquél y de este lado de la frontera, los hombres tengan casa, libros, medicinas, ropa, alimentos en abundancia; cuando seamos todos, haitianos y dominicanos, ricos y cultos y sanos, no habrá pugnas entre los hijos de Duarte y de Toussaint, porque ni estos irán a buscar, acosados por el hambre, tierras dominicanas en que cosechar un mísero plátano necesario a su sustento, ni aquellos tendrán que volver los ojos a un país de origen, idioma y cultura diferentes, a menos que lo hagan con ánimos de aumentar sus conocimientos de la tierra y los hombres que la viven” (Vol IX, p. 215-216). Esto es boschismo, sus propias palabras, sus ideas medulares, que nunca abandonó en toda su vida, quien se oponga a ello tiene todo el derecho a hacerlo, pero que no diga que considera a Bosch su líder o sigue su pensamiento.